Iniciando el mes de abril, y un día antes de su aniversario 75, se fue Francisco Massiani, Pancho para todos, sin despedida alguna, dejando a sus entrañables amigos y admiradores en el más completo estupor.
Y es que Massiani, nacido en 1944, fue sin duda uno de los grandes narradores contemporáneos de Venezuela.
Difícil, a veces, corrosivamente crítico, su lenguaje claro y transparente se dedica como pocos a un sector poblacional escasamente atendido en Venezuela: la adolescencia.
Y lo inicia con “Piedra de mar”, un libro que nace “como una mentira”, cuando, finalizando aquella década de los 60, ese gran promotor de nuestras letras y nuestra cultura que fue Simón Alberto Consalvi, entonces al frente de la naciente Monte Avila Editores, le pregunta si tiene una novela “corta, fresca y juvenil”.
"Mintiéndole me entusiasmé tanto que salí corriendo a mi casa y comencé a escribir ‘Piedra de mar’. Me tardé como año y medio en terminarla", recuerda el periodista Angel Gómez que dijo el Massiani 40 años después de la publicación de esta novela que, al igual que “Ana Isabel” de Antonia Palacios, se convertiría en un referente ineludible entre las lecturas del bachillerato.
Fue su primera novela publicada, que ha constituido un best seller a todo lo largo de los más de cincuenta años de su primera edición.
Se trata de una novela de formación, una especie de novela de aprendizaje, en la cual se narran las peripecias de un adolescente de la clase media de Caracas por los lugares que le son cercanos al sitio donde vive.
"A mis 64 años yo me siento un muchachito", afirmó el escritor, agregando que "el apetito de vida te mantiene joven, eternamente joven y enamorado".
Su producción novelística incluye, además, “Fiesta de campo y Rebate o la vida siempre como en un comienzo”, dos novelas cortas publicadas en 2008, y en, 1976, “Los tres mandamientos de Misterioso Senegal”.
En su cuentística destacan “El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes” (1975), Relatos (1990), “Un regalo para Julia” (1991); “Con agua en la piel” (1998) y “Florencio y los pajaritos de Angelina, su mujer Senegal” (2005), con el que resultó ganador del V Concurso Anual de la Fundación para la Cultura Urbana. En 2006 publica su primer libro de poesía, “Señor de la ternura”.
En 2012 resultó ganador del Premio Nacional de Literatura (2010-2012), como reconocimiento a su entrega al oficio literario.
“La literatura es un acto de fe, hay que apostar a la felicidad", había dicho. "Uno sufre de una momentánea iluminación interior que te permite comprender todo".
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