China se recarga
En primer lugar, pareciera que China quiere autocalificarse como potencia supra-mundial y que se está preparando para ocupar el sitial de honor dentro de la competencia entre los poderes geopolíticos
Se clausuró el vigésimo Congreso del Partido Comunista de China y con ello se abre una nueva fase de una revolución que ha dejado su marca en la historia universal. Muchos años han pasado desde que el camarada Mao tuvo al frente de un proceso que hoy tiene poco que ver con lo establecido en 1949 y tampoco con la década de los setenta, cuando comenzó la apertura económica bajo los conceptos de “un país, dos sistemas” y las “cuatro modernizaciones”.
El empujón que le dieron los sucesores del líder fundamental a un emporio que entró tardíamente a la modernización bajo la aplicación de una economía socialista y que se enfrentó a un aislamiento internacional, ha derivado en una sociedad signada por el autoritarismo. En lo discutido y aprobado en el Congreso resaltan cuatro temas que van a traer una compleja discusión. En primer lugar, pareciera que China quiere autocalificarse como potencia supra-mundial y que se está preparando para ocupar el sitial de honor dentro de la competencia entre los poderes geopolíticos.
El tratamiento del caso de Taiwán es un claro ejemplo. Se trata nada más y nada menos de repudiar el estatus-quo heredado de tolerar en la práctica la existencia de esa nación que Beijing la considera una provincia de China temporalmente en manos enemigas. La clara exposición del tema en el Congreso no deja lugar a dudas: China tratará de recuperar la antigua isla de Formosa.
Un segundo aspecto analizado por los dirigentes chinos y estudiado por especialistas está relacionado con el personalismo que se ha desarrollado alrededor de Xi Jinping. El autócrata oriental recibió un tercer mandato por cinco años equiparándose sólo a Mao Zedong. De cierta manera se ha dado un paso atrás en el desarrollo político de China. Basta agregar a este desdén por la democracia y por la alternabilidad, la represión que se ha aplicado a algunas minorías y a ese oasis de libertad que fue la denominada unidad administrativa especial, Hong Kong.
Otra clave que resalta al leer los documentos y discursos elaborados para deliberar en el Congreso tiene que ver con la ratificación china de su orientación económica que en lo interno reduce el papel de la empresa privada y el de los empresarios particulares cuyo poder será reducido a su mínima expresión, en lo que se observa como una segunda estatización de la economía. En lo externo, se acordó seguir competiendo con Estados Unidos por el control de la era virtual en todas sus manifestaciones: mercados, componentes, minerales estratégicos, sistemas electrónicos y otros más.
Un cuarto aspecto tiene que ver con los aspectos sociales. Este apartado es el más débil del Informe presentado por el Comité Central a la consideración de los delegados. Bajo la tesis de una “Nueva Era” desde el año 2012 (que coincide con la llegada al poder de Xi) se estipula que el país ya erradicó la pobreza, que la economía se orientará más al crecimiento interno y que se dará oportunidad al multilateralismo, bajo el concepto de “una comunidad global de futuro compartido”. Una verdad a medias.
romecan53@hotmail.com
El empujón que le dieron los sucesores del líder fundamental a un emporio que entró tardíamente a la modernización bajo la aplicación de una economía socialista y que se enfrentó a un aislamiento internacional, ha derivado en una sociedad signada por el autoritarismo. En lo discutido y aprobado en el Congreso resaltan cuatro temas que van a traer una compleja discusión. En primer lugar, pareciera que China quiere autocalificarse como potencia supra-mundial y que se está preparando para ocupar el sitial de honor dentro de la competencia entre los poderes geopolíticos.
El tratamiento del caso de Taiwán es un claro ejemplo. Se trata nada más y nada menos de repudiar el estatus-quo heredado de tolerar en la práctica la existencia de esa nación que Beijing la considera una provincia de China temporalmente en manos enemigas. La clara exposición del tema en el Congreso no deja lugar a dudas: China tratará de recuperar la antigua isla de Formosa.
Un segundo aspecto analizado por los dirigentes chinos y estudiado por especialistas está relacionado con el personalismo que se ha desarrollado alrededor de Xi Jinping. El autócrata oriental recibió un tercer mandato por cinco años equiparándose sólo a Mao Zedong. De cierta manera se ha dado un paso atrás en el desarrollo político de China. Basta agregar a este desdén por la democracia y por la alternabilidad, la represión que se ha aplicado a algunas minorías y a ese oasis de libertad que fue la denominada unidad administrativa especial, Hong Kong.
Otra clave que resalta al leer los documentos y discursos elaborados para deliberar en el Congreso tiene que ver con la ratificación china de su orientación económica que en lo interno reduce el papel de la empresa privada y el de los empresarios particulares cuyo poder será reducido a su mínima expresión, en lo que se observa como una segunda estatización de la economía. En lo externo, se acordó seguir competiendo con Estados Unidos por el control de la era virtual en todas sus manifestaciones: mercados, componentes, minerales estratégicos, sistemas electrónicos y otros más.
Un cuarto aspecto tiene que ver con los aspectos sociales. Este apartado es el más débil del Informe presentado por el Comité Central a la consideración de los delegados. Bajo la tesis de una “Nueva Era” desde el año 2012 (que coincide con la llegada al poder de Xi) se estipula que el país ya erradicó la pobreza, que la economía se orientará más al crecimiento interno y que se dará oportunidad al multilateralismo, bajo el concepto de “una comunidad global de futuro compartido”. Una verdad a medias.
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