Nelson Hippolyte: “Mis entrevistas no eran malandras”
El periodista y fotógrafo venezolano, uno de los entrevistadores más destacados de los 80 en Venezuela, cumplió ya tres décadas viviendo entre Estados Unidos y España
Alguien dijo que el periodismo era la memoria del futuro. En efecto, hoy, cuando Venezuela tanto ha cambiado, si uno quiere recordar el país que fuimos, tiene que leer las entrevistas de Nelson Hippolyte, recopiladas en cinco títulos. Desde O sea, es decir O sea (1985), hasta sus Entrevistas malandras (1990), como las llamó Federico Alvarez.
En ellas encontramos las voces del animador Gilberto Correa a la cantante María Conchita Alonso, pasando por el compositor Aldemaro Romero, Diony López (Popy), el escritor Arturo Uslar Pietri, el locutor hípico Ali Khan, la cantante Magdalena Sánchez o el actor Raúl Amundaray, personajes que en su momento fueron noticia, polémica, motivo de comidilla, pero todos destacados en una época de oro que muchos jóvenes hoy añoran sin haberla vivido.
Hippolyte fue uno de los entrevistadores más leídos -y hasta temidos- en la prensa de los 80, época de oro, ciertamente, del arte, la cultura y el periodismo en Venezuela. Al mismo tiempo, el periodista cultiva el oficio de la fotografía, en la que busca, del mismo modo, evitar lo obvio y lo manido, buscar algo que sorprenda y conmueva. Aprovechar el instante.
La entrevista como género
Licenciado en Comunicación Social y Letras por la UCV, Hippolyte ingresa en 1980 al diario El Nacional como periodista en "Feriado” y “Séptimo Día”, dos de las publicaciones más leídas de la época. hasta 1990, cuando la publicación de una cuestionada entrevista con uno de los hombres más poderosos de la Venezuela de entonces causa el retiro de la edición y la renuncia del equipo.
-Sí, afirma, fue la casa de los millones en el Country. Recogieron la edición, botaron al director y los periodistas renunciamos en bloque. El único medio que se hizo eco fue Tribuna Popular.
Entonces, con la idea de estudiar inglés, Leopoldo López Gil le ofrece una beca de la Fundación Ayacucho y va a Pittsburgh, donde obtiene doctorado en Literatura Latinoamericana y hoy comparte la docencia de literatura y español entre Estados Unidos y España.
Buena parte de su trabajo, así como sus reflexiones sobre el género, quedan recogidos, además, en La pregunta y sus víctimas (1988), Con un país así(1990) y Para desnudarte mejor. Realidad y ficción en la entrevista (1993).
-¿Qué ha sido de Nelson Hippolyte en estos treinta años?
“Han pasado tres décadas y no sé a dónde se han ido. En 1990 abrí un breve paréntesis para oxigenarme y se ha convertido en una vida. Literalmente, tengo ‘el corazón partío entre Athens, Ohio, Toledo, España y Caracas. En Athens, enseño Español, Literatura, Cultura y Civilización, en Ohio University. Utilizo mi experiencia periodística para fomentar la discusión sobre temas de actualidad. Esta semana, por ejemplo, leímos América de Allen Ginsberg, y nos sirvió para flexionar sobre la situación política del país, y lo que quisieran los jóvenes para su futuro. Uno de los versos dice: “América ¿por qué tus bibliotecas están llenas de lágrimas?”. En España dirijo un programa de español para extranjeros, donde los estudiantes descubren el país a través de su gente, las calles y los museos. Y hacemos Qué Guay, una revista donde publican sus artículos y diarios. En este 2020 se cumplen 20 años del primer ejemplar, que ahora es digital.
–La redacción de una entrevista –ha declarado- requiere mucha concentración. Allí no hay fórmulas ni recetas que valgan. Lo importante es informar. Reflejar lo más fielmente posible al personaje. En la actualidad se encuentra en preparación de otro libro sobre este género, aún sin título, en el que seguirá mostrando a sus entrevistados. Algunos “extraños” o poco comunes; otros, que se le quedaron por fuera, como Carlos Rangel, El padre Gil y el narcomundo, Los cinco gatos nostálgico de Molina Gásperi; Marcelino Barquin, el hombre de la chequera generosa; Tony Canaves, el que regalaba caimancitos en las fiestas, o La Madame, la mamá de los punk en Venezuela.
