Espacio publicitario

¿Existe la literatura queer... o es una etiqueta?

Camila Sosa Villada (Argentina), Elizabeth Duval (España), César Mackenzie (Colombia) y Manuel Gerardo Sánchez (Venezuela) reflexionan sobre esta categoría literaria

  • DULCE MARÍA RAMOS

21/06/2020 01:00 am

Cada 28 de junio se celebra en el mundo el Día Internacional del Orgullo Gay, fecha que se ha convertido en el espacio para que los distintos colectivos de integran la comunidad LGTBI+ sigan luchando por la igualdad, la dignidad, la tolerancia y los derechos de las personas homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales en una sociedad todavía homofóbica y transfóbica; en una sociedad excluyente que impide a los transexuales su derecho a la identidad, una sociedad donde reconocerse como gay puede llegar a ser un delito... Cabe recordar que ese día, pero del año 1969, ocurrieron los disturbios en el bar Stonewall del barrio neoyorquino Greenwich Village. Como dato adicional, en 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales.

Ahora bien, en la cultura en general, lo queer —termino anglosajón que significa "extraño o "poco usual" y que define de manera despectiva a la comunidad LGBT y a todo aquel cuya sexualidad no entra dentro de la definición heterosexual— se ha hecho presente en las distintas manifestaciones artistas. No obstante, se cuestiona si etiquetar un producto u objeto cultural como "queer" es real o algo que responde más a las políticas del mercado. En este caso, analizaremos la existencia o no de una literatura queer desde la mirada de cuatro voces hispanoamericanas: Camila Sosa Villada (Argentina), Elizabeth Duval (España), César Mackenzie (Colombia) y Manuel Gerardo Sánchez (Venezuela).

Camila Sosa Villada:
“Todo acto de escritura sería queer”
Escritora y actriz que hasta la fecha ha publicado tres libros, La novia de Sandro (2015), El viaje inútil (2018) y Las malas (2019), esta última con la editorial Tusquets y que ha sido recibida con gran aceptación por el público lector y la crítica.


Camila Sosa Villada: "Prefiero irme del feminismo, del término mujer y pensar que soy otra cosa" (CORTESÍA)

Sobre definir la literatura queer como un género, dice: “Si hiciéramos honor a lo queer, toda escritura lo sería, puesto que sólo es posible escribirla en un espacio extraño al que únicamente acceden las personas extrañas. Luego, está lleno de escritores y escritoras, por supuesto, escritores normalizados, adaptados y que llenan páginas y páginas que provienen de otros lugares, ni mejores ni peores, pero que no son de ninguna manera una escritura sobre este espacio extraño que solamente pueden conocer quienes permanecen en su sitio apartado, inadaptado e inalcanzable que es cada ser capaz de hablar de sí mismo en su relación con un mundo que los expulsa”.

Sosa Villada se explica, y también aclara: “Por supuesto, soy una travesti apartada del mundo con un gesto violento que dolió profundamente hasta entender que no hubo nada más saludable que no ser parte de él. Ni de sus lógicas, ni órdenes, ni jerarquías”.

En relación a la posición de las terfs (acrónimo de "trans-exclusionary radical feminist" o "feminista radical trans-excluyente) hacia las mujeres trans, la autora argentina no siente que sus libros, ni ella, sean feministas; en realidad, está un poco decepcionada del movimiento: “El temita de las terfs me aburre, es una batalla que ya di y entendí que es como discutir con piedras. Prefiero irme del feminismo, del término mujer y pensar que soy otra cosa. Un despropósito, una irregularidad, un cortocircuito... Otra cosa, pero no mujer. Soy muy inteligente para luchar por un término como ése o por un espacio como el feminismo que permite estas filtraciones venenosas, dañinas para él mismo. Como una persona que consume veneno sin saberlo. No, mis libros (si es que se los puede llamar libros) no serían jamás feministas. Son, en todo caso, inventos, mentiras para que existan hechos y criaturas que de otro modo no existirían”.

El tiempo de vida de una persona transgénero es de treinta y cinco años. Se podría pensar entonces que la cultura, y en este caso la literatura, sería una forma de salvación. Sosa Villada destaca que esto es una idea romántica: “La cultura tal y como la conocemos, lo que hizo fue querer exterminarme. Como intenta hacerlo con todas las trans. Mis amigas y mis amigos que me prestaron dinero para pagar el alquiler, me ofrecieron un plato de comida o me acompañaron a un hospital, sí me salvaron. Me salvó mi propio cuerpo que pagó todo lo que necesité para sobrevivir de muchísimas maneras. La escritura no salva”.

