Gabriel Marcos: “Vendrán nuevas utopías del artista como creador”
La obra del escultor constructivista caraqueño fue incluida por el fallecido crítico e historiador de arte Frank Popper en su libro “Arte, acción y participación"
Representante del arte constructivo, el venezolano Gabriel Marcos (Caracas, 1938), representa en nuestro país uno de los caminos más consecuentes de investigación de las relaciones entre arte y tecnología, con un trabajo que fue incluido en el análisis que el prestigioso crítico Frank Popper, recientemente fallecido, hace sobre la función del artista en nuestras sociedades y la formación de un nueva estética en su libro Arte, acción y participación.
“Fue por el trabajo que comencé realizando con estructuras en duraluminio, movidas por micromotores y activadas con la participación del espectador”, afirma el artista sobre esa búsqueda iniciada en la Francia de los 70, y que hoy, a sus 82 años, continúa en su obligado retiro en Montaña Alta, San Antonio de Los Altos, limitado por la crisis económica a nuevos formatos y materiales.
Desde el inicio de su actividad artística, el artista dejó ver en sus trabajos en el plano pictórico su interés por incorporar el movimiento a la obra, como lo advertía ya en 1966 la prensa que reseña su segunda exposición en el Ateneo de Caracas, cuando habla de “un acierto formal y colorista que pretende insinuar una concepción cambiante de la vida en su proceso natural: materia, movimiento, creación”.
Intereses que encontraron eco en Francia, a donde se marchó luego de sus estudios en la Escuela de Artes Aplicadas de Caracas y de formar parte, junto con Alirio Oramas, Manuel Quintana Castillo, Andrés Guzmán y Antonio Moya, del grupo El León de Oro (1965-1968), en cuya sede expone sus Objetos coloreados (1966).
En 1968, año del Mayo Francés, se radica en París, donde cursa estudios de arte en las Escuelas del Louvre, la Sorbona y el Colegio de Francia. En 1970, cuando regresa a Venezuela, expone el resultado de sus trabajos sobre efectos vibratorios con los que representa al país, junto con Cornelis Zitman, en la I Bienal Internacional de Pequeña Escultura de Budapest y la VII Bienal Internacional de Jóvenes Artistas en el Museo de Arte Moderno de la capital francesa.
-¿Cuál es, a su juicio, hoy en día la vigencia del arte abstracto?
-El arte abstracto tiene vigencia en la actualidad, en la medida que se ha alejado del concepto de “estructura” y se ha hecho más disyuntivo, al introducir un elemento que deconstruye la propuesta. Es decir, que ha roto con las categorías estéticas del arte constructivo que resaltaba las relaciones entre los elementos. Estos fenómenos de lo disyuntivo se dan gracias a la coincidencia entre el arte y la filosofía contemporánea de Jacques Derridá, Gilles Deleuze, Rosalyn Krauss y Didí Hubermann. En el arte, la obra abstracta sería una obra polisémica, con infinitas lecturas e interpretaciones.
-¿Tiene sentido seguir hablando de esa dicotomía abstracción/figuración que tanta polémica generó en el pasado?
-El arte abstracto hoy en día tiende a no establecer una dicotomía con el arte representativo, entre sus diferentes lenguajes, y ha aprovechado las posibilidades del mundo digital y de las nuevas tecnologías de los colores, fabricados en laboratorio, que dan la posibilidad de crear nuevas, extensas e inéditas sensaciones cromáticas y espaciales.
“A raíz de estas experiencias –añade- han surgido nuevas categorías que nos ofrecen un amplio campo de creatividad donde estén implícitos los diferentes sentidos del cuerpo humano, de manera que el arte, independientemente de si es abstracto o representativo, involucre de una forma más comprometedora al espectador”.
-Hablemos de su trabajo y su trayectoria. ¿Cómo se marcha a París a los 30 años?
-Primero, en 1956, siendo estudiante del segundo año en la Escuela de Artes Plásticas, gané el Premio Roma en el Salón Nacional Oficial, otorgado por el gobierno de Italia, que me permitió viajar a ese país durante año y medio y hacer breves estadías en academias de Bellas Artes de diferentes ciudades italianas.
