Juan Toro Diez: “La violencia nos atraviesa como sociedad”
El autor expone desde hoy en la Galería D’Museo, “Tropus”, propuesta que lo acerca a la instalación y que profundiza su discurso sobre la violencia
Su trabajo fotográfico encaja perfectamente en el término “expediente”, pues desde hace casi una década, el autor que es Juan Toro Diez (Caracas, 1969) se ha dado a la tarea de crear un amplio y personalísimo inventario de aquellos objetos que mostrados por él fuera del contexto de hechos como un asesinato o la brutal represión de una protesta civil, son capaces de ubicar al observador ante una perspectiva real del estado de violencia que mantiene malherido al país.
Toro Diez se acerca a un fenómeno como la violencia, no a la manera de los fotorreporteros de la fuente de Sucesos, sino a través de fragmentos en los que las huellas de la ira, de la fuerza bruta, del odio, del desasosiego, de la intolerancia, de la resistencia, del dolor, del luto, de la desesperanza y, por qué no, de la esperanza, obligan a abrir los ojos y a no perder la memoria. Él es comunicador social, fotógrafo y artista visual, pero para englobarlas todas lo llamaremos autor.
Las etiquetas de tirro con las que son identificados los cuerpos en la Morgue de Bello Monte. El plomo deforme de las balas ya detonadas. Los cartuchos vacíos de bombas lacrimógenas. La piedra arrojada. Las metras ocultas entre perdigones… Y en contraposición, los envases de refrescos mutados en máscara antigás. El tapaboca sucio. La manoseada botella de antiácido… Y como consecuencia, los juegos de llaves sin dueños. Los blísteres que ya no contienen antidepresivos, somníferos o ansiolíticos. Las sillas sin uso que quedaron de una fábrica que cerró. Los empaques de productos desvanecidos de los anaqueles… Estos son algunos de los objetos con los que Juan Toro Diez ha dado a la fotografía una potente carga discursiva.
Hoy, cuando se inaugura en la Galería D’Museo, la muestra Tropus, el autor recurre a un objeto que marcó las protestas estudiantiles de 2017: los escudos, presentados ahora sobre la emulsión de una Polaroid desmembrada de su soporte original, lo cual transfiere a la imagen un contorno amorfo, como ve Juan Toro Diez al país. Un país impreciso, desfigurado.
-A casi diez años de trabajo con el mismo tema, ¿cuál es su visión de la violencia?
-Hay una frase contundente que dijo Héctor Fuenmayor en Maracay en 2015: “Para entender la violencia hay que organizarla”. Yo me he dado a esa tarea, desde algo que no tenía muy consciente. Eso me ha permitido entender una cantidad de cosas sobre este fenómeno. Lo importante de mi trabajo es la organización para que la violencia pueda ser medianamente entendida por un tercero. Evidentemente, es difícil hablar de estos temas en un país que vive la violencia de la manera en la que la estamos viviendo, pero creo que hay que mostrar la violencia en el momento que ocurre como un llamado de atención. Finalmente, la función de los fotógrafos en este momento es registrar, dejar señales. Alguien me preguntaba: “¿Eso funciona para algo?". La verdad, no lo sé, pero si la gente pudiera leer las señales que nos ha dejado el tiempo, posiblemente no tendríamos el país que tenemos. Si lees ahora Memorias de un venezolano de la decadencia, pareciera que estuvieras leyendo un periódico de hoy. Aunque esas señales no llegaron hay que seguir haciéndolas, hay que seguir dejándolas porque en algún momento alguien las verá.
“Hay que construir un espacio de memoria –prosigue–, vivimos en un país donde se habla mucho de la memoria, pero no hay un espacio en el que puedas recurrir a ella”.
-¿El venezolano es víctima más de la desmemoria que de la violencia?
-Somos víctimas de las dos cosas. Lo que pasa es que es muy difícil ver las cosas con frialdad en este momento. Para tener respuestas a algunas preguntas que se hacen todo el tiempo, posiblemente deberíamos estar en una situación más reposada y no es así. Estamos ahora en un hecho de supervivencia, y la supervivencia ocupa la mayor parte de nuestro día. Es muy difícil que reflexiones sobre ciertas cosas cuando tu tiempo lo tienes que utilizar en poder suplir necesidades básicas.
