César Burguera: ¡Lo que diga Nicolás!
"En ocasiones se tiene que realizar el ejercicio de evocar los grandes esfuerzos"
Opinión.- La compleja década
En ocasiones se tiene que realizar el ejercicio de evocar los grandes esfuerzos por mantener y garantizar la estabilidad de un país, de todo un pueblo. Que el ejercicio gubernamental, asediado por una irracional y salvaje arremetida, nunca ha renunciado al objetivo de optimizar la calidad de vida del común y la atención a las necesidades del ciudadano. Y allí encontrarnos con la presencia del presidente Nicolás Maduro. Por ello, ante la fragilidad de la memoria o retentiva, procederemos a realizar un relato de lo que ha significado el tránsito de Nicolás Maduro y aquellos oprobiosos episodios que debieron ser confrontados con verdadera vocación estoica. El presidente Maduro ha sido sometido a un inédito y salvaje ataque foráneo, con la complicidad de una destartalada dirigencia opositora, y manifestándose a través de una demoledora ofensiva que exhibe toda suerte de irracionales bloqueos, sanciones y restricciones que llegaban a afectar a todos los sectores de la patria, sin distinción alguna, sencillamente se buscaba la capitulación, la claudicación del presidente Nicolás Maduro en su irrenunciable labor de dirigir y seguir rigiendo los destinos de este venerado país. Nicolás se constituyó como la máxima referencia del proceso revolucionario y el seguro aval en la preservación del inolvidable legado. Era la intención de someternos a la infame sumisión a intereses extranjeros y en una suerte de rebatiña repartirse recursos y orgullo, espacios y dignidad. Fue el aniquilador ataque en contra de la economía del país a través de la aberrante tarea de comprometer los ingresos de la nación, era el impúdico ataque a la renta petrolera. Toda la elaborada estrategia era diseñada para el ultraje e intervención. Pero lo que no pudieron advertir era la obstinada postura del presidente Nicolás Maduro para confrontar la desquiciada aventura fomentada por un improvisado cónclave donde se confundían los estrictos dictados del extranjero en connivencia con una obediente y dócil dirigencia opositora que en la actualidad cuenta con el repudio colectivo. Son diez años de interminable hostigamiento. Son los desquiciados planes conspirativos y de abierta desestabilización que tercamente vuelven a toparse con un inexpugnable frente conformado por Nicolás Maduro. Era la desmedida violencia como principal alegato para comprometer la vida de centenares de venezolanos, así como también la tranquilidad en todo nuestro territorio, “la guarimba” tratando utópicamente de impedir el tránsito e ímpetu de un sólido gobierno nacional, llegando a la enajenada táctica de atentar contra la vida del presidente de la república, el magnicidio era la desesperada práctica por tratar de comprometer el destino y porvenir de esta patria. Este intolerante evento nos señalaba que la frustración, producto de los innumerables reveses, se había apoderado de la agenda de los conjurados. Por ello es que surge la historia para relatarnos este ejemplar compromiso y sacrificio de Nicolás Maduro en esta última y compleja década, una narrativa que llega a incluir a diferentes sectores del país, de diferentes ideologías o creencias que han entendido que bajo la dirección de Nicolás Maduro se puede presagiar esperanza e ilusión, esas mismas que acompañan la definitiva recuperación y consolidación de Venezuela. Por ello transita y raudamente recorre todo el amplio territorio nacional la contundente proclama ¡Lo que diga Nicolás!