“La entrevista hoy probablemente no viva su mejor momento”, responde. “En Venezuela hubo grandes entrevistadores como José Pulido, Ramón Hernández, Roberto Giusti. Eran magos de las preguntas inteligentes y la puesta en escena. En la entrevista, finaliza, hay que investigar, saber escuchar y estar muy atento: repreguntar, aprovechar los instantes, como en la fotografía.
-¿Cuál fue su entrevista favorita?
-Antes decía que la de Magdalena Sánchez, por su desinhibición y honestidad. Pero ahora pienso que todas son mis favoritas, porque cada una fue un reto.
“La belleza oculta en cualquier lugar”
Nelson Hipplyte siempre buscó evidenciar las relaciones ocultas de la realidad. Casi niño, un texto suyo puso en evidencia la metonimia de los aparatos cotidianos ante una audiencia de docentes. Lo mismo que en el periodismo, anduvo con su cámara, como diría la colega y amiga Olgalinda Pimentel, “descubriendo la belleza oculta en cualquier lugar”.
-Y no ceso de hacer fotografías, confiesa. Tomo una tras otra pensando en lo que me dijo mi primer jefe, Julio Lanzarotti: “Lo primero que sale, nunca es lo mejor”. Y me detengo en el objeto hasta exprimirle los secretos. Instagram se ha convertido en mi galería personal. Allí conversan algunos de los temas que me interesan.
–¿Cómo relaciona sus fotografías con su periodismo?
–Digo que ahora escribo con la imagen, callejeo y documento los detalles: un afiche desgarrado, pintadas en una pared o puerta, luces, sombras. Como mi primera exposición, hace 30 años, El resplandor de las sombras. Creo que he seguido siendo fiel a mis temas. Busco la sorpresa y la poesía. A veces documento, como hace dos años en Roma, cuando vi a un obrero reparando con maestría los adoquines de una calle. Pero no me dejó fotografiarlo, solo sus manos y el martillo. Fotografiar es conversar con uno mismo. Ya no tengo la presión de buscar los personajes ni la prisa de las fechas de entrega. Ahora estoy a mi aire disfrutando los secretos de la calle.
–¿Cómo ve en la distancia su trayectoria periodística?
-Me viene a la mente la canción “háblame del mar marinero…”. Mi “trayectoria” sigue viva gracias a Maritza Jiménez, que habla de mis entrevistas en sus clases, y algunos fans incondicionales, como Salvador Fleján y Luis Yslas, quien fue cargando con uno de mis libros hasta el Perú. “Aquí lo tengo en mi biblioteca” -me dijo. Recuerdo haber pasado horas y horas investigando, entrevistando y escribiendo, “peinando las palabras” -como dijo un poeta amigo-. También recuerdo un comentario de Rodolfo Santana: “Tus entrevistas parecen mini obras de teatro”. Y probablemente fuera así, porque traté de experimentar con el género mezclando la entrevista con la crónica y la agilidad de los diálogos de teatro. Cada entrevista era una puesta en escena los domingos en “Feriado”. Me llegaron a contar que los amigos se reunían para leerlas en voz alta, y yo, casualmente, también lo hacía antes de publicarlas para sentir su ritmo. En todas había un clímax y un desenlace inesperado. Todo ese proceso está en Realidad y ficción en la entrevista.
–¿Qué piensa del periodismo actual en Venezuela?
–No lo sé porque leo noticias y artículos sueltos. Veo que muchos colegas siguen trabajando con la pasión de siempre: Juan Antonio González, Maritza Jiménez, Ogalinda Pimentel, Aquilino José Mata, Milagros Socorro, Ewald Scharfenberg, pero el mundo digital le ha quitado protagonismo a la prensa impresa. Antes era un placer hojear los periódicos, disfrutar la diagramación, los titulares y las fotografías. Ver entrevistas o reportajes desplegados a dos páginas, y anunciados en la primera. En Estados Unidos no me pierdo The New York Times, y en España El País. Venezuela tuvo grandes periódicos y periodistas… ¡Y personajes! Sin ellos no habría sido posible. Casi todos fueron los adelantados de su tiempo: Sofía Imber, Juan Liscano, Arturo Uslar Pietri, Aldemaro Romero, Simón Díaz. Fue un orgullo haberlos entrevistado. Mis conversaciones no eran “malandras” o “ácidas” eran sinceras y desinhibidas. Entrevistados y entrevistador aceptaban el reto, aunque algunos recularan a última hora.
-¿Cómo es hoy su relación con las memorias de su país?