A su regreso al país para continuar sus estudios, relata, tenía como profesor al artista Alejandro Otero, quien en 1958, le organiza una exposición en el Museo de Bellas Artes, junto con Pedro Barreto, Rubén Chávez y Domingo Medina.
“Con la venta de esas obras, pude comprar un pasaje en barco con destino a París, sin tener beca alguna. Allá pude ejercer varios trabajos, uno en un taller de capuchas y bolsas de polietileno; otro, haciendo guardias de recepción en un hotel y otra labor como restaurador de pinturas que iban a ser exportadas al Canadá.
-Pese a estos trabajos, yo podía asistir a mis cursos en la Escuela Superior de Bellas Artes de París, como alumno extranjero, y los sábados a los dos cursos de Sociología del Arte que dictaba Pierre Francastel, en la Universidad de La Sorbona. A estos cursos, asistían asiduamente Perán Ermini, Alejandro Otero y Pedro Barreto. Luego, gracias al pintor Pascual Navarro, la Fundación Fina Gómez me otorgó un incentivo mensual que yo debía retribuir con algunas de mis obras que eran seleccionadas por un jurado de esta fundación para integrar su colección.
Su primera experiencia pictórica en la capital francesa, cuenta, fue dentro de la pintura gestual y matérica, con armonías monocromáticas. Una experiencia que duró varios años e incluso llega a exponer una de las obras en la muestra El arte latinoamericano en París, en 1962, en el Museo de Arte Moderno.
-En 1967, empecé a interesarme por el arte experimental y tecnológico, después de haber visto una exposición de Nicolás Schöffer y el movimiento internacional de arte e investigación visual. Comencé realizando estructuras en duraluminio, movidas por micromotores y activadas con la participación del espectador, en una experiencia que fue registrada por el crítico e historiador Frank Popper en su libro Arte, Acción, Participación, editado en varios idiomas.
A finales de 1968, dice, dejó la experiencia de los micromotores y comenzó su obra con el aluminio, surgiendo las Estructuras articulables, en las que trabajó durante treinta años, hasta 1996.

Las obras de Gabriel Marcos permiten al espectador modificar la propuesta original (CORTESÍA)
Se trata, explica, de obras compuestas por módulos que se articulan y movilizan mediante pequeños dispositivos, como bisagras, que permiten al espectador modificar la propuesta original.
“El objetivo es dar la oportunidad al participante de contribuir de forma creativa, modificando la obra. Esta acción permite una participación activa que estimula los diferentes sentidos, lo visual, lo táctil. Y en algunas oportunidades, incorporé el sonido. Es una manera de ir más allá del lenguaje, incorporando de alguna manera a la persona con la obra, aspirando que se produzca una experiencia polisensorial”.
-¿Qué pasó en 1996?
-En esa década empezaron a escasear los materiales, y me vi impulsado a trabajar con módulos de acero Conduven y láminas de hierro cuyas características físicas obligaron a modificar parte de mi propuesta artística.
-¿Cuáles han sido esas modificaciones y cómo está sobreviviendo en medio de la pandemia?
-En la actualidad, desarrollo un trabajo en pequeños formatos con materiales reciclados, como maquetas, cartón, plástico, etcétera. Siempre he tenido como objetivo, mantener una obra coherente y discreta, sin sobresaltos. Y en lo personal, ante la crisis actual, uno sobrevive en la medida de lo posible. En mi caso con la jubilación como artista docente.
-Teniendo todas las posibilidades, ¿por qué no se quedó viviendo en Francia?
-No niego que hubiera querido quedarme en París, donde viví casi diez años, y dos años en Roma. Pero comencé a trabajar en el departamento de Artes Plásticas del Inciba-Conac; luego en la Escuela de Artes Plásticas “Cristóbal Rojas” de Caracas, en 1973, y en el Instituto de Estudios Superiores de Artes Plásticas “Armando Reverón” a partir de 1997. Así que me sentí comprometido con la docencia artística, porque consideré que había que contribuir con nuevos conceptos del lenguaje plástico y nuevas tecnologías, de las cuales carecía la formación artística de la “Cristóbal Rojas” en ese momento.
