"Llegué a Venezuela hace 62 años, procedente de Austria. Tenía 17 de edad. Mi mamá vivía aquí en Venezuela con su segundo marido, y yo que había sido criado por mi abuela, tuve que venirme. Cuando llegué me gustaron el clima, las morenas, el tambor, el eterno verano y la humanidad relajada e improvisada del venezolano. Detrás de todo hubo una profunda conexión musical. Desde niño fui fanático del jazz. También me gustaba la música clásica. Aquí tuve buenos profesores y desarrollé una técnica pianística. En cuanto al jazz, me fui formando de manera autodidacta. En el Mon Petit tocaba jazz en los años 60, pero lo dejé porque tuve el síndrome de Guillain-Barré, me recuperé, estudié piano por segunda vez y me volví cinturón negro en karate", dice Gerry Weil. 

"Mi vida como músico ha sido estudiar, aplicar, difundir, enseñar, aprender más. No he parado ni pienso parar. He hecho toda una vida aquí, me casé con una oriental, tengo dos hijos y uno de ellos me ha dado dos nietos. He tenido contacto con muchos géneros musicales, de Brasil, de África, me he metido a fondo en lo latino y muy a fondo en lo venezolano, que tiene ritmos muy particulares, que no existen en ninguna otra parte del planeta", prosigue. 

"Este concierto del BOD es un encuentro, por un lado con Nené y el bajista Carlos Sanoja, que completan mi actual trío, con el cual llevamos dos años; y por otro lado, con Víctor Cuica, quien tocó en 1971 en una orquesta que yo armé, que se llamaba El Mensaje, que pegó un número en el Hit Parade, donde yo rapeaba con él un número que estuvo pegadísimo".