“Caracas es mi presente y mi pasado, la pienso a diario porque allí viven mi familia y los amigos que ya son menos. He vivido con tristeza la muerte inesperada de Elizabeth Schön, Ida Gramcko, Alfredo Silva Estrada y Sonia Sanoja, pero me queda la lucidez de Elisa Lerner que a sus ochenta y tantos no deja de escribir, pensar y asombrar con su pluma y su genio. También vivo el agobio, la frustración y la escasez del día a día. Me mantengo informado a través de mis amigos de Facebook, Instagram y Twitter, quienes comparten las mejores noticias de El Universal, El Nacional y Prodavinci. También veo Venevisión por cable y me reencuentro de vez en cuando con algunos de mis entrevistados.
Hippolyte fue uno de los entrevistadores más leídos -y hasta temidos- en la prensa de los 80, época de oro, ciertamente, del arte, la cultura y el periodismo en Venezuela. Al mismo tiempo, el periodista cultiva el oficio de la fotografía, en la que busca, del mismo modo, evitar lo obvio y lo manido, buscar algo que sorprenda y conmueva. Aprovechar el instante.
La entrevista como género
Licenciado en Comunicación Social y Letras por la UCV, Hippolyte ingresa en 1980 al diario El Nacional como periodista en "Feriado” y “Séptimo Día”, dos de las publicaciones más leídas de la época. hasta 1990, cuando la publicación de una cuestionada entrevista con uno de los hombres más poderosos de la Venezuela de entonces causa el retiro de la edición y la renuncia del equipo.
-Sí, afirma, fue la casa de los millones en el Country. Recogieron la edición, botaron al director y los periodistas renunciamos en bloque. El único medio que se hizo eco fue Tribuna Popular.
Entonces, con la idea de estudiar inglés, Leopoldo López Gil le ofrece una beca de la Fundación Ayacucho y va a Pittsburgh, donde obtiene doctorado en Literatura Latinoamericana y hoy comparte la docencia de literatura y español entre Estados Unidos y España.
Buena parte de su trabajo, así como sus reflexiones sobre el género, quedan recogidos, además, en La pregunta y sus víctimas (1988), Con un país así(1990) y Para desnudarte mejor. Realidad y ficción en la entrevista (1993).
-¿Qué ha sido de Nelson Hippolyte en estos treinta años?
“Han pasado tres décadas y no sé a dónde se han ido. En 1990 abrí un breve paréntesis para oxigenarme y se ha convertido en una vida. Literalmente, tengo ‘el corazón partío entre Athens, Ohio, Toledo, España y Caracas. En Athens, enseño Español, Literatura, Cultura y Civilización, en Ohio University. Utilizo mi experiencia periodística para fomentar la discusión sobre temas de actualidad. Esta semana, por ejemplo, leímos América de Allen Ginsberg, y nos sirvió para flexionar sobre la situación política del país, y lo que quisieran los jóvenes para su futuro. Uno de los versos dice: “América ¿por qué tus bibliotecas están llenas de lágrimas?”. En España dirijo un programa de español para extranjeros, donde los estudiantes descubren el país a través de su gente, las calles y los museos. Y hacemos Qué Guay, una revista donde publican sus artículos y diarios. En este 2020 se cumplen 20 años del primer ejemplar, que ahora es digital.
–La redacción de una entrevista –ha declarado- requiere mucha concentración. Allí no hay fórmulas ni recetas que valgan. Lo importante es informar. Reflejar lo más fielmente posible al personaje. En la actualidad se encuentra en preparación de otro libro sobre este género, aún sin título, en el que seguirá mostrando a sus entrevistados. Algunos “extraños” o poco comunes; otros, que se le quedaron por fuera, como Carlos Rangel, El padre Gil y el narcomundo, Los cinco gatos nostálgico de Molina Gásperi; Marcelino Barquin, el hombre de la chequera generosa; Tony Canaves, el que regalaba caimancitos en las fiestas, o La Madame, la mamá de los punk en Venezuela.
“La entrevista hoy probablemente no viva su mejor momento”, responde. “En Venezuela hubo grandes entrevistadores como José Pulido, Ramón Hernández, Roberto Giusti. Eran magos de las preguntas inteligentes y la puesta en escena. En la entrevista, finaliza, hay que investigar, saber escuchar y estar muy atento: repreguntar, aprovechar los instantes, como en la fotografía.
-¿Cuál fue su entrevista favorita?
-Antes decía que la de Magdalena Sánchez, por su desinhibición y honestidad. Pero ahora pienso que todas son mis favoritas, porque cada una fue un reto.
