Sombras del mal: El Caníbal de Milwaukee
El asesino más aterrador de la historia fue condenado a 16 cadenas perpetuas consecutivas
Los asesinos aprenden a esconderse, a mimetizarse en su entorno; para muchos no son más que personas normales, amables vecinos, excelentes feligreses, hijos y primos entrañables… Tanto que cuando los detienen, todos se sorprenden.
Esta es la historia de Jeffrey Dahmer, considerado el asesino en serie más aterrador de la historia, y quien fuera bautizado “el Caníbal de Milwaukee”.
Nació el 21 de mayo de 1961 en Milwaukee, Wisconsin. Fue un niño común, activo y alegre hasta una operación de doble hernia. A partir de ese momento se convirtió en un jovencito huraño. Su madre, una mujer que sufría de depresiones, nunca tuvo mucho apego con él. Su padre, un químico, tampoco le brindó suficiente atención en su niñez.
Dahmer creció como un joven aislado, con una extraña atracción por la muerte y la taxidermia, hobby que su papá le enseñó en un esfuerzo por encaminarlo a la ciencia.
A los 18 años mató en casa de sus padres a Steven Hicks, un joven a quien levantó en la carretera y con quien quiso tener sexo. Lo enterró en el patio de donde más tarde sacó los restos, los disolvió en ácido y machacó los huesos que luego botó en un bosque cercano.
Su paso por la universidad fue fugaz. Ingresó al Ejército y fue desplegado en Alemania como personal médico, donde fue calificado como un soldado “superior al promedio”. Pero el alcoholismo, que lo dominaba, hizo que lo dieran de baja honorable. Se mudó a Miami y luego regresó a Milwaukee.
En 1985 robó un maniquí masculino que utilizó como amante. Eso lo entrenó mentalmente para tener relaciones con cuerpos inmóviles, por lo que cuando comenzó a experimentar con humanos, “no se hallaba porque se movían”. Así comenzó a drogar a las parejas que conseguía en bares, baños y locales gay, pero fue expulsado de ese mundo al ser descubierto.
En 1987 mató a Steven Tuomi en el hotel Ambassador. Lo había levantado en un bar y, según su testimonio, solo quería drogarlo y tener sexo, pero lo ultimó a golpes. Ese asesinato activó su deseo de matar.
En total mató a 17 hombres entre 1978 y 1991, doce fueron asesinados en su apartamento de North 25th Street. Otros tres fueron muertos y desmembrados en la casa de su abuela.
Dahmer quería tener amantes inmóviles. Tras drogarlos les abría un agujero en la cabeza con un taladro y les agregaba distintos líquidos para destruirles la corteza cerebral; luego comía los bíceps de sus víctimas y guardó cabezas y genitales de “los más bellos”.
Fue denunciado varias veces ante la policía por una vecina, Glenda Cleveland, luego de que su hija y una sobrina encontraran a una de sus víctimas en la calle, pero, inexplicablemente, fue devuelta al asesino por la propia policía.
Finalmente fue detenido el 22 de julio de 1991 y en un publicitado juicio fue condenado a 16 cadenas perpetuas consecutivas. El edificio donde cometió los crímenes fue demolido. El 24 de noviembre de 1994 fue asesinado en la cárcel, tenía 34 años.
Esta es la historia de Jeffrey Dahmer, considerado el asesino en serie más aterrador de la historia, y quien fuera bautizado “el Caníbal de Milwaukee”.
Nació el 21 de mayo de 1961 en Milwaukee, Wisconsin. Fue un niño común, activo y alegre hasta una operación de doble hernia. A partir de ese momento se convirtió en un jovencito huraño. Su madre, una mujer que sufría de depresiones, nunca tuvo mucho apego con él. Su padre, un químico, tampoco le brindó suficiente atención en su niñez.
Dahmer creció como un joven aislado, con una extraña atracción por la muerte y la taxidermia, hobby que su papá le enseñó en un esfuerzo por encaminarlo a la ciencia.
A los 18 años mató en casa de sus padres a Steven Hicks, un joven a quien levantó en la carretera y con quien quiso tener sexo. Lo enterró en el patio de donde más tarde sacó los restos, los disolvió en ácido y machacó los huesos que luego botó en un bosque cercano.
Su paso por la universidad fue fugaz. Ingresó al Ejército y fue desplegado en Alemania como personal médico, donde fue calificado como un soldado “superior al promedio”. Pero el alcoholismo, que lo dominaba, hizo que lo dieran de baja honorable. Se mudó a Miami y luego regresó a Milwaukee.
En 1985 robó un maniquí masculino que utilizó como amante. Eso lo entrenó mentalmente para tener relaciones con cuerpos inmóviles, por lo que cuando comenzó a experimentar con humanos, “no se hallaba porque se movían”. Así comenzó a drogar a las parejas que conseguía en bares, baños y locales gay, pero fue expulsado de ese mundo al ser descubierto.
En 1987 mató a Steven Tuomi en el hotel Ambassador. Lo había levantado en un bar y, según su testimonio, solo quería drogarlo y tener sexo, pero lo ultimó a golpes. Ese asesinato activó su deseo de matar.
En total mató a 17 hombres entre 1978 y 1991, doce fueron asesinados en su apartamento de North 25th Street. Otros tres fueron muertos y desmembrados en la casa de su abuela.
Dahmer quería tener amantes inmóviles. Tras drogarlos les abría un agujero en la cabeza con un taladro y les agregaba distintos líquidos para destruirles la corteza cerebral; luego comía los bíceps de sus víctimas y guardó cabezas y genitales de “los más bellos”.
Fue denunciado varias veces ante la policía por una vecina, Glenda Cleveland, luego de que su hija y una sobrina encontraran a una de sus víctimas en la calle, pero, inexplicablemente, fue devuelta al asesino por la propia policía.
Finalmente fue detenido el 22 de julio de 1991 y en un publicitado juicio fue condenado a 16 cadenas perpetuas consecutivas. El edificio donde cometió los crímenes fue demolido. El 24 de noviembre de 1994 fue asesinado en la cárcel, tenía 34 años.
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