Caracas.- Bajo recesión y más en nuestro caso que es profunda, estructural y continuada, las empresas no pueden disimular los problemas de competitividad y todos los males salen a la superficie y pegan de frente forzando a cambios profundos. Las estructuras se estrechan, los componentes duros y blandos se exigen a su máximo (o mínimo) posibles. La primera reacción es la de reducir gastos y la segunda la de reducir costos. La medida de la reducción máxima aconsejable es aquella que no llegue a cambiar la escala de la operación; pues hasta no se trata de afectar la estructura de la empresa. Si hubiera que hacerlo, recomiendo manejarlo como un proyecto, cuidando que en el recorte de grasa (porque de eso se trata), no se corte algún músculo o nervio. Es un proceso delicado pero de riesgo controlado. Hasta lograr la escala que produzca la alineación armónica, aguas arriba y aguas abajo, hasta el consumidor final. La pregunta básica es: si no hubiera recesión, ¿aún podría ser competitivo? Hay que ser sinceros con uno mismo, pues la etapa que se avecina será de máximo estrés a estructuras empresariales y hay que estar hecho de material genuino o sea, ser profesional, conocer el negocio y reconocer si se puede con él. Es el momento de decidir salir y tal vez dejar espacio a alguien diferente que si pueda tomar la posta y continuar. Vender o buscar socios y alianzas es una demostración de buena gerencia empresarial. Cerrar una empresa debe ser la última decisión por el daño social que significa. Nos la ponen difícil…