Tristeza es la palabra que mejor define el sentimiento venezolano al enterarnos de la injustificable muerte del capitán Acosta Arévalo y de la ceguera causada a Rufo Chacón de tan sólo 16 años, ambas ocasionadas por fuerzas policiales. Imposible aceptar que algunos funcionarios embriagados de sadismo actúen sin control superior, dañando lo mejor de nuestro gentilicio y burlándose de nuestros valores más preciados. La manera de honrar a estas víctimas, y a muchas otras que día a día sucumben en las fauces de un aparato policial anarquizado, es actuando y condenando ejemplarmente a sus autores. Nuestros gobernantes deben ir más allá de las palabras y detener esas violaciones. El aparato estatal tiene el monopolio de la violencia legítima como la clasificó el filósofo alemán Max Weber. Esa violencia no se puede utilizar de forma arbitraria, porque se convierte en violencia ilegítima y genera anarquía. Resulta imperativa una orden clara proveniente del poder ejecutivo, prohibiendo seriamente a sus fuerzas policiales el uso de la tortura y la violencia como formas de manejar los conflictos sociales y la disidencia política, para que no sigamos viendo cómo los venezolanos nos degradamos por las acciones de unos funcionarios pervertidos. El informe Bachelet ratifica lo que ya era de conocimiento público en el país.

¿Podrá Perú sorprender a Brasil hoy, para conseguir el trofeo internacional más antiguo del fútbol? Si alguien puede armar ese milagro es Gareca, quien llevó a su equipo al Mundial Rusia 2018 luego de 36 años, y a una final de la Copa America luego de 44 años. Seguramente veremos un electrizante partido esta tarde.