Espacio publicitario

Julio Pacheco Rivas: “Los que estamos fuera de Venezuela también estamos en el laberinto”

Tras una década viviendo en Francia, hace tres años el artista venezolano regresó a ese país donde prepara dos exposiciones y trabaja ahora con la computadora la perspectiva característica de su obra

  • MARITZA JIMÉNEZ

07/07/2020 01:00 am

Para muchos, la pandemia ha sido un obligado y forzoso retiro, pero para el artista, por el contrario, ha representado una oportunidad de indagar otros aspectos de su creatividad.
 
Es el caso de Julio Pacheco Rivas, desde hace tres años instalado nuevamente en Francia, luego de más de una década de residencia en la ciudad-luz, desde donde hoy, la utilización de la computadora no sólo le permite otra forma de trabajar la perspectiva, un elemento característico de su trabajo, sino además jugar con otras posibilidades en su obra.
 
“Me faltaron materiales para pasar toda la pandemia pintando”, confiesa. “Al mes, se me agotaron. Sin embargo, no estuvo mal esto, pues me dediqué con verdadera pasión a realizar algunas animaciones digitales que he venido publicando en las redes. La he pasado bomba”, bromea.
 
Al mismo tiempo, se prepara para participar en dos colectivas en ese país, una en el Centre d'art Contemporain Frank Popper, en Marcigny, y la otra Expo20, en septiembre, en la Galería Wagner, con la que trabaja.

“Mi obra no es tan premeditada”
Hijo de la recordada poeta y promotora cultural Ilia Pacheco de Rivas, Julio Pacheco nació en Caracas en 1953, pero su infancia y juventud transcurrieron en San Cristóbal, donde inició precozmente la que sería una singular carrera en las artes plásticas venezolanas. A los diez años se presentó por primera vez en la galería de la UCV y a los 15 hizo su primera individual en la Galería Isla, en la que ya dejó ver la originalidad de sus búsquedas de tendencia abstracta.
 
El informalismo, la materia, el abstraccionismo, se apreciaron en su segunda individual en Mérida, pero, poco convencido, se retiró del arte en 1969, indagando en los grandes escritores latinoamericanos fundamentos de su arte. En el 72, cuando retornó al trabajo, dejó ver los que ya serían sus elementos representativos: la perspectiva, vale decir, el espacio, y el comportamiento de los objetos en él.
 
-A partir de 1972 –explica- mi obra fue figurativa, con un especial acento en la geometría, que se vino involucrando en el trabajo como en una suerte de "crescendo" -si usamos la imagen musical para ilustrarlo-. Con el tiempo, la geometría fue teniendo mayor importancia en la imagen y hoy día mi obra continúa siendo figurativa, aunque podría decirse, un poco bromeando, que ella es casi-abstracta. Su carácter figurativo es un secreto bien guardado. Pero ese espacio reconocible, esas estructuras arquitectónicas siguen allí como (así lo dijo alguna vez mi recordado amigo, Gustavo Morales) "testigos de lo improbable".

Viento fresco, acrilico/tela, 2020 (CORTESÍA)

-¿Por qué abandonó los estudios de arte en San Cristóbal a las dos semanas?
-Empecé mis estudios de arte en San Cristóbal a los quince años, pocos meses después de haber realizado mi primera exposición individual en Caracas. Tal vez mi ego, absolutamente impermeable y resplandeciente tras el suceso caraqueño, no me ayudó en la mansa tarea de recibir lecciones que sentía como materia polvorienta, periclitada. El ego de un artista es algo terrible. Siempre he dicho, justamente, que una de las asignaturas elementales de una escuela de arte debería ser "gerencia del ego". En fin, que la sanción siempre llega: quién me iba a decir que la herramienta principal de expresión y desarrollo de mi obra iba a ser la perspectiva. Justamente un viejo y "polvoriento" asunto renacentista.

