A CONTROL REMOTO
Lucho Gatica y su vida extraordinaria
No existe nombre en la música popular chilena que haya llegado tan lejos en su trayectoria como el intérprete de canciones románticas como “El reloj”, “La barca” y “Contigo en la distancia”, entre muchas otras
Nacido en Rancagua, en el sur de Chile, el 11 de agosto de 1928, el fallecido y muy celebrado cantante Lucho Gatica estuviese cumpliendo 95 años. Adquirió fama internacional en la década de 1950 por su interpretación de melodías románticas, que lo llevaron a ser conocido “El rey del bolero”.
Siendo muy niño, recuerdo a mi mamá escuchando los discos de este artista, mientras organizaba las labores diarias de la casa. Era el ídolo del momento, el que con su voz, que era casi un susurro, desgranaba a través del pick-up emblemas de su repertorio como El reloj, La barca, Contigo en la distancia, No me platiques más, Historia de un amor y otros boleros que en su melodioso estilo lo catapultaron a la estelaridad en toda Latinoamérica y España.
También tengo grabada, casi fotográficamente, la imagen de mi madre sentada frente al televisor, entre sonriente, divertida y asombrada, viendo al chileno sorteando, con no poca dificultad, el asedio de sus delirantes admiradoras, que casi le arrancaban la ropa a jirones cuando hacía su entrada al Teatro del Este, que había sido habilitado para presentarlo en el popular Show de las 12, que de lunes a viernes al mediodía animaba Víctor Saume por Radio Caracas Televisión. Aquello era la locura total.
Una escena similar se repetía, por la misma época y en el mismo programa, cuando Alfredo Sadel, nuestro gran ídolo internacional de entonces e incuestionable rival artístico de Lucho Gatica, acudía al espacio del Tío Saume, como también era conocido aquel animador de estirpe bonachona y simpática. Era una época en que tan afiebradas muestras de vehemente adoración resultaban francamente poco comunes por estos lares, aunque tanto el chileno como el bien llamado “Tenor favorito de Venezuela”, se entregaban a ese lanzado asedio en medio de risas y uno que otro susto, que no llegaba a mayores gracias a la eficaz labor de los guardaespaldas, expertos en evitar que los dejaran como Dios los trajo al mundo.
Años después, conocí a Lucho Gatica en casa de la periodista Edith Guzmán, con quien trabajaba en mis inicios como reportero de espectáculos en El Nacional. Fue en una cena que ella le hizo en una de sus visitas a Caracas. Edith nos contaba que ella era una de aquellas enfervorizadas fanáticas que, escapadas del colegio, iban a ver a Gatica en el show de Saume y años después, ya en el ejercicio profesional, ambos se hicieron muy amigos.
El cantante, fallecido en 2018 en Ciudad de México, a los 90 años, tuvo una vida larga y fructífera. Era, a no dudarlo, uno de los grandes del espectáculo hispanoamericano de todos los tiempos y exponente por excelencia de la canción romántica. Entre los muchos reconocimientos que recibió, estuvo el premio Grammy Latino a la Excelencia que le otorgaron en 2007 y en 2008 fue honrado con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. No existe nombre en la música popular chilena que haya llegado tan lejos en su trayectoria. Su recorrido partió de Chile en 1950, siguió hasta México desde 1955 y desde allí al resto del mundo latino. Más que una carrera musical, la suya fue una historia de vida extraordinaria.
@aquilinojmata
Siendo muy niño, recuerdo a mi mamá escuchando los discos de este artista, mientras organizaba las labores diarias de la casa. Era el ídolo del momento, el que con su voz, que era casi un susurro, desgranaba a través del pick-up emblemas de su repertorio como El reloj, La barca, Contigo en la distancia, No me platiques más, Historia de un amor y otros boleros que en su melodioso estilo lo catapultaron a la estelaridad en toda Latinoamérica y España.
También tengo grabada, casi fotográficamente, la imagen de mi madre sentada frente al televisor, entre sonriente, divertida y asombrada, viendo al chileno sorteando, con no poca dificultad, el asedio de sus delirantes admiradoras, que casi le arrancaban la ropa a jirones cuando hacía su entrada al Teatro del Este, que había sido habilitado para presentarlo en el popular Show de las 12, que de lunes a viernes al mediodía animaba Víctor Saume por Radio Caracas Televisión. Aquello era la locura total.
Una escena similar se repetía, por la misma época y en el mismo programa, cuando Alfredo Sadel, nuestro gran ídolo internacional de entonces e incuestionable rival artístico de Lucho Gatica, acudía al espacio del Tío Saume, como también era conocido aquel animador de estirpe bonachona y simpática. Era una época en que tan afiebradas muestras de vehemente adoración resultaban francamente poco comunes por estos lares, aunque tanto el chileno como el bien llamado “Tenor favorito de Venezuela”, se entregaban a ese lanzado asedio en medio de risas y uno que otro susto, que no llegaba a mayores gracias a la eficaz labor de los guardaespaldas, expertos en evitar que los dejaran como Dios los trajo al mundo.
Años después, conocí a Lucho Gatica en casa de la periodista Edith Guzmán, con quien trabajaba en mis inicios como reportero de espectáculos en El Nacional. Fue en una cena que ella le hizo en una de sus visitas a Caracas. Edith nos contaba que ella era una de aquellas enfervorizadas fanáticas que, escapadas del colegio, iban a ver a Gatica en el show de Saume y años después, ya en el ejercicio profesional, ambos se hicieron muy amigos.
El cantante, fallecido en 2018 en Ciudad de México, a los 90 años, tuvo una vida larga y fructífera. Era, a no dudarlo, uno de los grandes del espectáculo hispanoamericano de todos los tiempos y exponente por excelencia de la canción romántica. Entre los muchos reconocimientos que recibió, estuvo el premio Grammy Latino a la Excelencia que le otorgaron en 2007 y en 2008 fue honrado con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. No existe nombre en la música popular chilena que haya llegado tan lejos en su trayectoria. Su recorrido partió de Chile en 1950, siguió hasta México desde 1955 y desde allí al resto del mundo latino. Más que una carrera musical, la suya fue una historia de vida extraordinaria.
@aquilinojmata
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