Lecturas & Lectores: Apegos feroces
La norteamericana Vivian Gornick demuestra que la literatura de no ficción es algo más que contar la vida. El fenómeno literario español afirma que vivimos un momento de histeria social y venganza
Vivian Gornick (Nueva York, 1935) es periodista, escritora y activista feminista. A finales de los años ochenta su libro de no ficción Apegos feroces (1986), estremeció al mundo editorial anglosajón, y ahora, treinta años después, lo hace en Iberoamérica gracias a la editorial Sexto Piso, que se atrevió a publicar su traducción en español a cargo de Daniel Ramos Sánchez.
En Apegos feroces, el lector encontrará a una mujer que cuestiona su feminismo a través de la relación con su madre, una judía inmigrante en Estados Unidos, cuya vida estaba determinada por el amor a su esposo hasta que queda viuda y entra en una profunda depresión, y su vecina Nettie Levine, una shiksa, joven, muy atractiva, quien también queda viuda y embarazada.
A lo largo de sus memorias Gornick también reflexiona sobre su construcción femenina y la influencia que en ello ejercieron su progenitora y su vecina:
“Mi madre decía que necesitaba el amor para experimentar la vida en un plano superior, pero de hecho el luto por su amor perdido era el plano más alto de vida que ella había alcanzado. Todas nos entregábamos a nuestros placeres. Nettie, quería seducir, mamá quería sufrir y yo quería leer. Ninguna de nosotras sabía cómo imponerse una disciplina que condujese a la consecución de una vida femenina ideal y corriente. Y, de hecho, ninguna de nosotras lo logró”.
A pesar de ser unas memorias del siglo pasado, los cuestionamientos planteados por Gornick son actuales, porque lamentablemente el tema sobre la igualdad de género sigue más vigente que nunca, especialmente con el movimiento Me Too. La sexualidad, la maternidad, el amor, el matrimonio, el divorcio, la soledad, la estabilidad económica, la búsqueda de la felicidad, son algunas de las angustias de Gornick que aún hoy enfrentan las mujeres a pesar del feminismo:
“Durante años, dije «Me esfuerzo en pensar» , de la misma manera que mi madre decía que se esforzaba en vivir. Mamá pensaba que merecía una medalla por sacar las piernas de la cama por la mañana y supongo que yo también, por sentarme ante el escritorio”.
En el ejercicio de pensar Gornick descubrió su yo femenino, su yo feminista y su yo de escritora a través de ese triángulo, como ella llama metafóricamente a su resistencia y frustración.
Ahora bien, el proceso de escritura en primera persona no fue un asunto sencillo para la autora estadounidense, sus primeros intentos los realizó en el periodismo y a medida que iba pensando en ser una escritora y encontrar una voz propia, se reconoció como una autora de no ficción, que requiere tanto oficio y dedicación que un autor de ficción. En Escribir narrativa personal (2001), Gornick explica que un libro de memorias es un compromiso del autor con la experiencia que aborda.
Es importante que el lector crea que el narrador, en este caso, dice la verdad. Si en la ficción el pacto entre el autor y el lector es la verosimilitud de la historia, en la no ficción es la autenticidad de la experiencia:
“El poeta, el novelista, el memorialista, todos deben convencer al lector de que poseen cierta sabiduría, y de que escriben lo más honestamente posible para llegar a expresar lo que saben”.
Apegos feroces es el compromiso de una autora que deja de lado el tono acusador y de queja para comprometerse a decir verdades, para entender su propia vida y la presencia de los recuerdos que vienen de esas conversaciones en la cocina o de las caminatas por la calles de Nueva York.
¿Por qué atraen tanto los libros de no ficción? ¿Por qué a los lectores les interesa el testimonio personal? Quizás porque necesitan encontrar en la literatura experiencias personales; es decir, encontrar voces que cuentan situaciones similares y cercanas, que a su vez son universales. A la par de Gornick, podemos observar el fenómeno de Ordesa (2018), de Manuel Vilas en España, en este libro el autor empieza a reflexionar sobre la complejidad de su vida a partir de la muerte de sus padres.
Todos, tarde o temprano, somos un reflejo de nuestro padres a pesar de que vivimos en un constante rechazo a ello. De ahí, que la literatura sea un reflejo de la vida y leer una necesidad de saber o más bien de esclarecer los enigmas de la existencia.
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