-¿La violencia le repugna?, ¿lo seduce?, ¿lo convierte en voyeur?, ¿qué efecto tiene en usted?
-La violencia es un motor que me genera preguntas, y en la búsqueda de respuestas, no ya desde el punto de vista del fotógrafo, del autor, lo que me preocupa, lo que me interesa, es dar con esas respuestas desde la ciudadanía. Si esas respuestas que consiga me dan algunas luces, entonces creo que llega el momento de hacerlas públicas.
-¿Por qué decidió centrar su trabajo en la violencia? ¿No hubo otros temas que le interesaran?
-La violencia siempre fue un tema que me llamó la atención. Cuando estudiaba Comunicación Social una de las cosas que le decía a mis compañeros era que sería interesante trabajar en un sitio como Magnum, y entendí que para llegar a esa agencia tenía que fotografiar situaciones problemáticas. Si hoy en día me lo preguntas, no sé si me interesaría trabajar en una agencia de ese tipo porque creo que me limitaría en algunas cosas. Uno ha ido encontrando su propio camino y la violencia ha sido un tema que ha centrado mi búsqueda. La violencia me ha invitado no solamente a seguirla, sino a investigarla, no ya desde el punto de vista de otros fotógrafos o artistas, sino desde el pensamiento. Todos los textos que pueda conseguir que hablen sobre la violencia me interesan, vivo buscándolos, porque entiendo que la violencia es un problema que nos atraviesa como sociedad y tiene múltiples manifestaciones.
-La violencia es un tema que nunca termina, y como nunca termina existen múltiples visiones para abordarla. Cuando ves el trabajo de Nelson Garrido, o de la mexicana Teresa Margolles o la colombiana Doris Salcedo te das cuenta que ellos están visibilizando la violencia desde perspectivas muy distintas y con múltiples lecturas. Ahí comienzan a abrirse nuevos caminos de investigación.
-Sus imágenes no muestran el hecho concreto de la violencia, sino que la hacen evidente a través de detalles, de los fragmentos que quedan de ese hecho violento. ¿Cómo y por qué llegó a esa depuración?
-La primera vez que se expusieron en la ONG las imágenes iniciales de mi trabajo (se refiere a las que hizo con la periodista Isoliett Iglesias, entre finales de 2008 y 2014, como las de la Morgue de Bello Monte), la gente entraba y salía corriendo. La gente no necesitaba ver la violencia de una manera tan directa, y hoy en día pienso que la violencia no puede ser confrontada con más violencia. Es como el mito de Medusa, que cuando la miras de frente te mata; la miras a través de algo o de manera oblicua a través de un reflejo. A la violencia hay que empezar a mirarla de esta forma. El mayor insumo que genera mi trabajo está dado en el hecho informativo. Pasa algo y terminas buscando un elemento que hable de aquello para poder abordarlo desde una segunda mirada. Hoy en día, lo que a mí me interesa son esas segundas miradas, porque tienen una tendencia a generar un hecho más reflexivo.
-¿Cómo se llega a esa segunda mirada?
-Dando un paso hacia atrás para poder ver los hechos desde otras perspectivas. En mi caso, el objeto terminó siendo el inicio de esa segunda mirada. Cuando llegó el primer objeto a mí, entendí que no necesitaba ver el cuerpo, sino que ese objeto ya lo contenía. Así surgió una nueva forma de mirar. Necesitaba buscar un elemento que me hablara de un problema, y cuando lo conseguí, busqué descontextualizarlo, llevarlo a un espacio de silencio desde el cual puedo proteger al espectador: “Ya este objeto no te va a hacer daño”. Pero en ese espacio de silencio también puede establecerse un nuevo diálogo entre el objeto y la persona, que además, sin que ésta lo concientice, tiene una cantidad de capas de contenido. Es decir, allí hay contenidos de impunidad, de injusticia, de dolor, de traición, de esperanza…
-En Tropus es evidente que la manera de presentar su trabajo se acerca más a la instalación que a una exposición fotográfica.