Sosa Villada reconoce que su escritura es vengativa ya que le interesa todo aquel que es apartado y pesar de ello sobrevive, tal y como sucede con el sida, tema que toca en su primera novela Las malas y que de alguna manera ha sido poco tratado en la literatura: “El sida y las travestis eran como la corrupción y la política. O como la violencia y las masculinidades. Vi a muchas amigas morir de sida, enfermar gravemente, rescatadas casi de la muerte. Fui adolescente en los noventa, me crié con el miedo al bicho, y finalmente lo conocí cara a cara, vi cómo podía destruir a una persona por dentro y todo lo que se mueve a su alrededor. Para mí es como hablar del amor. Son cosas que conozco, que sé. No sé si es importante hablar de ello o en verdad hablar de la vida tal y como es. La vida, ahora, también es esto: preservativos, miedos, análisis, prevención, cuidado, avances en la ciencia, todo ese cuidado del que somos los humanos, a veces”.

Recomienda leer:
Juan José Saer, Marlene Wayar y Susy Shock.

Manuel Gerardo Sánchez:
“Que un autor sea gay o lesbiana no significa que su trabajo sea queer”
Es uno de los pocos escritores venezolanos que, desde sus primeras publicaciones, ha trabajado sexualidades diversas, teoría y narrativa queer. Es autor de los libros de cuentos El último día de mi reinado (2013) y Sangre que lava (2016). Recién acaba de publicar su primera novela El revuelo de los insectos (2020) con la editorial independiente Egales, primera especializada en literatura LGTBQ de España.

"¿Por qué esa necesidad de la heterosexualidad de alzar su imperio sobre el distinto?", se pregunta Manuel Gerardo Sánchez (CORTESÍA)

Para el autor venezolano, la literatura queer se puede ver desde dos puntos de vista, el académico y el comercial: “Si te refieres a la ingente bibliografía que se nutre del existencialismo, el feminismo, el posestructuralismo y el decolonialismo, entre otros corpus, sí existe la «literatura queer». Desde que la academia se aviniera a una fecha, 1990, y le atribuyera a la profesora Teresa de Lauretis el término «teoría queer», por su conferencia en la Universidad de California, centenares de títulos se abrigan debajo de este paraguas metodológico. Es cierto que, por su heterogeneidad, quintaesencia de los estudios queer, pareciera que cualquier texto tiene cabida. Sin embargo, hay que tener cuidado con endilgar etiquetas para evitar errores conceptuales. Hay quienes se han aprovechado de la bandera y lucha LGBTI para justificar despropósitos en nombre de la pluralidad. En relación a la palabra «etiqueta», si de mercado se trata, la industria del libro —con vicios y graves problemas— se vale de artificios para vender: literatura fantástica, negra, policíaca, etc. Más allá de clasificaciones o tomaduras de pelo, en este momento «queer» suena atractivo para un público. Sería muy simple reducir la obra de Virginia Woolf o Manuel Puig, por citar dos autores diferentísimos, y encorsetarlos con la etiqueta literatura queer”.

La historia de El revuelo de los insectos transcurre en un régimen dictatorial, pero su autor aclara que su novela no plantea una postura o denuncia política: “Mi novela no denuncia nada. Más bien retrata un estado distópico, entendido tal como señalara el profesor catalán Andreu Domingo en su ensayo Descenso literario a los infiernos demográficos, como la antípoda, lo contrario, de utopía. En mi novela narro lo peor, lo más atroz y vil de un mundo posible. Y a pesar del horror, los personajes se enamoran y rebelan. Hay libros de ficción que emplean argumentos o fabulan situaciones explicados por los estudios queer; temo que con el tiempo queden como apólogos o instrumentos para hacer activismo. Cosa que no tiene nada de malo. Al contrario, todo es política. Sin embargo, la literatura no da moralejas, no acucia proselitismos y mucho menos adoctrina”.

