Gabriela Wiener: “Crecimos en una relación violenta con el mundo”
La escritora peruana participará en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, FIL
Gabriela Wiener siempre supo que su destino estaría vinculado con el periodismo y la escritura, ya que creció viendo a su padre periodista trabajando en las salas de redacción. Además, desde pequeña la poesía ocupó un lugar en su vida: “Vallejo fue lo primero que aprendí a recitar en el colegio, a pesar de las burlas de mis compañeros. Mis primeras lecturas fueron poetas, Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath, Anne Sexton y Blanca Varela”.
Wiener ha escrito como periodista para importantes medios de comunicación, actualmente es columnista de la página de Opinión en español de The New York Times, de Eldiario.es y La República. Entre sus obras destacan los títulos Sexografías (2008), Nueve lunas (2009) y Llamada perdida (2014). Su obra de teatro, escrita y protagonizada por ella misma, Qué locura enamorarme yo de ti, dirigida por la también peruana Mariana de Althaus, se estrena en febrero en Madrid.
-Si algo caracteriza su voz y su escritura es su estrecha vinculación con el cuerpo.
-Mi escritura siempre ha sido una escritura desde el cuerpo, performática, de exposición personal y de encarnar la palabra. La experiencia es mi material de trabajo. Como soy mujer y he escrito íntimamente sobre el amor, la sexualidad, la familia… puede que se me haya encasillado en cualquier cosa parecida a una escritura que el canon considera femenil y no literario. Desde muy pequeñas a las mujeres nos están mirando y hablando de nuestro cuerpo: esa gorda, esa flaca, esa negra… y esto ocurre en los entornos más cercanos que son la escuela y la familia. Yo soy de Lima, de una sociedad aún colonial, machista y racista. Muchas niñas crecimos así, en una relación violenta con el mundo que luego se transformó en rebeldía escrita. En mi caso el cuerpo habla de ese conflicto primigenio a través de la literatura y también la performance.
-¿Le costó enfrentarse a la etiqueta de la escritora que solo habla de sexo?
-Sí, hasta ahora hay gente que todavía me considera “la loca del sexo” y no una escritora. A un escritor hombre, cuyos libros están llenos de sexo, no se le cuestiona, mientras que si es mujer hay un motivo más para denostarla. Me han dicho que escribo bien, pero que para cuándo escribo sobre algo realmente importante. Creo que mis temas han ido evolucionando, desde una etapa en que me interesaba más sexualizar la vida, atacar tabúes, visibilizar esa dimensión, y han ido apareciendo otras obsesiones que llegan con la madurez, la maternidad, lo relacional o la politización a través del feminismo. Creo que ahora en mi escritura tengo una mirada más crítica del mundo que no se queda solo en lo testimonial, que es combativa y está en interacción con el mundo. Por otro lado, nunca he podido hacer lo que se debe hacer. Nos quieren escribiendo dentro de los géneros literarios tradicionales, nos quieren escribiendo sobre temas “universales” que no sean “femeninos”, pero yo solo puedo ser la escritora que soy.
-Usted padeció el racismo en su país natal, sin embargo, desde hace muchos años vive en España. ¿Cómo ha sido vivir ese proceso en el extranjero?
-Es la misma violencia, pero el lugar desde el que se ejerce es distinto. En España el racismo es institucional y su mirada hacía el latinoamericano es paternalista, somos el hermano pequeño, el indígena inofensivo, somos sus “chachas”, sus eternas empleadas domésticas. Yo fui una migrante privilegiada, ya que llegué a España por estudios. Hoy tengo una vida feliz que oscila entre la supervivencia y lo precario por ser una periodista sudaca, pero no he tenido que pasar por lo que han pasado mis compatriotas. Ya en esta etapa de mi vida me siento en comunidad, aunque sigo hablando de lo que pasa desde mi piel y la piel de mis hermanas.
-¿Qué opina de la situación de xenofobia que están viviendo los venezolanos en Perú?
-Cuando supe que hay gente en el Perú que llama a los venezolanos “hambrezolanos” no me extrañó. Aunque la peruana es una sociedad construida entre la migración interna y la externa, a las que debe tanto, también es cierto que sus elites políticas y económicas dominantes son profundamente discriminadoras y racistas. Ni sus gobernantes están a la altura y reproducen sistemas que oprimieron a sus ancestros. Después de que el gobierno decretara apertura y brazos abiertos, el actual presidente Vizcarra decidió de un día para el otro usar un drama humanitario para darse un baño de popularidad, cerrando las fronteras a los venezolanos que no tengan visa y montar un paripé con las deportaciones. Esas políticas se están replicando, como ha ocurrido en un barrio pituco como Miraflores, cuya alcaldía monta operativos callejeros inesperados para perseguir a gente sin papeles. Hay más de ochocientos mil venezolanos que han migrado al Perú y está claro que esto ha cambiado la convivencia, pero no se puede ser tan irresponsable criminalizando la migración a sabiendas de que existe otro operativo, esta vez mediático, para extender la xenofobia, a la caza siempre de historias de venezolanos “ladrones o asesinos” y creando una falsa alerta social. Es asqueroso que se haga en nombre de un país de migrantes pobres como el nuestro. Lo único gracioso de todo esto es que ha salido Maduro a decir que Venezuela desde ahora también pedirá visas a los peruanos.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Gabriela Wiener?
