Caos, ira y redención en el Mad Cool 2018
La desorganización del festival madrileño causa molestias en un público que encontró la redención en una serie de conciertos extraordinarios
Madrid.- Colas interminables, aparatosos atascos, aglomeraciones
innecesarias e incompetencia en las barras fueron algunos de los problemas
que opacaron la tercera edición del festival musical español Mad Cool, así
como la cancelación repentina de una de sus cabezas de cartel, la agrupación
británica Massive Attack.
Sobre el episodio protagonizado por la popular banda de trip hop los
organizadores del festival han sido tajantes: se han negado a actuar frente a un
aforo de más de 25 mil personas porque les molestaba el sonido proveniente
del espectáculo de Franz Ferdinand, que ocurría simultáneamente en otra
tarima del evento.
En cuanto a la casi hora y media que tuvo que pasar para que fuese
comunicada la cancelación al público, los voceros del Mad Cool han explicado
que la renuencia de Massive Attack a tocar desembocó en suspensión en ese
momento.
Pero lo que no hubo en organización se concentró quizás en sonido y montaje,
ya que, a pesar de los tropiezos, es innegable la calidad mostrada en ambos.
Las tarimas contaron con un despliegue audiovisual extraordinario, lo que
permitió una serie de conciertos asombrosos que, por momentos, dejaron a un
lado las malas experiencias.
Pearl Jam y los clásicos
Durante la primera jornada Eels calentó los motores con su locuaz y
desenfadado rock alternativo. La turbulenta vida del cantante Mark Oliver
Everett, líder de la banda, ha destilado en un sonido más bien alegre y
divertido, aunque con ciertos ápices inevitables de oscuridad. Un buen remedio
para las contrariedades vividas por el músico, a quien la soledad, las drogas y
la pérdida de seres queridos no le son ajenas.
Pearl Jam, por su parte, encabezó la primera noche del festival regalando un
recital de casi dos horas, donde recorrieron en profundidad aquellos temas que
los catapultaron a la fama en los años noventa, como Jeremy, Alive, Even
Flow y Porch. La voz de Eddie Vedder sigue intacta a pesar de los años y la
banda aún capaz de seducir grandes multitudes. El cantante se tomó unos
segundos para dar un mensaje contra el acoso, el racismo y el sexismo, a la
vez que celebrara la vida. Fue un concierto emotivo y sublime.
Si bien las energías quedaron bastante altas con Pearl Jam, el dúo de electro
francés Justice fue capaz de subir la barra con un directo efusivo y dinámico
donde no hubo nadie que se quedara sin bailar. Su fórmula de electrónica
francesa con pinceladas rockeras y un poco ochentosas es capaz de generar la
locura colectiva, especialmente cuando ya ha caído la madrugada y la jornada
ha sido demencial.
La noche de Jack White
Durante el segundo día del festival se notaron intentos por corregir los fallos
iniciales, pero sólo se logró parcialmente. Se nota que la asistencia masiva,
más de ochenta mil personas por día, es decir casi el doble que el año pasado,
los desconcertó. Nuevamente fue la música la que salvó el día.
At the Drive-In comenzó la descarga con una inyección de post hardcore, tan
progresivo como melódico, donde el cantante Cedric Bixler-Zavala y el
carismático guitarrista Omar Rodríguez-López interpretaron una sesión
epiléptica interpretando himnos del explosivo Relationship of Command, así
como temas de su nuevo e interesante trabajo “In•ter a•li•a”.
Más adelante, Jack White daría una excepcional cátedra de un rock and roll
que evoca lo mejor del blues y el sonido garage. El guitarrista se ha valido de
sus éxitos junto a The White Stripes para dar un show para el recuerdo,
rodeado de una banda de virtuosos. El sonido de White es único, con sabores
añejos, guitarras crudas y una voz chillona que encaja a la perfección. Otra vez
dejó claro que, desde su aparición, ha sido una bocanada de aire fresco para el
rock actual.
