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Historias de la violencia: Se esfumó

El pequeño Miguel Alejandro Bravo cuando jugaba en el patio de su casa en octubre de 1992

  • CARLOS D' HOY

22/01/2023 06:00 am

El cierre, esa es una de las características de la muerte. Es el punto final, el momento de cerrar una historia, hasta allí llega la vida y las anécdotas, a partir de ese día, todo se convierte en recuerdos, en imágenes, sabores, olores que nos recuerdan a quien estuvo junto a nosotros.

Pero no todas las historias tienen ese cierre. Muchas historias se convierten en un infierno permanente que acompaña a los familiares de las personas que de pronto se esfumaron, que se perdieron sin que nadie pudiera dar con su paradero, a veces se cree que son secuestradas, otras veces que se fueron, que se perdieron sin dejar ningún rastro. No hubo nada que permitiera saber qué pasó con ellos.

Esta es una de esas historias, de esas que no tienen final, que no tienen cierre, que quedaron allí colgadas en el tiempo. Que dejaron habitaciones congeladas, es la historia de miles de madres que quedaron con el corazón guindando de un hilo. Madres que detrás de cada timbre del teléfono o de cada voz que escuchan mantienen la esperanza de encontrar a alguien que desapareció. Son miles de historias que tienen ese denominador común: La desaparición, la imposibilidad física de cerrar un ciclo.

Es una historia ocurrida en los últimos meses del año 1992, en octubre de ese año, cuando un niño se desapareció de su casa, ubicada en el noroeste de la ciudad de Valencia, estado Carabobo.

A mediados de octubre de 1992, en una de esas cálidas tardes de Valencia, el pequeño Miguel Alejandro Bravo se encontraba jugando en el patio de su casa, su mamá estaba dentro y lo llamó, debido a que el niño no respondió, salió a buscarlo, y… No estaba, el niño, había desaparecido del patio, a partir de ese momento su vida daría un vuelco total.

Se hizo la denuncia sobre su desaparición y se esperó que los secuestradores entablaran contacto con la familia, se presumió que el niño estaba en manos de alguna banda y que en cualquier momento solicitarían rescate para liberar al pequeño, pero pasaron las horas y los días y los supuestos secuestradores no se comunicaron.

Poco tiempo después, unos sujetos se comunicaron con la familia exigiendo una fuerte suma a cambio de la liberación del niño, pero según la policía se trataba de unos estafadores que fueron capturados por la hoy extinta Policía Técnica Judicial, no tenían al niño.

Así pasó el tiempo, ninguna pista, oficial o psíquica, llevó a algún lugar, se hicieron campañas buscando al niño, se tapizó Valencia, Maracay, Barquisimeto, Puerto Cabello con fotografías del pequeño y nada brindaba resultados. Se estudió el círculo familiar y sus allegados, a los trabajadores y ninguna de las pesquisas condujeron a nada.

Pasó el tiempo y nunca se supo nada del niño, el caso fue quedando en el olvido, jamás se supo del paradero, mientras sus familiares tuvieron que llevar la carga de saber que su hijo se esfumó. 
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