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José Antonio Hernández-Diez regresa para morder al país

El artista venezolano, residenciado en España, revisa su trabajo en una muestra en la Galería del Centro de Arte El Hatillo: “Llegando y mirando para atrás”, que se inauguró ayer sábado 12 de agosto

  • JUAN ANTONIO GONZÁLEZ

13/08/2023 01:00 am

Desde este sábado 12 de agosto, a partir de las 6:00 pm, la Galería del Centro de Arte El Hatillo regresa al circuito expositivo local al artista José Antonio Hernández-Diez (Caracas, 1964) con la exposición Llegando y mirando para atrás. 1991/2023. Él llegó hace cuatro meses a Venezuela proveniente de Barcelona, España, ciudad en la que reside sin despegarse del todo de su país. Anda mirando, escrutando, lo que esta tierra de Gracia (¿o en desgracia?) le ofrece de sí misma a través de esos objetos que configuran su cotidianidad. Dice que sus reflexiones sobre lo visto hoy por él quedarán plasmadas en una obra que espera hacer acá mismo.

La muestra, que se presentará hasta el 30 de este mes, reúne dos trabajos de amplia resonancia realizados por el artista en la década de los 90, como son Que te rinda el día y Minamata, revisados en la actualidad tanto en su contenido como en su ejecución, bajo la curaduría de José Antonio Hernández Diez y Mariana Silva, con la colaboración de Alfred Wenemoser.

Hernández-Diez creó una máquina que reproduce su mordida sobre diversas superficies (CORTESÍA)

La propuesta de Hernández-Diez no obstante opera como testimonio de la reacción de artistas emergentes de los 80’s y 90’s ante un país tercermundista pero boyante, un país cuyas expresiones artísticas más aceptadas también se plegaban al imperante espíritu saudí, siempre epidérmico, al que se enfrentaron como él, Miguel von Dangel y Carlos Zerpa, entre otros “vanguardistas” ajenos a las etiquetas.

En pleno montaje de la muestra, que se realiza en alianza con SilvayArtistas, José Antonio Hernández-Diez, responde a las preguntas de El Universal.

-¿Qué lo mantuvo alejado casi dos décadas del circuito expositivo venezolano?
-No solo en Venezuela, el ritmo en general bajó, pero en el caso de acá los curadores con quienes trabajaba, se retiraron o murieron y en el país mi manera de trabajar estuvo ligada siempre a un curador. No tengo una galería privada que me represente y tal vez sea mejor así, he crecido en los espacios institucionales y salas alternativas y me gustaría conservar eso; por eso al llegar y ver este espacio alterno en El Hatillo, fuera del contexto de estos fuertes apaches que representan Los Galpones y Hacienda la Trinidad, me volvieron las ganas de hacer una exposición como las de antes.

“Mis obras siempre llevan el espíritu de los 90’s”, dice el artista (CORTESÍA)

-Llegando y mirando para atrás, la muestra, reúne obras realizadas desde 1991 hasta 2023. Cuando tiene la oportunidad de hacer esta especie de “revisión”, ¿qué claves encuentra en el arte hecho por usted en las últimas dos décadas?
-Creo que son los mismos ingredientes. Parto de un librito que fue escrito en 1936: El arte en la era de la reproductividad mecánica, en el que podríamos resumir qué es el artista que utiliza moldes para su creación y no sus manos. Y a partir de allí los ingredientes son los mismos, la relación entre lo local y lo global , la relación con la tecnología de consumo, lo único que cambia es el antes y después de la quinta República.

-¿Le siguen moviendo los mismos intereses, las mismas preocupaciones, o se han sumado a su trabajo nuevos temas/planteamientos?
-Estas son unas obras que tienen más de 30 años, pero al ser una instalación se retroalimentan de pequeñas situaciones de hoy día y esta es una de las ventajas de trabajar con sistemas vivos como la instalación y el video, cosa que no ocurre con una pintura, por ejemplo. Mientras viva podré hacer pequeñas modificaciones cada vez que instale alguna de estas obras aunque siempre llevarán el espíritu de los 90’s.



-¿La crisis bancaria de los años 80 en el país fue la motivación para contravenir con su obra la tradición estética que dominaba en la Venezuela saudí?
-Sí. Empecé a trabajar para Fogade en 1986, fotografiando los laboratorios de control de calidad de empresas estatizadas, les tomaba fotos a los laboratorios y todos sus procesos de medición y regresaba a los 6 meses a hacer el mismo trabajo; me di cuenta cómo las estándares de calidad se hacían cada vez más grandes, más laxos, y el porcentaje de impurezas subía, la tolerancia de los aceros se hacían más blandas, las roscas milimétricas perdían su estándar… Así que crecí entre aparaticos midiendo laboratorios. La cantidad de mercurio en un componente para utilizar un protector gástrico, la dureza de los frenos del Ford Sierra y toda esa estética es parte fundamental de mi trabajo y eso se evidencia en mi primera exposición que es casi un laboratorio.

Y prosigue: “Con el tiempo desaparecieron estos laboratorios y todas esas empresas fueron cerradas, si a eso añadimos el video, un estallido social y la conspiración Iluminati tenemos In God We Trust. Sigo pensando que el cinetismo nos vendió la historia de que sus obras iban a ser expuestas en las colonias fundadas en Marte y nosotros disfrutando de su belleza sentados en sillas de Verner Panton, y el cambio de siglo nos dio una desilusión, pero apareció otro componente: Chávez”.

La exposición estará abierta hasta el 30 de agosto (CORTESÍA)

-La antropofagia fue en su momento un discurso que sacudía por la violencia que conlleva. ¿Hoy en día tiene ese mismo efecto?
-Está más vivo que nunca. Si vemos, la palabra más utilizada cuando nos referimos a la IA es “retroalimentación”; la última vez que vi, era algo así como 178 millones de parámetros devorando todo lo que entra a sus redes neuronales para luego vomitar una papilla de la constitución, colores y texturas que más te gusten. Ahora, qué es lo interesante: lo más antropofágico es que pierdes los derechos de autor una vez que alimentas la bestia y eso es muy antro.

-¿Cómo surgió la idea de realizar una obra como Que te rinda el día, con una máquina de hacer mordidas?
-Sí, Que te rinda el día es una invitación de Mari Carmen Ramírez, quien fue la curadora de la XXIII de la Bienal de São Paulo y esa mordida representa tanto al niño o niña que nos gusta en el colegio, marcándolo como eres mío, y es también mi marca sobre el minimalismo, mi marca sobre Donald Judd, mi marca sobre Richard Artschwager, lo que representa para mí el santoral canónico y yo un joven mancebo.
@juanchi62




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