Otro tema transversal de la novela es la historia amor que, consciente o inconscientemente, el lector puede mirar o juzgar desde su heterosexualidad, a pesar que el amor sea un sentimiento universal que está vinculado con los géneros: “Pienso inmediatamente en un libro básico, El pensamiento heterosexual de Monique Wittig. La autora aduce, entre otras razones, que la heterosexualidad está tan asumida en la cultura que se hace invisible. Además, confecciona relatos que se adueñan verdades, lenguajes y ciencias —que no permiten mentís— para imponer una única mentalidad: la heterosexualidad misma —fundamentada en la naturalización de categorías como hombre y mujer—. El resto, lo que no es «natural», lo rechaza. ¿Libros que cuenten amores entre dos hombres o dos mujeres? Para esta única mentalidad no sólo es imposible, sino anormal. Esto último me hace volver a Foucault y a su concepto de «biopoder», un tipo de poder que se ejerce sobre el cuerpo y da origen a disciplinas que diferencian a los seres humanos entre normales y anormales. ¿Por qué esa necesidad de la heterosexualidad de alzar su imperio sobre el distinto? Porque construir esa diferencia conlleva luego a callarla y oprimirla”.

Por último, ante la pregunta sobre si siente que los escritores gays han sido invisibilizados en la literatura venezolana, afirma: “Venezuela tiene maravillosos escritores que han contados historias diversas. Tan poquitos no son. Unos han gozado de más reconocimiento que otros. No obstante, sería una tontería no admitir la poca difusión de estos autores y sus libros. ¿Por qué? Por razones más o menos similares por las que la Asamblea Nacional no discute el proyecto de ley de matrimonio igualitario, estancado desde el mismo día que se presentó en 2014. También he visto cómo algunos confunden la sexualidad de uno con su obra. Que un autor sea gay o lesbiana no significa que su trabajo sea queer”.

Recomienda leer:
Isaac Chocrón.


Elizabeth Duval:
“Aspiro a más que a ser una autora queer”
Poeta y escritora que actualmente estudia filosofía y literatura en París. Su primer poemario Excepción, con la editorial Letraversal, y su primera novela Reina, con la editorial Caballo de Troya, fueron publicados a inicios de este año.

Elizabeth Duval: "“La literatura feminista no me interesa" (CORTESÍA)

El termino literatura queer no es que identifique a la escritora española: “Yo creo que las etiquetas son maneras de clasificar las cosas y también construyen realidades, no estoy muy segura de que la literatura queer exista como algo ya dado. Depende de lo que se defina como queer en un momento equis, pero claro que existe una literatura que podríamos llamar como queer y con la que yo no me identifico particularmente. Como dije en un reportaje para un medio español, desmerecería la etiqueta si me identificara con ella: “Soy demasiado burguesa, demasiado lesbiana, demasiado blanca, demasiado tranquila, demasiado acomodada y demasiado mujer para lo queer”, y esa etiqueta construye un nicho de mercado y un circuito comercial muy pequeño en el que yo no quiero estar, aspiro a más que a ser una autora queer o LGTBI”.

A la par, tampoco se identifica con la etiqueta de literatura feminista, dejando claro así que lo que le importa es el oficio de la escritura en su esencia y su universalidad: “La literatura feminista tampoco me interesa, creo que lo dice muy bien Olivia Sudjic en su ensayo Expuesta, cuando habla de cómo la literatura escrita por mujeres tiene que ser literatura para mujeres o literatura feminista, no puede aspirar a la experiencia universal, mientras que no se presupone en absoluto que los hombres escriban literatura para hombres, sino que lo suyo sí que es universal. Yo soy feminista, poco me importa lo que digan las terf, pero mi literatura, o al menos mis novelas o poemas, no tienen por qué serlo, son textos; contienen cosas feministas en tanto que yo lo soy y poco más”.

Duval no concibe sus libros desde el activismo, ni desde la denuncia; tampoco que lo circunscriban a su género: “En mi obra importa muy poco mi discurso y activismo social, ni siquiera me considero ya una activista, la etapa de activismo fuerte ya la pasé: aspiro a criterios más literarios, no quiero escribir particularmente sobre lo trans. En lo que escribo hay mujeres que se aman, sí, porque es una experiencia que vivo, y puede haber referencias a lo trans, pero no es una literatura plagada de traumas ni de miradas activistas porque no concibo que se deba hacer activismo necesariamente a través de la literatura o que todo lo que escribamos tenga que quedar reducido a eso”.

