Hay muchas dudas sobre los motivos qué llevan a una persona a cometer un asesinato, qué gatillos se activan para que pierda todos los frenos morales y decida romper con las normas sociales y se convierta en asesina. Pero, ¿qué sucede cuando el criminal es un niño, cuando la violencia salvaje viene de un ser que se considera puro y limpio?

Esta historia es de una niña de solo 11 años, quien fue condenada por los asesinatos de otros dos. Una historia que rompió con todos los paradigmas conocidos.

Mary Flora Bell se convirtió en una de las asesinas más jóvenes y perturbadoras de la historia. Nació el 26 de mayo de 1957 en Newcastle, Inglaterra, y su vida estuvo marcada por la violencia, el abuso y la tragedia.

Creció en un entorno de pobreza y desesperanza. Su madre, Betty Bell, apenas una adolescente, la maltrató desde su nacimiento y la sometió a abusos físicos y emocionales. La prostitución y las drogas fueron parte de su vida cotidiana. De tal forma que Mary también mostró signos de crueldad desde temprana edad, torturando animales pequeños.

El 25 de mayo de 1968, un día antes de que Mary cumpliese 11 años, el pequeño Martin Brown, un niño vecino de cuatro años, se perdió de su casa. Su cadáver fue encontrado dos días más tarde en una ruina cerca de su casa.

En principio se pensó que se trataba de un accidente, pero la autopsia revelaría algo aterrador: el niño había sido asfixiado y golpeado. Días después de la muerte, Mary fue a la casa de Martin y le dijo a su madre que quería ver al niño, la mujer compungida le dijo que estaba muerto, pero Mary dijo que quería ver el cadáver del niño.

Días después del suceso, Mary, y su amiga Norma Bell (con el mismo apellido), dejaron en una guardería una nota escrita a mano que decía: “Yo asesiné… así que tal vez vuelva”.

El 30 de julio de 1968 las dos niñas estrangularon a Brian Howe, de tres años. Luego Mary Bell volvió al lugar del crimen y con una navaja marcó con sus iniciales el estómago del niño, y usó un par de tijeras para cortar trozos del cabello de Brian y sus genitales.

A los pocos días las dos niñas fueron detenidas y, finalmente en agosto, acusadas de dos cargos de asesinato en segundo grado.

En diciembre de 1968, Mary fue condenada y, aunque su juventud generó controversia, fue enviada a prisiones para pacientes psiquiátricos. Norma Bell fue absuelta de ambos cargos, pero internada en un centro psiquiátrico por traumatismo

Mary Bell fue liberada en 1980, con un nuevo nombre, y se le garantizó el anonimato para poder empezar una nueva vida junto con su hija, quien no sabía del pasado de su madre hasta que los periodistas encontraron su casa y las persiguieron para contar sus historias.

El 21 de mayo de 2003 Mary Bell ganó una batalla legal en la Corte Suprema para lograr mantener su anonimato y el de su hija por el resto de sus vidas. Lo último que se supo es que en 2009 Mary se convirtió en abuela.