En ocasiones se tiene que realizar el ejercicio de evocar los grandes esfuerzos por mantener y garantizar la estabilidad de un país, de todo un pueblo. Que el ejercicio gubernamental, asediado por una irracional y salvaje arremetida, nunca ha renunciado al objetivo de optimizar la calidad de vida del común y la atención a las necesidades del ciudadano. Y allí encontrarnos con la presencia del presidente Nicolás Maduro. Por ello, ante la fragilidad de la memoria o retentiva, procederemos a realizar un relato de lo que ha significado el tránsito de Nicolás Maduro y aquellos oprobiosos episodios que debieron ser confrontados con verdadera vocación estoica. El presidente Maduro ha sido sometido a un inédito y salvaje ataque foráneo, con la complicidad de una destartalada dirigencia opositora, y manifestándose a través de una demoledora ofensiva que exhibe toda suerte de irracionales bloqueos, sanciones y restricciones que llegaban a afectar a todos los sectores de la patria, sin distinción alguna, sencillamente se buscaba la capitulación, la claudicación del presidente Nicolás Maduro en su irrenunciable labor de dirigir y seguir rigiendo los destinos de este venerado país. Nicolás se constituyó como la máxima referencia del proceso revolucionario y el seguro aval en la preservación del inolvidable legado. Era la intención de someternos a la infame sumisión a intereses extranjeros y en una suerte de rebatiña repartirse recursos y orgullo, espacios y dignidad. Fue el aniquilador ataque en contra de la economía del país a través de la aberrante tarea de comprometer los ingresos de la nación, era el impúdico ataque a la renta petrolera. Toda la elaborada estrategia era diseñada para el ultraje e intervención. Pero lo que no pudieron advertir era la obstinada postura del presidente Nicolás Maduro para confrontar la desquiciada aventura fomentada por un improvisado cónclave donde se confundían los estrictos dictados del extranjero en connivencia con una obediente y dócil dirigencia opositora que en la actualidad cuenta con el repudio colectivo. Son diez años de interminable hostigamiento. Son los desquiciados planes conspirativos y de abierta desestabilización que tercamente vuelven a toparse con un inexpugnable frente conformado por Nicolás Maduro. Era la desmedida violencia como principal alegato para comprometer la vida de centenares de venezolanos, así como también la tranquilidad en todo nuestro territorio, “la guarimba” tratando utópicamente de impedir el tránsito e ímpetu de un sólido gobierno nacional, llegando a la enajenada táctica de atentar contra la vida del presidente de la república, el magnicidio era la desesperada práctica por tratar de comprometer el destino y porvenir de esta patria. Este intolerante evento nos señalaba que la frustración, producto de los innumerables reveses, se había apoderado de la agenda de los conjurados. Por ello es que surge la historia para relatarnos este ejemplar compromiso y sacrificio de Nicolás Maduro en esta última y compleja década, una narrativa que llega a incluir a diferentes sectores del país, de diferentes ideologías o creencias que han entendido que bajo la dirección de Nicolás Maduro se puede presagiar esperanza e ilusión, esas mismas que acompañan la definitiva recuperación y consolidación de Venezuela. Por ello transita y raudamente recorre todo el amplio territorio nacional la contundente proclama ¡Lo que diga Nicolás!
La amplitud de Nicolás
Desde el propio inicio de su arduo transitar el presidente y máxima expresión del proceso revolucionario, Nicolás Maduro se observó rodeado de quienes serían sus principales detractores o furibundos críticos. Eran los mismos que no podían acatar la incuestionable decisión del presidente Chávez de confiar el rumbo y dirección del país a Nicolás Maduro, son los que se ufanaban de tener mayores rangos y credenciales para ejercer la primera magistratura de la nación. Son los que en la actualidad se hacen llamar “los originarios” pero radicados cómodamente en el exterior producto del vulgar saqueo en los diferentes y elevados cargos que ejercieron en la administración pública. Allí precisamente empezó Nicolás Maduro a implementar un necesario proceso de depuración, que se vio acompañado con una oportuna visión de lo que debiera constituir la disciplina partidista, no solo dentro de la principal expresión partidista del país como lo representa el PSUV, sino de igual forma en todas las manifestaciones revolucionarías y así promoviendo esta innovadora filosofía empezaban a surgir en diversas latitudes de nuestro territorio patrio, diferentes liderazgos que comulgaban con esta nueva realidad que encarnaba Nicolás Maduro, eran aquellos que tenían que acompañar incondicionalmente sus propios pasos, acatar, sin reservas, las instrucciones para acometer conjuntamente no solo el comprometido sendero condicionado por el brutal asedio, sino igualmente sumarse al proceso de la recuperación de nuestra arraigada tierra. Era extender insistentemente la mano para el encuentro y reconciliación. Es así como Nicolás Maduro establecía como singular objetivo la erradicación del nefasto ejercicio de la imposición de candidaturas a los diferentes cargos de elección popular. Los candidatos debían ser producto de la manifestación de las consecuentes bases o militancia que reconocían en ese aspirante los principios y valores, transmitidos por el invalorable legado. Eran los candidatos que podían exhibir una incuestionable resonancia popular. “En tiempos de revolución, no puede haber espacio para el sectarismo y la imposición”. Tal vez por ello en nuestra región y con el decidido soporte de Nicolás Maduro, que se ha prodigado en apoyo y recursos, se empezó con la confección del “Nuevo Carabobo” con uno de los suyos, el gobernador Rafael Lacava. Es por ello la razón y causa de las categóricas victorias electorales para la revolución como aquella épica del 2017, donde todo parecía remoto o adverso y la ratificación del incuestionable liderazgo en el 2021 y que, en ambos comicios, encontraron valida replica con la obtención de la mayoría de las alcaldías de nuestra entidad federal. “Una sola Voz, un solo Gobierno” repiten insistentemente Maduro y Lacava. Esa ilusionante realidad, ese nuevo escenario que exhibe Carabobo, principal referencia dentro del contexto nacional, es producto de una excepcional gestión de gobierno que ha contado con un devoto aliado en la presidencia de la república. Nicolás Maduro hace fiel seguimiento a lo que sucede en este “Nuevo Carabobo” y con orgullo observa que estos complejos años, esta encarnizada lucha contra la conspiración no ha sido en vano. Por ello transita y raudamente recorre todo el amplio territorio nacional la contundente proclama ¡Lo que diga Nicolás! .Y esa es la verdad.