“Esto me permitió –prosigue- crear una nueva metodología de la enseñanza del lenguaje plástico y de los materiales, donde se incorporaran los diferentes sentidos humanos: lo visual, lo háptico, etcétera, y que tuvo como punto de partida la experiencia del arte constructivista”.
-¿Cómo cree que afectará esta pandemia el futuro del arte y de la Humanidad?
-Es muy difícil predecir el futuro del arte y de la Humanidad en general, post-pandemia. En lo inmediato, no veo grandes cambios porque hay un problema fundamental, que es sobrevivir, la salud, salir de esto. Es la prioridad. Quizás, haya una preponderancia del arte digital, por razones de que no se pueda contactar con la obra directamente, de forma presencial, por precaución para no contagiarse, porque de alguna manera el confinamiento y el miedo nos llevan a cambiar nuestro comportamiento y nuestra manera de crear.
“Pero de alguna manera, en el futuro esto modificará lo que son las artes plásticas, vendrán nuevas utopías del artista como creador de lugares y memorias. ¿Acaso un arte numinoso?”.
Se trata, explica, de obras compuestas por módulos que se articulan y movilizan mediante pequeños dispositivos, como bisagras, que permiten al espectador modificar la propuesta original.
“El objetivo es dar la oportunidad al participante de contribuir de forma creativa, modificando la obra. Esta acción permite una participación activa que estimula los diferentes sentidos, lo visual, lo táctil. Y en algunas oportunidades, incorporé el sonido. Es una manera de ir más allá del lenguaje, incorporando de alguna manera a la persona con la obra, aspirando que se produzca una experiencia polisensorial”.
-¿Qué pasó en 1996?
-En esa década empezaron a escasear los materiales, y me vi impulsado a trabajar con módulos de acero Conduven y láminas de hierro cuyas características físicas obligaron a modificar parte de mi propuesta artística.
-¿Cuáles han sido esas modificaciones y cómo está sobreviviendo en medio de la pandemia?
-En la actualidad, desarrollo un trabajo en pequeños formatos con materiales reciclados, como maquetas, cartón, plástico, etcétera. Siempre he tenido como objetivo, mantener una obra coherente y discreta, sin sobresaltos. Y en lo personal, ante la crisis actual, uno sobrevive en la medida de lo posible. En mi caso con la jubilación como artista docente.
-Teniendo todas las posibilidades, ¿por qué no se quedó viviendo en Francia?
-No niego que hubiera querido quedarme en París, donde viví casi diez años, y dos años en Roma. Pero comencé a trabajar en el departamento de Artes Plásticas del Inciba-Conac; luego en la Escuela de Artes Plásticas “Cristóbal Rojas” de Caracas, en 1973, y en el Instituto de Estudios Superiores de Artes Plásticas “Armando Reverón” a partir de 1997. Así que me sentí comprometido con la docencia artística, porque consideré que había que contribuir con nuevos conceptos del lenguaje plástico y nuevas tecnologías, de las cuales carecía la formación artística de la “Cristóbal Rojas” en ese momento.
“Esto me permitió –prosigue- crear una nueva metodología de la enseñanza del lenguaje plástico y de los materiales, donde se incorporaran los diferentes sentidos humanos: lo visual, lo háptico, etcétera, y que tuvo como punto de partida la experiencia del arte constructivista”.
-¿Cómo cree que afectará esta pandemia el futuro del arte y de la Humanidad?
-Es muy difícil predecir el futuro del arte y de la Humanidad en general, post-pandemia. En lo inmediato, no veo grandes cambios porque hay un problema fundamental, que es sobrevivir, la salud, salir de esto. Es la prioridad. Quizás, haya una preponderancia del arte digital, por razones de que no se pueda contactar con la obra directamente, de forma presencial, por precaución para no contagiarse, porque de alguna manera el confinamiento y el miedo nos llevan a cambiar nuestro comportamiento y nuestra manera de crear.
“Pero de alguna manera, en el futuro esto modificará lo que son las artes plásticas, vendrán nuevas utopías del artista como creador de lugares y memorias. ¿Acaso un arte numinoso?”.
@weykapu
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