Agradezco a mi patria sus errores,
los cometidos, los que se ven venir,
ciegos, activos a su blanco de luto.
Agradezco el vendaval contrario.
El semiolvido, la espinosa frontera de argucias,
la falaz negación de gesto oculto.
Sí, gracias, muchas gracias
por haberme llevado a caminar
para que la cicuta haga su efecto
y ya no duela cuando muerde
el metafísico animal de la ausencia.
Ida Vitale (Montevideo, 1923) contesta el teléfono, después de muchos años vive de nuevo en Uruguay, se mudó cuando falleció su esposo, el poeta Enrique Fierro. Hace días estuvo en Formentor. Recuerda aquellos días con alegría; maravillada de la naturaleza. Los últimos años ha viajado mucho recibiendo homenajes y premios como el FIL de Literatura en Lenguas Romances y el Cervantes, que le han quitado tiempo de escritura.
Añora a sus amigos. La mayoría de ellos ha muerto. Trata que la soledad no pulverice su sentido del humor. Recuerda con especial cariño su amistad con Álvaro Mutis y Octavio Paz; este último le brindó su apoyo cuando en 1974 debió exiliarse a México. Ahora está restándole minutos al tiempo para poder desempacar la cantidad de libros y recuerdos que sobrepasan su pequeño apartamento. A sus 95 años, está contenta con la vida que ha tenido y con el apoyo que recibe de su hija Amparo Rama. Hoy, Ida Vitale se encuentra al despertar con su memoria y la tierra de su infancia.
-Cuando se mira en el espejo, ¿qué recuerda de esa Ida Vitale que empezó a escribir poesía?
-Esa joven se quejaba de que nunca tenía tiempo para escribir, ignorando que tenía todo el tiempo por delante. Hoy lucho precisamente contra el tiempo, para terminar mi novela y que no sea una novela difunta. Lo que temo hoy al mirarme al espejo es que la vejez me quite facultades para poder escribir o que pierda la memoria.
-¿Y recuerda esos primeros poemas que escribió?
-Creo que nadie recuerda sus primeros poemas. Ha pasado mucho tiempo, seguro eran muy malos y los borré.
-¿Para usted que significa la escritura?
-Uno debe ser honesto con lo que escribe, responsable. Y cuando hablo de honestidad me refiero a ser consciente de decir lo que se siente en ese momento y si se quiere publicar.
-¿Hay palabras que atesore o que marquen de alguna manera su sentir poético?
-No lo sé, eso es mejor que lo digan los críticos.
-David Huerta, ganador del Premio FIL de Literatura de este año, dijo: "La poesía no está al servicio del optimismo".
-La poesía ante todo debe ser verdad. Hay poetas para todo: para la alegría, la tristeza, el amor. No hay que exigirle nada a los poetas.
-La mala poesía aún la pone de mal humor.
-No dejo ya que me ponga de mal humor. Con la lectura de los primeros versos ya uno sabe, aunque los libros siempre buscan sus lectores.
-Se cumplen noventa años del libro Un cuarto propio de Virginia Woolf, ¿cómo ha sido su cuarto propio?
-Siempre escribí desde la intimidad, mi familia no sabía que escribía. Después fui muy afortunada, mi esposo era poeta, así que entendía el oficio y me apoyaba.
-Hace poco hablaba con la poeta venezolana Yolanda Pantin y recordamos su libro De varia empresa, publicado en 1998 con la editorial independiente Pequeña Venecia.
-Siempre estuve agradecida por pensar en mí y publicar ese libro. Es una de las poetas y amigas que recuerdo con cariño de latinoamericana.
-¿Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Ida Vitale?
-Es una ventana a veces abierta, a veces cerrada, a veces mira por el lugar equivocado, a veces hay tiempo para mirar. Hoy vuelve a mirar a Montevideo, ahora vivo en un barrio bonito y con buenos vecinos. En Montevideo pasé los mejores momentos de mi vida, así mi ventana también mira los recuerdos de mi infancia.
@DulceMRamosR
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