-Es una ventana abierta. Quiero pensar que es una ventana no solo para la contemplación, sino también para ser mirado por el otro, una ventana para el encuentro.
@DulceMRamosR
Wiener ha escrito como periodista para importantes medios de comunicación, actualmente es columnista de la página de Opinión en español de The New York Times, de Eldiario.es y La República. Entre sus obras destacan los títulos Sexografías (2008), Nueve lunas (2009) y Llamada perdida (2014). Su obra de teatro, escrita y protagonizada por ella misma, Qué locura enamorarme yo de ti, dirigida por la también peruana Mariana de Althaus, se estrena en febrero en Madrid.
-Si algo caracteriza su voz y su escritura es su estrecha vinculación con el cuerpo.
-Mi escritura siempre ha sido una escritura desde el cuerpo, performática, de exposición personal y de encarnar la palabra. La experiencia es mi material de trabajo. Como soy mujer y he escrito íntimamente sobre el amor, la sexualidad, la familia… puede que se me haya encasillado en cualquier cosa parecida a una escritura que el canon considera femenil y no literario. Desde muy pequeñas a las mujeres nos están mirando y hablando de nuestro cuerpo: esa gorda, esa flaca, esa negra… y esto ocurre en los entornos más cercanos que son la escuela y la familia. Yo soy de Lima, de una sociedad aún colonial, machista y racista. Muchas niñas crecimos así, en una relación violenta con el mundo que luego se transformó en rebeldía escrita. En mi caso el cuerpo habla de ese conflicto primigenio a través de la literatura y también la performance.
-¿Le costó enfrentarse a la etiqueta de la escritora que solo habla de sexo?
-Sí, hasta ahora hay gente que todavía me considera “la loca del sexo” y no una escritora. A un escritor hombre, cuyos libros están llenos de sexo, no se le cuestiona, mientras que si es mujer hay un motivo más para denostarla. Me han dicho que escribo bien, pero que para cuándo escribo sobre algo realmente importante. Creo que mis temas han ido evolucionando, desde una etapa en que me interesaba más sexualizar la vida, atacar tabúes, visibilizar esa dimensión, y han ido apareciendo otras obsesiones que llegan con la madurez, la maternidad, lo relacional o la politización a través del feminismo. Creo que ahora en mi escritura tengo una mirada más crítica del mundo que no se queda solo en lo testimonial, que es combativa y está en interacción con el mundo. Por otro lado, nunca he podido hacer lo que se debe hacer. Nos quieren escribiendo dentro de los géneros literarios tradicionales, nos quieren escribiendo sobre temas “universales” que no sean “femeninos”, pero yo solo puedo ser la escritora que soy.
-Usted padeció el racismo en su país natal, sin embargo, desde hace muchos años vive en España. ¿Cómo ha sido vivir ese proceso en el extranjero?
-Es la misma violencia, pero el lugar desde el que se ejerce es distinto. En España el racismo es institucional y su mirada hacía el latinoamericano es paternalista, somos el hermano pequeño, el indígena inofensivo, somos sus “chachas”, sus eternas empleadas domésticas. Yo fui una migrante privilegiada, ya que llegué a España por estudios. Hoy tengo una vida feliz que oscila entre la supervivencia y lo precario por ser una periodista sudaca, pero no he tenido que pasar por lo que han pasado mis compatriotas. Ya en esta etapa de mi vida me siento en comunidad, aunque sigo hablando de lo que pasa desde mi piel y la piel de mis hermanas.
-¿Qué opina de la situación de xenofobia que están viviendo los venezolanos en Perú?
-Cuando supe que hay gente en el Perú que llama a los venezolanos “hambrezolanos” no me extrañó. Aunque la peruana es una sociedad construida entre la migración interna y la externa, a las que debe tanto, también es cierto que sus elites políticas y económicas dominantes son profundamente discriminadoras y racistas. Ni sus gobernantes están a la altura y reproducen sistemas que oprimieron a sus ancestros. Después de que el gobierno decretara apertura y brazos abiertos, el actual presidente Vizcarra decidió de un día para el otro usar un drama humanitario para darse un baño de popularidad, cerrando las fronteras a los venezolanos que no tengan visa y montar un paripé con las deportaciones. Esas políticas se están replicando, como ha ocurrido en un barrio pituco como Miraflores, cuya alcaldía monta operativos callejeros inesperados para perseguir a gente sin papeles. Hay más de ochocientos mil venezolanos que han migrado al Perú y está claro que esto ha cambiado la convivencia, pero no se puede ser tan irresponsable criminalizando la migración a sabiendas de que existe otro operativo, esta vez mediático, para extender la xenofobia, a la caza siempre de historias de venezolanos “ladrones o asesinos” y creando una falsa alerta social. Es asqueroso que se haga en nombre de un país de migrantes pobres como el nuestro. Lo único gracioso de todo esto es que ha salido Maduro a decir que Venezuela desde ahora también pedirá visas a los peruanos.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Gabriela Wiener?
-Es una ventana abierta. Quiero pensar que es una ventana no solo para la contemplación, sino también para ser mirado por el otro, una ventana para el encuentro.
@DulceMRamosR
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