Alice in Chains también fue una grata sorpresa, especialmente porque no
serían pocos los que albergaban dudas tras la desaparición física del mítico
cantante Layne Stanley. Sin embargo, su sustituto, William DuVall, lo logra.
Puede que el sonido haya pecado de débil ante una banda que merece todos
los decibeles del mundo, pero se trató de un directo íntimo, nostálgico y
sombrío, como siempre serán estos pioneros del grunge.
Durante la decepción de Massive Attack, que ocurrió minutos después del
concierto de Alice in Chains, Franz Ferdinand montó su eterna fiesta de rock
bailable en la tarima principal del Mad Cool. El grupo escocés nunca
decepciona en vivo y suele disfrutar en las tablas casi tanto como el público
en la arena. Se saben afortunados y corresponden como debe ser.
Muy diferente ocurre con Arctic Monkeys, quienes desde hace meses se
muestran grises y secos, como si los días de gloria hubiesen quedado atrás,
aun cuando tratan de rememorarlos interpretando piezas de joyas como Whatever People Say I Am, That's What I'm Not.
Un final apoteósico
El último día del Mad Cool fue, sin lugar a dudas, el mejor. Quizás el mal sabor
de boca por los fallos de organización seguiría en gran parte del público, pero
quedó tácito que existe una esperanza, porque lo que hicieron Queens of the
Stone Age, Depeche Mode y Nine Inch Nails en esta jornada fue apoteósico.
Sobre los primeros, no hay mucho que decir. Desde hace años representan
una de las propuestas más poderosas del rock contemporáneo, y saben
llevarla perfectamente a la tarima. Josh Homme se tomó además un momento
para comentar otro detalle del festival que estuvo en boca de buena parte de
los asistentes.
Ocurría que frente a dos de las tarimas principales del evento fue colocada un
área VIP, delimitada por vallas de metal, que ocupaba casi la mitad de la arena
frontal. Esto ocasionaba que un lado estuviese a rebosar de gente, tanto como
la arena trasera, mientras que el área reservada se encontrara parcialmente
vacía. Y es que era innecesariamente grande.
Al ver semejante despropósito el cantante fue muy claro: “Déjenlos pasar”,
comentó en referencia a quienes se agolpaban alrededor de las vallas. “Salten
las vallas. No seguiré tocando hasta que los dejen pasar”, agregó, a la vez que
advertía a la seguridad del evento que no tratara con violencia a quienes lo
hicieran. “Hoy ustedes trabajan para mí”, les increpó. Fue ovacionado y
obedecido. Como era de esperar, el concierto terminó en éxtasis colectivo.
Entonces apareció Depeche Mode, quienes tomaron el testigo y lograron otro
de los grandes momentos del festival, con un itinerario que incluyó clásicos, no
tan clásicos y un exquisito material reciente. El Dave Gahan extravagante, de
movimientos delicados y poses femeninas, sigue hipnotizando multitudes con
su voz y danza, tras décadas de haber superado aquellos días aciagos que
casi le costaron la vida. Hoy está más vivo que nunca, y a su lado Martin Gore
y un envejecido Andrew Fletcher siguen pavimentando su camino melódico.
Nine Inch Nails haría acto de presencia poco después, cerrando los platos
fuertes de la noche. Otro espectacular derroche de buena música,
interpretando un set que de melódicas y organizadas estridencias pasaba a la
calma más pura, porque así como sonaron los pesados golpes de Somewhat
Damaged o March of the Pigs, también presentaron la carga ambiental de
temas como The Day The World Went Away o Hurt. El cantante Trent
Reznor se confesó afortunado de haber compartido festival con sus dos
predecesores, y pudo mantener con soltura las expectativas generadas tras
ambos directos.
La noche cerró con la presentación de los pioneros ingleses de la electrónica
Underworld, quienes supieron llevar armónicamente a casa a lo que quedaba
de una cansada asistencia que, más allá de las desavenencias, pudo disfrutar
de una serie de conciertos fenomenales.
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