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Sombras del mal: El Monstruo de los Andes que desapareció

Fue liberado en 1998 luego de que el hospital mental lo declarara “curado”

  • Diario El Universal

25/08/2024 06:00 am

Una de las buenas cosas sobre las historias de los asesinos en serie es que reciben su merecido: son atrapados y condenados. Sin embargo, en algunos casos, además de cometer las mayores aberraciones, logran salirse con las suyas sin problemas.

Así es la historia de Pedro Alonso López, quien pasó a la posteridad como el “Monstruo de los Andes”, uno de los asesinos en serie más infames de la historia criminal del mundo, y quien confesó haber asesinado a unas 300 niñas y jovencitas.

López nació en la población de Venadillo, en Tolima, Colombia, el 8 de octubre de 1948. Es el séptimo de los 13 hijos de Benilda López de Castañeda, una prostituta. Seis meses antes de su nacimiento, su padre fue asesinado. Vivió su infancia compartiendo su cuarto con sus hermanos y su madre, por lo que también fue testigo de sus encuentros sexuales.

A los 12 años fue adoptado por una familia norteamericana, pero fue abusado por un maestro y huyó. A partir de ese momento comenzó a vivir por su cuenta, robando y haciendo trabajos a destajo. Fue detenido en varias oportunidades, hasta que a los 21 años fue encarcelado por primera vez, allí fue violado por cuatro presos, a quienes asesinaría más tarde.

En 1978 salió de la cárcel y se fue a Perú, donde comenzó a saciar sus instintos asesinos. Escogía a niñas y jovencitas de “mirada inocente” para atacar, violar y asesinar.

Fue capturado por unos habitantes del departamento de Ayacucho cuando intentaba raptar a una niña de nueve años. Lo desnudaron y enterraron vivo para matarlo, pero un pastor norteamericano le salvó la vida al convencer a la multitud de que la venganza era pecado. Así lo entregaron a la policía, que lo deportó a Ecuador. Sus crímenes quedaron impunes.

Siguió atacando en Ecuador y en Colombia. Las autoridades comienzan a notar que muchas niñas desaparecen, pero suponen que es producto de la trata de mujeres.

En 1980 las lluvias desenterraron varios cadáveres y así comenzaron las investigaciones. Días más tarde lo sorprendieron ofreciéndole dinero a una niña, huyó pero fue capturado. Lo llevaron a la policía, que creía que tenía un “loquito” entre manos.

La policía puso a un cura en la celda para tratar de sacarle información y el plan funcionó. López confesó decenas de crímenes y el sacerdote, asqueado, pidió que lo sacaran de allí. López fue enjuiciado y condenado apenas a 16 años de cárcel.

En 1994 Ecuador lo entregó a las autoridades colombianas y fue recluido en un hospital psiquiátrico. Cuatro años después, fue declarado sano y dejado en libertad.

Durante su estancia en la prisión y en el hospital confesó haber asesinado a 300 niñas y adolescentes, cien en cada país en el que vivió. En un solo lugar encontraron 54 cadáveres.

La última vez que se supo de él fue el 22 de septiembre de 1999, cuando se presentó en la Registraduría Nacional de Bogotá a reclamar su nueva cédula de ciudadanía.

En la actualidad se desconoce su paradero. Las autoridades presumen que fue ejecutado ilegalmente, pero su cuerpo no ha sido recuperado.

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