Dos sorprendentes talentos del ballet venezolano
Nelson Prieto y Luis Molina son los estudiantes más aventajados del célebre maestro cubano Carlos Acosta, de cuya academia en La Habana ambos son becarios
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
Nelson Prieto, ganador del Grand Prix de Pura Danza (CORTESÍA)
Nelson Prieto, hoy con 22 años de edad y Luis Molina, con 19, hacen honor a esa frase tan manida de “poner el nombre de Venezuela en alto”, que se dice a veces tan alegremente. Llegar hasta este momento es una historia que merece ser contada, básicamente porque ambos se han ubicado dentro de los estudiantes más aventajados de la academia fundada y dirigida por el primer bailarín cubano Carlos Acosta, poseedor de alto reconocimiento mundial, quien ha alcanzado las más altas posiciones artísticas en el Ballet Nacional de Cuba, English National Ballet, Ballet de Houston, Royal Ballet de Londres, American Ballet Theatre, además de dirigir hoy el Royal Birmingham Ballet y ostentar el título de Caballero de la Reina Isabel II de Inglaterra.
Acosta, siendo adolescente y todavía estudiante de la Escuela Nacional de Ballet de Cuba, actuó en Caracas en 1993 presentándose en el Teatro Teresa Carreño junto a ascendentes bailarinas venezolanas.
Una línea paralela traza la historia de estos dos entusiastas jóvenes. Nelson Prieto y Luis Molina se convirtieron rápidamente en comentario generalizado en el ballet nacional, gracias a los talentos con los que nacieron: Nelson, una presencia artística que conmueve mucho más allá de su buen dominio técnico, y Luis, un cuerpo con el que puede hacer cualquier cosa en un escenario, dotado de piernas formadas para bailar y solo para bailar. Un bailarín participante de un concurso de danza en el que ambos tomaron parte, afirmó: “De pronto se convirtieron en la pesadilla de todos los varones que íbamos a concursos de ballet, llegábamos directo a preguntar si ellos estarían y si la respuesta era sí, algo dentro de nosotros nos decía que en esa competencia íbamos a ver escapar el oro hasta llegar a los cuellos de ellos dos, quienes para complemento nunca competían en la misma categoría. Es que son muy buenos”.
Lo referido fue suficiente para que Nelson y Luis llegaran hasta la academia Acosta Danza.
Nelson Prieto, hoy con 22 años de edad y Luis Molina, con 19, hacen honor a esa frase tan manida de “poner el nombre de Venezuela en alto”, que se dice a veces tan alegremente. Llegar hasta este momento es una historia que merece ser contada, básicamente porque ambos se han ubicado dentro de los estudiantes más aventajados de la academia fundada y dirigida por el primer bailarín cubano Carlos Acosta, poseedor de alto reconocimiento mundial, quien ha alcanzado las más altas posiciones artísticas en el Ballet Nacional de Cuba, English National Ballet, Ballet de Houston, Royal Ballet de Londres, American Ballet Theatre, además de dirigir hoy el Royal Birmingham Ballet y ostentar el título de Caballero de la Reina Isabel II de Inglaterra.
Acosta, siendo adolescente y todavía estudiante de la Escuela Nacional de Ballet de Cuba, actuó en Caracas en 1993 presentándose en el Teatro Teresa Carreño junto a ascendentes bailarinas venezolanas.
Una línea paralela traza la historia de estos dos entusiastas jóvenes. Nelson Prieto y Luis Molina se convirtieron rápidamente en comentario generalizado en el ballet nacional, gracias a los talentos con los que nacieron: Nelson, una presencia artística que conmueve mucho más allá de su buen dominio técnico, y Luis, un cuerpo con el que puede hacer cualquier cosa en un escenario, dotado de piernas formadas para bailar y solo para bailar. Un bailarín participante de un concurso de danza en el que ambos tomaron parte, afirmó: “De pronto se convirtieron en la pesadilla de todos los varones que íbamos a concursos de ballet, llegábamos directo a preguntar si ellos estarían y si la respuesta era sí, algo dentro de nosotros nos decía que en esa competencia íbamos a ver escapar el oro hasta llegar a los cuellos de ellos dos, quienes para complemento nunca competían en la misma categoría. Es que son muy buenos”.
Lo referido fue suficiente para que Nelson y Luis llegaran hasta la academia Acosta Danza.
Luis Molina, finalista en el Concurso Internacional de Jóvenes Estudiantes de Ballet de La Habana (CORTESÍA)
El viaje de sus vidas
Carlos Acosta es un bailarín cubano a quien el esfuerzo ha recompensado en grande convirtiéndolo en una de las figuras más importantes del ballet internacional. A sus 48 años de edad, ha desarrollado una apasionada necesidad de devolverle a la vida lo que esta le dio, que ha materializado a través de su labor al frente de la Fundación Acosta Danza. Creó una compañía en La Habana que ya ha recibido comentarios como el escrito por Zoe Anderson en Independent UK: “Lo delicioso es que ya se ven como una compañía. Los bailarines aportan un sentido de unidad y personalidad individual, mientras que el repertorio equilibra las raíces cubanas y un sentimiento de aventura”.
