Golpes de pecho
Cada miembro del equipo forma parte de la misma cultura. Allí ha de estar el foco de una nueva generación de líderes. Sin duda, ya es tiempo. De menos golpes de pecho. Y de más miradas al frente
Mucho se ha dicho de los golpes de pecho en la iglesia, de los moralismos de corta duración, de los juicios que siempre comienzan a lo lejos, de la poca congruencia humana.
Y se seguirá diciendo, pues es más de lo mismo. Es decir, aquí mientras escribo estas líneas, por momentos pretendo ver desde afuera y desde lejos el fenómeno, cuál observador omnipresente, que no soy, y corriendo el riesgo de que este artículo sea también uno de esos “golpes de pecho”.
Es que lo peor que tienen como fenómeno, no es el efecto que generan en quienes muestran incongruencia entre lo que dicen y lo que hacen, sino el efecto que tienen en aquellos que no se dan esos golpes al principio, pero los juzgan desde afuera.
Ven a los que se dan golpes de pecho, y los juzgan… Para luego dárselos ellos, mientras otros los juzgan detrás. Así funciona. Hilera tras hilera. En el templo y fuera de él.
En el trabajo de formación y alineación de equipos humanos, en empresas, en gobiernos y en asociaciones de la sociedad civil, es impresionantemente frecuente observar conflictos que parten de la postura de “darse golpes de pecho” que unos y otros asumen como mecanismo de protección.
¡Y no se protegen nada! Se protege más el que va al templo a encontrarse de verdad consigo mismo, que el que va a observar el proceso de los otros. Del mismo modo pasa en las organizaciones. Se protege más el que es capaz de autoevaluarse, de auto supervisarse, de reconocer sus talentos y aciertos, con la misma claridad con la que pueda observar y atender sus carencias y sus errores.
No se trata de la capacidad de hacer una suerte de “acto de contrición corporativo”, sino del coraje para comprometerse con la mejora continua personal, y en consecuencia, con la mejora continua del equipo del que se forma parte. Sin golpes, ni en el pecho, ni en la mente, ni en el corazón. Ni para los demás, ni para uno mismo. Pero con el coraje para asumir las cuotas de responsabilidad que cada uno tiene, a sabiendas de que cada miembro del equipo forma parte de la misma cultura.
Allí ha de estar el foco de una nueva generación de líderes. Sin duda, ya es tiempo. De menos golpes de pecho. Y de más miradas al frente.
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