-Ya no se trata solo de ver el objeto, que es un tema que he venido trabajando y que habla directamente de la violencia, sino de que el propio hecho instalativo empieza a hacerse más evidente con la introducción de elementos extrafotográficos (el ambiente, la penumbra, el cable…) que terminan incorporándose al discurso y le dan un nuevo sentido a lo que quiero decir. Siento que lo fotográfico ya no va a ser lo que me contenga, a lo mejor empiezo a explorar hechos que van más allá de la propia fotografía, a lo que creo que los fotógrafos no debemos tenerle miedo. Lo que nosotros debemos generar es una especie de lenguaje, lo que debemos buscar es la mejor forma de comunicar algo. Nelson Garrido lo dice muy claramente: “Los fotógrafos debemos comenzar a pensar no en fotografía sino en imágenes”. Cuando eres una persona que piensa en imágenes te estás dando la oportunidad de introducir elementos no fotográficos que pueden potenciar tu discurso. Lo que nos interesa a nosotros es el discurso, no la foto individual. En otro momento pensaba que tenía que salir a la calle a hacer la foto de mi vida, hoy en día prefiero construir esa imagen, que ya no es una palabra, es un texto.
-¿Cuán de cerca le ha tocado la violencia?
-Hace dos años me robaron un carro estando con mi hijo de cuatro años –él todavía lo recuerda, de hecho–; el año pasado mi hermano fue víctima de un hecho violento. Haciendo referencia al libro de Susan Sontag, Ante el dolor de los demás, en el que dice que los fotógrafos retratan el dolor de los otros, creo que lo que estamos haciendo es un registro del país, estamos registrando nuestro propio dolor, no solo por el hecho de que seamos víctimas de las circunstancias, sino porque no podemos separarnos de donde vivimos. Cuando hago un trabajo de este tipo, no me puedo aislar como persona de lo que estoy haciendo. Formo parte de ese mismo hecho. Estoy frente a mi propio dolor.
-En un mundo inundado de imágenes, ¿qué valor le da a la fotografía?
-Fontcuberta dice que estamos viviendo la época de la posfotografía; él se plantea un hecho: los nuevos autores son aquellos que terminan de darle sentido a toda esa cantidad de contenido que se está generando. Cuando tú te sumerges en un tema como el de la violencia y tratas de darle un sentido, te estás diferenciando de otros. Voy a seguir trabajando estos temas porque me interesa dejar registro de los hechos que están ocurriendo, no tanto como un acto reflexivo, sino como uno de memoria.
-Yo no fotografío lo que pasa para colocarlo en una red social para que los demás lo vean, a mí me interesa reflexionar antes de colocar, y cuando lo hago ya no estoy publicando una imagen, sino una idea. Trato de alejarme de esa realidad hiperfotografiada para llegar a una idea que posiblemente tendrá más posibilidades de arraigarse en la gente que la vea.
-¿Qué espera de quien mira sus fotografías?
-Espero que se lleve preguntas, y que esas preguntas lo lleven a reflexionar sobre lo que vio. Una de las cosas más importante de Tropus es que estás en un espacio gris donde las cosas no están totalmente definidas y allí puede ser que surjan preguntas interesantes… y la posibilidad de buscar respuestas.
-¿Cómo mantenerse centrado frente a los niveles de violencia a los que a diario somos sometidos?
-Todos tenemos que buscar espacios donde nos sintamos protegidos, el tema de la familia, los niños, la lectura, el cine. Las burbujas también son necesarias. Necesito aislar lo más posible a mis hijos de los hechos violentos que ocurren, así que a veces trato de aislarme con ellos. Y aunque cada vez es más difícil separarse de ella, sino lo haces te consume, te aplasta y como no tienes ese espacio de sosiego no puedes pensar después, cuando vuelves al tema, de una manera tranquila. La reflexión solo es posible en la distancia y después en la lectura, en la investigación.
-Aparte de su discurso, está el hecho de que constantemente experimenta con la imagen fotográfica, ¿hacia dónde se dirige en esa búsqueda?
-Ya el formato fotográfico no me preocupa tanto. Lo que me preocupa es buscar elementos que potencien ese formato, ese material. Me interesan los discursos, que es donde está el verdadero tema a desarrollar. Hoy en día tengo más referentes no fotográficos que fotográficos.
@juanchi62
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