Alirio Rodríguez: "La pintura nos invita a reinventarnos"
El autor de la otrora Corte Suprema falleció a los 84 años, luego de lucha por un mes contra la neumonía
A los 84 años falleció este martes en Caracas el pintor Alirio Rodríguez, víctima de una neumonía que lo mantuvo hospitalizado durante un mes.
Premio Nacional de Artes Plásticas 1969, es considerado por la crítica como el precursor de la nueva figuración en la pintura venezolana. Había nacido en El Callo, estado Bolívar, y se formó en la Escuela de Artes Aplicadas de Caracas y el Taller Libre de Arte.
En el año de 1957 realiza su primera exposición individual en la AVP (Caracas). Al año siguiente viaja a Italia, donde estudia en el Instituto de Arte de Roma y posteriormente se traslada a Ravena para aprender las técnicas antiguas y modernas del mosaico.
En esta etapa realiza varias naturalezas muertas, nunca expuestas, donde por primera y única vez no es la figura humana el tema central de su obra. Este mismo año participa en la exposición Pintura latinoamericana en el Palazzo Venecia (Roma) y exhibe su obra en el Palazzo Brancaccio de esa misma ciudad.
En 1961 retorna a Venezuela y es nombrado titular de la cátedra de Dibujo y Pintura y jefe de la sección de Arte Puro de la Escuela Cristóbal Rojas, donde permanece hasta 1982.
Para la década de los sesenta realiza series como Metamorfosis (1961), Cosmonautas (1962), Colosos (1963), Alumbramientos (1964), Jueces (1964), Cabezas orbitantes (1966), Los egos (1967), Tribunales (1968) y Ante el abismo (1969), en las que llena sus lienzos de seres fluidos y contorsionados, cuyos rostros y cuerpos se desvanecen extrañamente.
"En las obras de Alirio Rodríguez existe un exponente técnico muy bien logrado, en función del envolvimiento rítmico de las líneas de donde emergen figuras, que, poco a poco, se alejan de la sátira social, para desembocar en una faceta dolorosa del ser humano, mezcla de bestialidad irrefrenable, de brutalidad primitiva", escribió el desaparecido crítico Alfredo Boulton en 1972.
El artista recibió numerosas distincionesy representó a Venezuela en la XXXVII Bienal Internacional de Arte de Venecia.
En 1982 inició los trabajos del gran vitral del edificio sede de la Corte Suprema de Justicia, el cual concluye dos años después, realizado con tecnología nacional y con la tradición artesanal de Chartres.
Su obra es una invitación a reflexionar sobre la condición del hombre y la trascendencia. En ella, sus cuerpos flotantes hablan de la capacidad del ser humano para reinventarse:
"En ello entran las preguntas cotidianas que hay que hacerse: quiénes somos y para qué pintamos. Porque de lo contrario no habría nada, solo una suerte de calma perfecta, de horizonte plano donde no hay los altibajos propios de la vida".
Vitral Corte Suprema de Justicia