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De "Tío Conejo" a "Wilexis": El culto al “vivo” que terminó en crimen

En la medida en que el Estado se debilita, el crimen organizado gana territorio, influencia y hasta legitimidad social. La violencia no cesará hasta que las políticas públicas ataquen las causas estructurales de la delincuencia

  • Diario El Universal

02/02/2025 06:00 am

La historia de la humanidad está unida a la historia del crimen. En cualquier lugar en el que se ha establecido una comunidad humana, el crimen ha plantado sus raíces.

Desde esos nómadas que evolucionaron a pueblos, ciudades, reinos y naciones, siempre han existido aquellos que contribuyen con su trabajo, creatividad, esfuerzo y liderazgo para la construcción de esas sociedades y, paralelamente, encontraremos a quienes cruzaron el umbral de la legalidad. Desde los tiempos pre bíblicos hasta la actualidad, el delito nos ha acompañado en nuestro camino, es una de las tantas facetas de nuestra evolución como sociedad.

Pero a veces los delincuentes se convierten en mitos. En oportunidades, la idiosincrasia de una sociedad rompe el molde a seguir y confunde sus modelos.

De la viveza criolla al vivo pendejo
En nuestro país se hizo popular la cultura de la "viveza criolla", que se nutre de la vieja picaresca fábula de “Tío Tigre y Tío Conejo”, en la que el débil, gracias a su astucia y habilidades, burla al sistema y consigue ventajas que de otra manera no tendría.

Son historias nacidas en tiempos la esclavitud, servían de aliciente para sobrellevar una realidad aplastante, cuentos que se colaron hasta convertirse en las historias del pobre contra el rico y, de una manera pervertida, del delincuente contra el sistema.

El problema es que cuando esa conducta “astuta” deriva en la comisión consciente de faltas, los delitos se convierten en costumbres socialmente aceptadas, como por ejemplo circular por el hombrillo en las autopistas, colearse en las filas, pagar puestos en las colas, contratar gestores por cosas que deberían ser gratis, buhonería, pago para “refrescos” a funcionarios policiales para que no impongan multas y un sin fin de conductas que terminaron minando la confianza del ciudadano en instituciones y autoridades

Ideales perdidos
Culturalmente los delincuentes exitosos terminan mitificados, los que logran evadir a las autoridades y acumulan riquezas terminan vistos como intocables y admirados, hasta que el tiempo cierra el ciclo, y ese que fue la imagen del mítico sobreviviente culmina su existencia en un oscuro tiroteo, retratado para la posteridad. Luego un nuevo malo ascenderá para ocupar su lugar en la historia de fuerza, “viveza”, maldad, sangre, fuego y mucha suerte, así un nuevo héroe saldrá.

El malo es el modelo porque en un plazo relativamente corto nuestra sociedad trastocó sus ideales. Dejó de valorar el esfuerzo, el estudio y el trabajo, y comenzó a darle importancia a los atajos.

La belleza se impuso al talento y conquistar un “sugar daddy” era el mecanismo; los contactos hacen más riqueza que el trabajo, y la viveza es el camino al éxito. No importan los estudios, maestrías, postgrados y récords, todos los méritos académicos son derrotados por un cabello liso, bocas lipoesculpidas, amigos en ministerios, conocidos en las policías y tentadoras minifaldas.

Esta mentalidad contribuye a que algunos justifiquen y admiren las acciones de los criminales, especialmente si estos son percibidos como sujetos socialmente atractivos, que "roban a los ricos" o "sujetos que desafiaron al sistema", de una manera u otra todos creen que le ganaron a ese sistema que consideran “maluco”.

Tierra de pranes
Wilexis Alexander Acevedo Monasterios, alias “Wilexis”, es el más reciente de una larga lista de pranes que incluye a otros como “Carlos Capa”, “Koki” y “Conejo”. Todos muertos en enfrentamientos con la policía.

El listado de los más buscados destaca a criminales conocidos como "Niño Guerrero" y "El Santanita", los capos del Tren de Aragua; así como otros nombres como alias “Vampi”, “El Cagón” y “Yeico Masacre”, entre otros tantos.

Aunque algunos delincuentes caen, el crimen persistirá y siempre habrá alguien que tome el lugar vacante. La violencia continuará mientras no se aborden causas como la pobreza, la falta de oportunidades y la impunidad.

El delito solo se detiene cuando se imponen políticas que enfrenten estos problemas sociales.

Estado responsable
Cuando el estado abandona sus funciones, surgen gobernanzas criminales que sirven para mitificar a los delincuentes que las asumen. Eso lo vimos en las llamadas Zonas de Paz que fortalecieron bandas como la de la Cota 905 de “El Koki”, la de “Carlos Capa” en los Valles del Tuy, la de “Eduardo Delicias” en Barlovento; “Loco Leo” en El Valle y “El Picure” en Guárico, que fueron ejemplos de esa situación, pero también lo vimos en las cárceles con el pranato; el ejemplo más representativo es el surgimiento, fortalecimiento e internacionalización del Tren de Aragua.

Al respecto el criminólogo y profesor universitario Luis Izquiel explica: “Los delincuentes se ganan la simpatía de la gente porque ponen dinero para organizar fiestas y ayudan a quien necesita dinero. Suelen ser vistos como protectores de la comunidad ante posibles incursiones de delincuentes de otras zonas y mientras la policía brillaba por su ausencia, Wilexis se involucraba en los conflictos que surgían entre vecinos, repartía bolsas de comida y otras cosas, ganando apoyo de parte de la comunidad”.

“Además otro factor que contribuyó a que algunos se sintieran protegidos en esa gobernanza fueron los excesos policiales cometidos por algunos funcionarios, quienes con ejecuciones, allanamientos, detenciones ilegales y otros abusos, contribuyeron a que muchos prefirieran los criminales a la presencia del Estado, configurándose esta especie de enfermedad social”, acota.

“El estado debe retomar el control de las comunidades, establecer programas que ataquen la delincuencia, debe fortalecer el empleo y el estudio, ofrecer alternativas para el uso del tiempo libre, rescatar los espacios para la colectividad. Solo actuando responsablemente, podremos atacar el problema de la delincuencia de manera definitiva”, agrega el docente.
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