-Ahora bien, como digo lo uno debo igualmente decir lo otro: el ego de un artista es una armadura imprescindible para salvar con éxito las vicisitudes y los apremios a los que su vocación y su obra se ven enfrentados a lo largo del camino. Uno tiene, de algún modo, que creerse "la tapa del frasco" para sobrevivir a las dudas propias y a las ajenas; a la exposición permanente, esa intemperie en la que, por lo general, discurre la obra de un realizador.

-Posteriormente la literatura, Kafka, García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, entra en su reflexión artística.
-En realidad no fue una investigación, un estudio, sino un encuentro con autores en cuya atmósfera quedé atrapado. Fueron, en realidad, parte de unas lecturas iniciales que descorrieron el velo de un enfoque de la realidad sensible y me acompañaron en esa aproximación canalizando y enriqueciendo la experiencia.
 
“Pero mi obra no es tan sesuda como a veces pudiera parecer”, añade. “No es realmente tan ‘pre-meditada’, sino, más bien, ‘sobre-meditada’, en tanto que cuerpo que va encontrando sentido y coherencia en su desarrollo hasta conformar un 'discurso'. El paso inicial suele ser sonámbulo y andando el camino deviene intencionado, apuntando desde entonces hacia una determinada dirección. A veces en ese camino se tranca el juego y uno se ve entonces obligado a recomenzar, partiendo de otra idea, ahora sí, consciente. Esto puede ocurrir varias veces en el proceso, pero al final, casi siempre, vuelve uno a esa idea sonámbula inicial, que resulta ser la buena”.

-Háblenos de la presencia de la pintura de un artista popular, como el zuliano Emerio Darío Lunar, en su obra.
-El encuentro con la obra de Emerio Darío Lunar fue determinante en la formación de mi lenguaje. Es una deuda que siempre he reconocido, como lo es, igualmente, la que tengo con unos trabajos de la artista colombiana Ana Mercedes Hoyos, presentados en una muestra de la Sala Mendoza hacia 1974. Encontré en sus obras un planteamiento espacial que me sedujo de inmediato, pues yo venía de realizar unos trabajos, en mi exposición Lucubraciones (1974, en la galería del BANAP), en los que ya podía observarse una noción de "hábitat"; un lugar. Las obras de Lunar y Hoyos me mostraron lo que yo podría hacer si quería ahondar en la espacialidad, y entonces asumí esa influencia a conciencia, con la convicción de que más adelante mi camino encontraría su propio rumbo. Es la historia de las encrucijadas y la maravillosa aventura del trecho de camino a compartir entre ellas.


Verguero III, laser /plexiglass                               Verguero IV, laser /plexiglass (CORTESÍA)

-¿Cómo es hoy su relación con la perspectiva, elemento que siempre ha estado presente en sus espacios plásticos? 
-Mi relación con la perspectiva cambió en 1997, cuando comencé a utilizar la computadora en la concepción y parte de la realización de mi obra. Mi utilización de esa herramienta renacentista era muy intuitiva. No obstante, el apego fiel y escrupuloso de las líneas a los diferentes puntos de fuga, el respeto de las distancias y las proporciones, mi puesta en perspectiva no tomaba en cuenta la "realidad¨ objetiva, material, del volumen representado. Me servía de ella desde la posición del artista que reinventa, que re-presenta la espacialidad.

“Con la utilización de la computadora –continúa- el manejo la perspectiva requería de instrucciones objetivas respecto al espacio y las volumetrías. La fase inicial, dedicada al dibujo previo, la realizaría en adelante sentado ante la pantalla. Acostumbrarme, convertir esta nueva relación en algo natural y fluido, me tomó unos años. No sé si hoy podría volver al ritual de los puntos de fuga. Ellos siguen allí, sometiendo la espacialidad a sus dictámenes, pero ya no los veo, confundidos en la infinita trama digital.