Desde el propio inicio de su arduo transitar el presidente y máxima expresión del proceso revolucionario, Nicolás Maduro se observó rodeado de quienes serían sus principales detractores o furibundos críticos. Eran los mismos que no podían acatar la incuestionable decisión del presidente Chávez de confiar el rumbo y dirección del país a Nicolás Maduro, son los que se ufanaban de tener mayores rangos y credenciales para ejercer la primera magistratura de la nación. Son los que en la actualidad se hacen llamar “los originarios” pero radicados cómodamente en el exterior producto del vulgar saqueo en los diferentes y elevados cargos que ejercieron en la administración pública. Allí precisamente empezó Nicolás Maduro a implementar un necesario proceso de depuración, que se vio acompañado con una oportuna visión de lo que debiera constituir la disciplina partidista, no solo dentro de la principal expresión partidista del país como lo representa el PSUV, sino de igual forma en todas las manifestaciones revolucionarías y así promoviendo esta innovadora filosofía empezaban a surgir en diversas latitudes de nuestro territorio patrio, diferentes liderazgos que comulgaban con esta nueva realidad que encarnaba Nicolás Maduro, eran aquellos que tenían que acompañar incondicionalmente sus propios pasos, acatar, sin reservas, las instrucciones para acometer conjuntamente no solo el comprometido sendero condicionado por el brutal asedio, sino igualmente sumarse al proceso de la recuperación de nuestra arraigada tierra. Era extender insistentemente la mano para el encuentro y reconciliación. Es así como Nicolás Maduro establecía como singular objetivo la erradicación del nefasto ejercicio de la imposición de candidaturas a los diferentes cargos de elección popular. Los candidatos debían ser producto de la manifestación de las consecuentes bases o militancia que reconocían en ese aspirante los principios y valores, transmitidos por el invalorable legado. Eran los candidatos que podían exhibir una incuestionable resonancia popular. “En tiempos de revolución, no puede haber espacio para el sectarismo y la imposición”. Tal vez por ello en nuestra región y con el decidido soporte de Nicolás Maduro, que se ha prodigado en apoyo y recursos, se empezó con la confección del “Nuevo Carabobo” con uno de los suyos, el gobernador Rafael Lacava. Es por ello la razón y causa de las categóricas victorias electorales para la revolución como aquella épica del 2017, donde todo parecía remoto o adverso y la ratificación del incuestionable liderazgo en el 2021 y que, en ambos comicios, encontraron valida replica con la obtención de la mayoría de las alcaldías de nuestra entidad federal. “Una sola Voz, un solo Gobierno” repiten insistentemente Maduro y Lacava. Esa ilusionante realidad, ese nuevo escenario que exhibe Carabobo, principal referencia dentro del contexto nacional, es producto de una excepcional gestión de gobierno que ha contado con un devoto aliado en la presidencia de la república. Nicolás Maduro hace fiel seguimiento a lo que sucede en este “Nuevo Carabobo” y con orgullo observa que estos complejos años, esta encarnizada lucha contra la conspiración no ha sido en vano. Por ello transita y raudamente recorre todo el amplio territorio nacional la contundente proclama ¡Lo que diga Nicolás! .Y esa es la verdad.
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