“La belleza oculta en cualquier lugar”
Nelson Hipplyte siempre buscó evidenciar las relaciones ocultas de la realidad. Casi niño, un texto suyo puso en evidencia la metonimia de los aparatos cotidianos ante una audiencia de docentes. Lo mismo que en el periodismo, anduvo con su cámara, como diría la colega y amiga Olgalinda Pimentel, “descubriendo la belleza oculta en cualquier lugar”.
-Y no ceso de hacer fotografías, confiesa. Tomo una tras otra pensando en lo que me dijo mi primer jefe, Julio Lanzarotti: “Lo primero que sale, nunca es lo mejor”. Y me detengo en el objeto hasta exprimirle los secretos. Instagram se ha convertido en mi galería personal. Allí conversan algunos de los temas que me interesan.
–¿Cómo relaciona sus fotografías con su periodismo?
–Digo que ahora escribo con la imagen, callejeo y documento los detalles: un afiche desgarrado, pintadas en una pared o puerta, luces, sombras. Como mi primera exposición, hace 30 años, El resplandor de las sombras. Creo que he seguido siendo fiel a mis temas. Busco la sorpresa y la poesía. A veces documento, como hace dos años en Roma, cuando vi a un obrero reparando con maestría los adoquines de una calle. Pero no me dejó fotografiarlo, solo sus manos y el martillo. Fotografiar es conversar con uno mismo. Ya no tengo la presión de buscar los personajes ni la prisa de las fechas de entrega. Ahora estoy a mi aire disfrutando los secretos de la calle.
–¿Cómo ve en la distancia su trayectoria periodística?
-Me viene a la mente la canción “háblame del mar marinero…”. Mi “trayectoria” sigue viva gracias a Maritza Jiménez, que habla de mis entrevistas en sus clases, y algunos fans incondicionales, como Salvador Fleján y Luis Yslas, quien fue cargando con uno de mis libros hasta el Perú. “Aquí lo tengo en mi biblioteca” -me dijo. Recuerdo haber pasado horas y horas investigando, entrevistando y escribiendo, “peinando las palabras” -como dijo un poeta amigo-. También recuerdo un comentario de Rodolfo Santana: “Tus entrevistas parecen mini obras de teatro”. Y probablemente fuera así, porque traté de experimentar con el género mezclando la entrevista con la crónica y la agilidad de los diálogos de teatro. Cada entrevista era una puesta en escena los domingos en “Feriado”. Me llegaron a contar que los amigos se reunían para leerlas en voz alta, y yo, casualmente, también lo hacía antes de publicarlas para sentir su ritmo. En todas había un clímax y un desenlace inesperado. Todo ese proceso está en Realidad y ficción en la entrevista.
–¿Qué piensa del periodismo actual en Venezuela?
–No lo sé porque leo noticias y artículos sueltos. Veo que muchos colegas siguen trabajando con la pasión de siempre: Juan Antonio González, Maritza Jiménez, Ogalinda Pimentel, Aquilino José Mata, Milagros Socorro, Ewald Scharfenberg, pero el mundo digital le ha quitado protagonismo a la prensa impresa. Antes era un placer hojear los periódicos, disfrutar la diagramación, los titulares y las fotografías. Ver entrevistas o reportajes desplegados a dos páginas, y anunciados en la primera. En Estados Unidos no me pierdo The New York Times, y en España El País. Venezuela tuvo grandes periódicos y periodistas… ¡Y personajes! Sin ellos no habría sido posible. Casi todos fueron los adelantados de su tiempo: Sofía Imber, Juan Liscano, Arturo Uslar Pietri, Aldemaro Romero, Simón Díaz. Fue un orgullo haberlos entrevistado. Mis conversaciones no eran “malandras” o “ácidas” eran sinceras y desinhibidas. Entrevistados y entrevistador aceptaban el reto, aunque algunos recularan a última hora.
-¿Cómo es hoy su relación con las memorias de su país?
“Caracas es mi presente y mi pasado, la pienso a diario porque allí viven mi familia y los amigos que ya son menos. He vivido con tristeza la muerte inesperada de Elizabeth Schön, Ida Gramcko, Alfredo Silva Estrada y Sonia Sanoja, pero me queda la lucidez de Elisa Lerner que a sus ochenta y tantos no deja de escribir, pensar y asombrar con su pluma y su genio. También vivo el agobio, la frustración y la escasez del día a día. Me mantengo informado a través de mis amigos de Facebook, Instagram y Twitter, quienes comparten las mejores noticias de El Universal, El Nacional y Prodavinci. También veo Venevisión por cable y me reencuentro de vez en cuando con algunos de mis entrevistados.
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