A futuro, acrilico/tela, 2020 (CORTESÍA)

“La salida la hallaremos juntos”
Luego de una brillante actividad expositiva en los salones de la década, en 1976, cuando se presentó individualmente en la galería Estudio Actual de Caracas, recibió el codiciado premio Arturo Michelena del XXXIV Salón Arturo Michelena de Valencia. Al año siguiente, partió a Francia, donde representó a Venezuela en la X Bienal de Artistas Jóvenes del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de París.

-Se queda en la capital francesa hasta 1988, cuando retorna a Venezuela. ¿Qué motiva su regreso?
-Primero, la larga enfermedad de mi madre, que me obligaba a viajar a cada momento, dejando solas en París a mi esposa y mi pequeña hija Elisa. Luego, la muerte en Paris de un querido amigo, Ángel Vivas Arias, nos afectó profundamente, en un momento de crisis económica muy fuerte. Pero no me arrepiento de ese regreso, porque en 1990 fui seleccionado para representar a Venezuela en la Bienal de Venecia con mi exposición Una ciudad, presentada en el MBA a finales de 1989. Esta exposición no hubiera podido realizarla en Francia. En Venezuela tuve el patrocinio de la Fundación Mercantil, lo cual me permitió dedicarme a realizarla durante un año entero, con asistentes y apoyo editorial para un libro, Memoria de espejos, escrito por Roberto Montero Castro.
 
-Y hace tres años volvió a la capital francesa.
-No sé realmente si me vine; es decir, si me fui de Venezuela. Lo veo más bien como un "regreso", como retomar un sendero que inicié en la década de los setenta; una siembra que estaba allí, no completamente descuidada, pues desde Venezuela continué de alguna forma participando en muestras europeas, pero mi actividad artística requería una presencia más activa, más vital.


Dinamica, laser /plexiglass (CORTESÍA)

-¿Qué ha representado para usted. ese retorno después de tantos años?
-Nunca estuve completamente retirado de Europa. Estando en Venezuela, expuse en ARCO, en Madrid, dos veces en La FIAC de París y dos veces en ART Paris, en el Grand Palais. Hice un mural en Margigny, donde expongo el mes próximo, y algunas otras colectivas. Para mí es un hermoso reencuentro con viejos amigos. Por otra parte, es una manera de exigirme más, pues la tentación de creer que "uno ha llegado" puede ser grande. Es bueno estar consciente de que uno debe seguir dando sus pruebas, estando a la altura, sobre todo por respeto a sí mismo.
 
-Y estando allá lo agarró la pandemia, ¿cómo cree que nos afectará todo esto?
-La pandemia va terminar de confinar al hombre tras el colchón de virtualidad en el que se encuentra. Sin darnos cuenta, se ha producido una revolución de las costumbres y de la tolerancia. Cada día es mayor la lista de los posibles pecados y la carne se hace cada vez más sujeta a la repulsión.

-¿Cuál es, desde allá, su visión de nuestro país?
-Es cierto que la situación en Venezuela es cada día más asfixiante en todos los aspectos de la realidad cotidiana, al punto de que vivir ha pasado a ser la expresión de una aptitud a la sobrevivencia, de una capacidad de reinvención cotidiana en la que el exabrupto es la regla, la rutina: lo normal. Pero esta situación tiene también mucho de reto, de desafío, en un país que busca desesperadamente una salida que debemos construir. Y aunque estoy de regreso en Francia, pienso no me he ido de Venezuela, porque todo lo que siga haciendo tendrá que ver con ella. Los que estamos fuera también estamos en el laberinto, también erramos en él. Y la salida la encontraremos juntos.

@weykapu
Siguenos en Telegram, Instagram, Facebook y Twitter para recibir en directo todas nuestras actualizaciones
-

Espacio publicitario

Espacio publicitario

Espacio publicitario

DESDE TWITTER

EDICIÓN DEL DÍA

Espacio publicitario

Espacio publicitario