De ahí que Duval conciba el acto de la escritura como un espacio para la construcción estética del pensamiento y el lenguaje: “Puede ser un espacio de denuncia, no lo que yo hago. Yo aspiro a una construcción de la belleza, a compartir miradas sobre el mundo, a debatir ideas y discutirlas, claro, así que sí que me ubico más en esa posición filosófica o estética. No solamente de estar en el mundo y de pensarlo, sino también de pensar el lenguaje y jugar con él, transformarlo, tensarlo y ver hasta dónde llega”.

Recomienda leer:
Rodrigo García Marina.

César Mackenzie:
“Un buen escritor transita entre su parte femenina y la masculina”
Escritor e investigador del área de museos del Instituto Caro y Cuervo. En el año 2015 publicó su primera novela Las diecinueve enaguas, manuscrito que nació en la maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional y que el año pasado fue reeditado por la editorial independiente colombiana Animal Extinto.

“Aunque ya ser marica y disidente no es delito en Colombia, la sociedad sigue castigando sus libertades", afirma César Mackenzie (Foto PEDRO BERNAL)

Para el autor, la literatura queer es un concepto que tiene que ver con la verdad del cuerpo: “Lo queer, lo marica, es una experiencia humana que, en este caso, se expresa a través de la letra; la expresión de la diferencia y de los sujetos que son cada vez más dueños de sí y de su deseo; es la expresión democrática de la disidencia, que no quiere ser complaciente para encajar. En ese sentido, es sumamente valiosa: no es una literatura libresca, es una escritura desde la verdad del cuerpo. A pesar de eso, descreo del entendimiento de las literaturas por los temas que tocan o por las vidas de sus autores; sería más interesante estudiar a las obras por la influencia que tuvieron en los cambios sociales”. También sobre este punto explica que no se siente identificado con los conceptos  de queer o gay, por considerarlos incompletos: “Me hacen mucho ruido todavía; no pasan por la experiencia real de ser homosexual, hablante del español, o suramericano. Me quedo, en cualquier caso, con «marica» y con todo lo bueno que eso implica”.

Su novela, ambientada en el siglo XIX, denuncia lo moralista y conservadora que era Colombia. Hoy, a pesar de que vive en Bogotá, ciudad con una alcaldesa lesbiana, y en un país que en 2016 aprobó el matrimonio gay, esa mirada conservadora heterosexual todavía persiste: “Aunque ya ser marica y disidente no es delito en Colombia, la sociedad sigue castigando sus libertades. Por ejemplo, se sigue distinguiendo estúpidamente entre los maricas 'locas' y los maricas 'discretos'. Hay maricas que, reprimidos e incomprendidos, siguen en el closet. Las formas de expresión auténticamente maricas y la expresividad de nuestros cuerpos afectivos han sido duramente castigadas, aun por las familias heteroformadas que, en la superficie, tratan con falsa igualdad, condescendencia y hasta asco a sus parientes homosexuales”.

En Las diecinueve enaguas hace una crítica a la posición de la Iglesia frente a la homosexualidad. Al autor le preocupa la influencia de esta institución para decidir lo moralmente correcto: “¿Hasta cuándo van a dejar de intervenir en qué es una familia, o en para qué es el cuerpo de la mujer? Y no sólo en la tierra. Han tenido la osadía de hacernos hipotecar nuestro más allá (si es que lo hay). Aunque también hay que decir que la homofobia y la transfobia no son solamente fenómenos de la heterosexualidad, también son manifestaciones frecuentes entre la comunidad LGTBI+”.

En relación al tema del silenciamiento de los escritores gays en su país, afirma: “No siempre los lectores colombianos han estado a la altura de lo marica, ni de sus escritores y escritoras maricas, ni de sus complejas, hondas y bellas personalidades: muchos lectores reaccionarios nunca entendieron que un buen escritor transita entre su parte femenina y la masculina, y nos hace transitar a los lectores, con su trabajo, por las nuestras. Los escritores hombres que niegan su lado femenino, o viceversa, son como tóxicos y no tienen mucho que aportar en la indagación sobre la condición humana”.

Recomienda leer:
Jaime Manrique.

@DulceMRamosR
Siguenos en Telegram, Instagram, Facebook y Twitter para recibir en directo todas nuestras actualizaciones
-

Espacio publicitario

Espacio publicitario

Espacio publicitario

DESDE TWITTER

EDICIÓN DEL DÍA

Espacio publicitario

Espacio publicitario