Heredera de una maravillosa realidad
Mireya Caldera Pietri, su sencillez le impide reconocer que ha sido la mejor directora del Museo de los Niños. Trabaja para que todos tengamos razones de estar orgullosos de ser venezolanos
CAROLINA JAIMES BRANGER
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
Es brillante, es encantadora, es trabajadorísima. Ha mantenido –contra viento y marea- la obra cumbre de su madre, doña Alicia Pietri de Caldera, el Museo de los Niños de Caracas, uno de los mejores del mundo. Antes ya había trabajado en la Fundación del Niño y en el programa “Un cariño para mi ciudad”. Su labor como profesora universitaria ha dejado huella en quienes han sido sus alumnos, quienes ven en ella un ejemplo a seguir.
-Te estrenaste a la vida pública como la hija mayor de un presidente, moderna e independiente. Recuerdo las historias de cómo te escapabas de los guardaespaldas, porque te desagradaba que te estuvieran cuidando. ¿Cómo viviste esa época?
-Realmente no puedo decir que he tenido una “vida pública”, solo un poco, inevitable por el protagonismo de mis padres en la historia del país. Por eso, fue difícil acostumbrarme a algunas cosas inherentes a esas situaciones; sin embargo, no fue igual las dos veces: la primera, estaba recién graduada del CENDES y trabajaba en el Centro de Estudios del Futuro en la UCAB. En esa Presidencia me casé (fui la primera novia de La Casona) y no tuve ningún protagonismo, solamente ayudaba a mamá en sus actividades en la Fundación del Niño y en todas las inherentes a la Primera Dama, siempre en el tiempo que me quedaba después de cumplir mis obligaciones laborales y domésticas. En la segunda Presidencia fue diferente porque ya era mayor y asumí́ lo que debía hacer para trabajar “por” el gobierno y en favor de la sociedad, así́ que a través del programa “Un cariño para mi ciudad” dediqué mi esfuerzo a colaborar.
Realmente no puedo decir que he tenido una “vida pública”, solo un poco, inevitable por el protagonismo de mis padres en la historia del país. Por eso, fue difícil acostumbrarme a algunas cosas inherentes a esas situaciones; sin embargo, no fue igual las dos veces: la primera, estaba recién graduada del CENDES y trabajaba en el Centro de Estudios del Futuro en la UCAB. En esa Presidencia me casé (fui la primera novia de La Casona) y no tuve ningún protagonismo, solamente ayudaba a mamá en sus actividades en la Fundación del Niño y en todas las inherentes a la Primera Dama, siempre en el tiempo que me quedaba después de cumplir mis obligaciones laborales y domésticas. En la segunda Presidencia fue diferente porque ya era mayor y asumí́ lo que debía hacer para trabajar “por” el gobierno y en favor de la sociedad, así́ que a través del programa “Un cariño para mi ciudad” dediqué mi esfuerzo a colaborar.
Mireya Caldera Pietri ha trabajado para sentir el orgullo de ser venezolana
-Tus clases en la universidad —tanto en la USB como en la UCAB— fueron memorables por su excelencia. Háblame de esa experiencia.
-¡Fantástica! Es una experiencia maravillosa, no solo por lo que le aporta al profesor para su formación académica y personal, sino por el contacto con los estudiantes que te obligan a estar al día, a estudiar, a pensar para responder a sus inquietudes, hasta a aprender el lenguaje que utilizan y que va cambiando con las generaciones. Además, conoces personas estupendas que después en la vida llegan a ser grandes personajes. Por ejemplo, uno de ellos fue director de un instituto de investigación, otro de un importante centro de divulgación cultural, otro es sacerdote y —no puedo dejar de mencionarlo— Ricardo, tu hermano, fue un excelente alumno, de esos que te hacen estudiar más para responder a sus preguntas.
-¿Qué tiene Mireya de su padre y qué de su madre?
-Tengo de los dos unas características que creo que son la clave para conseguir lo que uno se propone: la tenacidad, la pasión en lo que se hace y la dedicación a trabajar.
-Como sociólogo has estudiado a fondo el subdesarrollo. En tus libros te ocupas del tema. ¿Qué ves hoy en nuestro país?
-Sí, el subdesarrollo es un problema complejo, que no tiene una solución única. Es necesario combinar variables políticas, económicas y sociales porque el fin último de 1
lograr un nivel alto de desarrollo es que la gente, la población del país, viva como seres humanos: es decir, que puedan disfrutar de la vida, tener una vivienda, alimentarse, educar a sus hijos, gozar del descanso necesario, tener un sano esparcimiento; en fin, trabajar sí, pero para vivir como personas en comunidad con otras personas, y con la posibilidad de explotar sus potencialidades para su propio beneficio y para el beneficio de la sociedad donde viven.
Henrique Vera, Mireya Caldera Pietri, Luis Alejandro Aguilar y Andrea Villamizar
-El Museo de los Niños, esa maravillosa realidad fundada por tu mamá, tiene en ti hoy a su mejor directora. ¿Cómo ha sido el reto de haberlo mantenido a flote?
-Gracias Carolina por calificarme como “la mejor” directora, no sé si es así pero sí es cierto que me he dedicado en alma, vida y corazón, con esa tenacidad que te decía heredé de mis padres, a mantener esta “maravillosa realidad” al servicio de los niños del país. No ha sido nada fácil porque en la época de mamá el Museo tuvo un subsidio del Estado, que veía en él un apoyo a la educación; pero cuando me tocó a mí, eso ya no existía y, ante la obligación moral de mantenerlo, hemos tenido que inventar cómo hacerlo. Nuestros ingresos provienen solo de la taquilla, que no puede ser muy alta porque deseamos que todos los niños puedan venir; pero tampoco puede ser gratis porque entonces ¿cómo pagamos los gastos y las inversiones requeridas? A veces la gente que visita dice que deberíamos hacer más cosas, pero no se paran a pensar en cuánto cuesta y cómo hacemos para conseguir el dinero... Digo siempre que Dios es grande y el Museo de los niños tiene un ángel de la guarda que lo ayuda... Además, ahora tenemos una buena “palanca” en el cielo porque estoy segura de que “Aliciamía” vela por su “séptimo hijo”.
El Museo de los Niños de Caracas, tradición y trabajo apasionado
-¿Qué significa Venezuela para Mireya Caldera Pietri?
-Venezuela es un país maravilloso, donde tuve la suerte de nacer: tiene bellezas naturales y un enorme potencial; su gente ha demostrado a través de la historia ser especial, con temple, inteligencia y deseos de hacerla grande. Para mí es la razón para trabajar contribuyendo con la educación de los niños, pues considero que es un pilar fundamental de la sociedad: antes en la docencia universitaria y ahora en el Museo de los Niños, la contribución al país es lo que me mueve a trabajar —con optimismo y dedicación— para las nuevas generaciones de venezolanos, deseando que todos sientan —como yo— “el orgullo de ser venezolanos”.
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