Socios de paternidad: Cuando los hijos desplazan el amor de pareja
Algunos matrimonios asocian su razón de ser con la estabilidad emocional y bienestar de la familia, pero dejan de lado su intimidad
ELENA SOTO
Existen matrimonios cuyo único tema de conversación entre ellos son los hijos e incluso sus intereses personales son diferentes y su intimidad de pareja se pierde con el transcurrir del tiempo.
Al respecto, explica la psicóloga Ibis Pérez que “antes de concebir al hijo la dedicación de la pareja es casi exclusiva entre ellos, la convivencia es del uno para el otro y, aun cuando la pareja comparta la vida diaria con algún familiar, sea la madre, el padre o algún hermano, ese núcleo central es de dos, los demás son prescindibles para la estabilidad de ambos. Sin embargo, cuando llegan los hijos el núcleo se expande, la prioridad se desplaza al bienestar de todos, en especial hacia el bebé, y es en este bienestar del bebé donde el común de las parejas pierde el rumbo”.
La razón radica en los cuidados que requiere un recién nacido, cuyas exigencias amerita que la cuna se encuentre en el cuarto de los padres. Tal rutina debería durar hasta que el bebé pueda dormir en su propio cuarto.
Destaca que el problema surge cuando los padres permiten la auto invasión de sus espacios íntimos, al considerar que la estabilidad de la pareja será la estabilidad emocional del bebé. “Deben comprender que el equilibrio de ambos requiere de la existencia de intimidad y con ello sexo, conversaciones privadas, espacios de soledad y esparcimiento. Cuando estos elementos fallan porque simplemente no existen, se van perdiendo los vínculos eróticos, el deseo y las necesidades emocionales de la pareja (se) diluyen en la falta de privacidad”.
Subraya que algunas prácticas como el colecho estimulan la permanencia del hijo en la cama de los padres, acción que no es errónea siempre que existan los límites de tiempo y de intromisión: “No es saludable un hijo indefinidamente en el cuarto de los padres, y nunca será saludable para el hijo si producto de esta práctica los padres pierden su conexión de pareja y se separan. Tampoco será saludable para él establecer una relación de dependencia del cuarto de los padres para poder dormir y sentirse bien”.
Considera que lo saludable es que los padres tracen límites de tiempo de la estadía del hijo en su espacio y cumplan esta decisión con amor pues al confundir el amor con apego poco saludable, “algunos padres prolongan la estadía del niño dentro del cuarto, lo que inevitablemente generará el deterioro en las actividades naturales de contacto de ambos”.
Los hijos crecen y lo natural es que se vayan y que la pareja siga unida
Es frecuente ver personas que luego de ser padres no se sienten bien juntos y olvidan que una vez se desearon como hombre y mujer. Es necesario quitar el velo mágico que se le impone a la paternidad y darle un tono más humano: la intimidad de la pareja es sagrada, si deja de existir, también dejará de existir la unión, el espacio de sexualidad, de disfrute y la pareja se perderá en la confusión de lo que se cree es “ser buen padre”. Esto no tiene intermedios: hay intimidad o no la hay.
Equilibrando roles de padres, amigos, amantes y guías
La pareja que planee tener hijos debe establecer acuerdos de crianza y convivencia, que incluyan el tiempo estimado en el que estará el bebé dentro del cuarto. En la etapa de adaptación del niño a su espacio, se establecerá la importancia de lo que significa la “puerta cerrada” y el “tocarla” si es algo importante. Es esencial, explicarles que papá y mamá requieren privacidad y que la puerta cerrada significa respeto. Hay quienes se sienten malos padres por esto, pero no tienen idea de lo que es perder a su pareja por falta de criterio y autorrespeto a la intimidad.
En ocasiones mejor es divorciarse que mantenerse unidos
Pérez indica que lo saludable para los hijos no siempre es que los padres vivan juntos: “Si se trata de equilibrio y bienestar, si los padres no llevan una buena relación y existe la posibilidad de ser amigos, esa siempre será la opción más sana. Ninguna relación por obligación es lo mejor, genera más malestar que bienestar y ya esa es una contradicción para la familia”. El divorcio como solución aparece “cuando el amor por el otro es un recuerdo y no saben convivir en equipo ni están interesados en aprender o buscar un profesional que los apoye en el camino”, acota.
Tener una relación significa mucho más que vivir juntos
La especialista recomienda desmitificar el rol de la pareja: “La convivencia es un cambio en la vida de cada persona y como tal puede y debe aprenderse, sobre todo cuando se crece en el seno de familias con tabúes religiosos o de contacto que impiden la correcta relación con el otro”. Explica que una pareja armónica debe aprender de límites, de reglas de comunicación. “Solemos creer que ser adultos y tener la edad correcta para casarnos es suficiente para tener una relación. Este criterio es la razón por la que algunas personas no logran el bienestar viviendo con otro”, concluye.
El consejo
Una pareja debe compartir al menos 30 minutos de intimidad al día para hacer lo que deseen: desde contacto erótico hasta conversaciones y picardías internas. Deben proveer humanidad a su vida dándole a la etiqueta padres su lugar: se es esposo, hijo, amante, adulto, a la vez que se es padre. “Ser padres tiene su lugar, y ser amante y pareja también, no deben solaparse ni perderse uno en el otro (...), se logra al crear límites familiares, es un deber y un derecho que debe practicarse por la salud mental de todos los miembros de la familia”.
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