La agrupación permite que jóvenes del mundo perfeccionen su técnica y conocimientos, para acceder luego a las principales compañías internacionales de danza y emprender una carrera de éxito. Ese privilegio lo recibieron Nelson Prieto y Luis Molina. El año 2018 había finalizado especialmente bien para ambos muchachos. Nelson obtuvo el Grand Prix de Pura Danza, lo que trajo como consecuencia que unos cuantos maestros internacionales miraran sus posibilidades de crecimiento profesional. Por su parte, Luis resultó finalista en el Concurso Internacional de Jóvenes Estudiantes de Ballet de La Habana y recibió ovaciones al desempeñar el papel principal en la producción de El Cascanueces del Ballet del Teatro Teresa Carreño.
Con el respaldo de la Fundación Teatro Teresa Carreño, el 30 de agosto de 2019 ambos bailarines emprendieron el viaje de sus vidas. Admitidos por un periodo de tres años a régimen completo, los dos muchachos son considerados internos, reciben alimentación, alojamiento, algún dinero para sus gastos personales y clases durante todo el día, pero, además, tienen la posibilidad de bailar con la compañía profesional de Carlos Acosta.
Aunque hicieron todo lo posible por encontrar una forma de mantener el régimen de estudios presenciales que exige la complicada formación de un bailarín académico, la academia Acosta Danza tuvo que acogerse a los términos bajo los que se cumple la cuarentena mundial causada por la aparición del Covid-19. No fue una decisión fácil, obviamente, pero, en agosto de 2020 los alumnos tuvieron que abandonar temporalmente la sede física de la academia y regresar a Venezuela donde continúan diariamente su formación a distancia.
La historia del talento de dos muchachos que apenas rozan los veinte años, ha dado mucho que decir en el ballet venezolano del siglo XXI. Por difícil que parezca, la unánime opinión sobre el desempeño de ambos parece haberse logrado y tienen el camino trazado en una línea ascendente hacia el éxito. Eso sucede cuando alguien se convence de perseguir una meta y la convierte en motivo para seguir siempre adelante.
El viaje de sus vidas
Carlos Acosta es un bailarín cubano a quien el esfuerzo ha recompensado en grande convirtiéndolo en una de las figuras más importantes del ballet internacional. A sus 48 años de edad, ha desarrollado una apasionada necesidad de devolverle a la vida lo que esta le dio, que ha materializado a través de su labor al frente de la Fundación Acosta Danza. Creó una compañía en La Habana que ya ha recibido comentarios como el escrito por Zoe Anderson en Independent UK: “Lo delicioso es que ya se ven como una compañía. Los bailarines aportan un sentido de unidad y personalidad individual, mientras que el repertorio equilibra las raíces cubanas y un sentimiento de aventura”.
La agrupación permite que jóvenes del mundo perfeccionen su técnica y conocimientos, para acceder luego a las principales compañías internacionales de danza y emprender una carrera de éxito. Ese privilegio lo recibieron Nelson Prieto y Luis Molina. El año 2018 había finalizado especialmente bien para ambos muchachos. Nelson obtuvo el Grand Prix de Pura Danza, lo que trajo como consecuencia que unos cuantos maestros internacionales miraran sus posibilidades de crecimiento profesional. Por su parte, Luis resultó finalista en el Concurso Internacional de Jóvenes Estudiantes de Ballet de La Habana y recibió ovaciones al desempeñar el papel principal en la producción de El Cascanueces del Ballet del Teatro Teresa Carreño.
Con el respaldo de la Fundación Teatro Teresa Carreño, el 30 de agosto de 2019 ambos bailarines emprendieron el viaje de sus vidas. Admitidos por un periodo de tres años a régimen completo, los dos muchachos son considerados internos, reciben alimentación, alojamiento, algún dinero para sus gastos personales y clases durante todo el día, pero, además, tienen la posibilidad de bailar con la compañía profesional de Carlos Acosta.
Aunque hicieron todo lo posible por encontrar una forma de mantener el régimen de estudios presenciales que exige la complicada formación de un bailarín académico, la academia Acosta Danza tuvo que acogerse a los términos bajo los que se cumple la cuarentena mundial causada por la aparición del Covid-19. No fue una decisión fácil, obviamente, pero, en agosto de 2020 los alumnos tuvieron que abandonar temporalmente la sede física de la academia y regresar a Venezuela donde continúan diariamente su formación a distancia.
La historia del talento de dos muchachos que apenas rozan los veinte años, ha dado mucho que decir en el ballet venezolano del siglo XXI. Por difícil que parezca, la unánime opinión sobre el desempeño de ambos parece haberse logrado y tienen el camino trazado en una línea ascendente hacia el éxito. Eso sucede cuando alguien se convence de perseguir una meta y la convierte en motivo para seguir siempre adelante.
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