Destinos sorprendentes
Brujas, Bélgica
La joya medieval de Europa ofrece escenarios deslumbrantes, con rincones y plazas inolvidables
Gonzalo del puerto
A100 kilómetros de Bruselas y conectada por una hora, si viaja en tren, Brujas es un destino perfecto para disfrutar de unas vacaciones. Este destino turístico ofrece historia, arte, gastronomía, hoteles con encanto y paseos por calles adoquinadas, parques y canales. Todo ello en un escenario deslumbrante e íntimo a la vez, con rincones y plazas inolvidables.
En la edad media, Brujas fue la principal ciudad portuaria de Europa hasta el siglo XV. Apodada "la Venecia del Norte", conserva una fisonomía marcada por sus canales y puentes. Además, es dueña del mayor centro medieval de Europa, Patrimonio de la Humanidad, que aglutina lonjas, casas gremiales, palacios e iglesias que hablan del rico pasado de esta ciudad manufacturera y comerciante, que atrajo a la corte y a numerosos artistas.
Rodeada todavía por tramos de su antigua muralla, la ciudad belga, atesora edificios maravillosos, fáciles de enlazar recorriendo a pie, en bicicleta, en calesa o navegando en barcaza por canales que deparan una perspectiva distinta. El recorrido más habitual y completo sigue el Canal Central desde el embarcadero (hay cinco muelles) situado en el Lago de los Enamorados, en el Parque Minnewater, a cinco minutos de la estación de tren.
Una de las primeras paradas del circuito en bote, es frente al Begijnhof, una casa de beatas fundada en el año 1245, rodeado por un muro con foso y esconde un recinto de casitas blancas en torno a un jardín. Durante la edad media estaba destinado a acoger a beguinas, mujeres laicas que consagraban su vida a la oración y a los enfermos. En 1927, una comunidad de monjas tomó el relevo y, desde entonces, acoge un convento.
A poca distancia del beaterio, el Hospital de San Juan, también medieval, exhibe cuadros de Hans Memling, pintor flamenco que trabajó en la ciudad y murió en 1493; una de sus joyas es el tríptico de Moreen.
En este punto del paseo, las miradas se elevan hacia el cielo para admirar dos torres magníficas. La primera pertenece a la iglesia gótica de Nuestra Señora, cuya aguja de ladrillo de 123 metros es la más alta de Brujas y la segunda del mundo; el interior alberga los espléndidos mausoleos de Carlos el Temerario y de su hija María de Borgoña, así como la Virgen con el niño de Miguel Ángel. La segunda torre es el campanario de la catedral de San Salvador, también construida durante el esplendor de la ciudad, en el siglo XIII.
Siguiendo por calles y plazas adoquinadas se llega al palacio Gruuthuse del siglo XV.
Transformado en museo, conserva obras de arte, muebles y objetos que permiten imaginar cómo vivía la rica familia Gruuthuse. A dos pasos, el Museo Groeninge resulta imprescindible para los aficionados a la pintura flamenca, pues reúne obras de los maestros Jan Van Eyck, Hugo van der Goes y Hans Memling, junto a una muestra de arte belga actual.
Las calles Dijver y Wollenstraat conducen en pocos minutos a la espaciosa plaza Grote Markt, el auténtico corazón de la ciudad, que desde hace siglos acoge el mercado. Está flanqueada por edificios del siglo XVI que alojan cervecerías y restaurantes. En ella sobresalen el palacio Provincial, neogótico, sede de la oficina de turismo y del museo Historium, y otra torre emblemática, la esbelta Belfort, un campanario del siglo XIII que toca las horas con más de 40 campanas; sus 83 metros de altura lo convierten en un mirador excepcional.
La escapada a Brujas puede concluir acercándose en autobús o en bicicleta al norte, para disfrutar de un relajado paseo por el Parque Kruisvest. Rodeados de verdes praderas se alzan cuatro molinos históricos, únicos supervivientes de los muchos que circundaban esta ciudad flamenca en su época de esplendor.
Fuente: National Geographic
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones