Elisa Lerner: “En la cabaña más destartalada hay una luz que lleva al sendero”
La narradora, dramaturga. cronista y diplomática venezolana habla de su más reciente libro "Sin orden ni concierto", publicado por la Fundación para la Cultura Urbana
Elisa Lerner (Valencia, estado Carabobo, 1932) es cronista, dramaturga, narradora y ensayista; una mujer cuya vida ha sido sostenida por la literatura y un idioma, el español, que la adoptó cuando era una niña migrante.
Desde su apartamento en Los Palos Grandes responde los correos electrónicos mientras construye la imagen de una periodista bajo la lluvia de la ciudad de Bogotá, preguntándose de qué color será su impermeable o si extrañará el mar. Relata sus días delicados de salud que contrastan con la emoción que la embargó en la celebración de su natalicio y también la alegría de darle a sus lectores una nueva obra Sin orden ni concierto, publicada por la Fundación para la Cultura Urbana. Viviendo el presente y agradeciendo la lucidez.

Lerner experimenta un nuevo género literario con historias fragmentadas que a veces pueden ser crónicas, ensayos, cuentos breves o aforismos. Por sus páginas múltiples voces convergen evocando a Svetlana Aleksiévich.
La soledad, el país, el oficio de la escritura, la nostalgia y la memoria son algunos de los temas que explora Sin orden ni concierto, un libro que invita una y otra vez a volver a él porque la frase de algún personaje se queda sembrada en la mente del lector, ese que aún vive en Venezuela o que está en el exilio.
-El libro es un homenaje a Virginia Woolf. ¿Qué representan para usted la autora inglesa y la fuerza que han tomado en los últimos años las nuevas generaciones de escritoras?
-Virginia Woolf comenzó siendo para mí una asombrosa dádiva muy al comienzo de la adolescencia. Tenía catorce añitos y cursaba el segundo año de bachillerato. En esos tiempos en el histórico liceo Fermín Toro, cuando faltaba un profesor le reemplazaba otro. Tuve la suerte que la ausencia del profesor habitual fue reemplazada por la presencia de don Felipe Massiani. Don Felipe, padre del encantador escritor Francisco Massiani, tuvo la ocurrencia de gastar la hora de clase procurando hacer una explicación a unos niñatos sobre la importancia del soliloquio interior en la novela contemporánea. No sé si entendí mucho. Se me quedó grabado el nombre de la escritora Virginia Woolf y de su novela La señora Dalloway. ¿Cómo sería esa señora? La pregunta quedó instalada en mi corazón. Solo comencé a tener un asomo de respuesta cuando, por azar, en una modesta feria del libro cercana a mi casa, conseguí un ejemplar en rústica de Las olas de la misma Virginia Woolf. No sé qué es lo que más he admirado en la enorme escritora inglesa. Quizá, como el tiempo, sea un solo día, una secuencia de siglos o varias décadas, está como dentro de los personajes en un argumento borroso ante la maestría del lenguaje.


Desde su apartamento en Los Palos Grandes responde los correos electrónicos mientras construye la imagen de una periodista bajo la lluvia de la ciudad de Bogotá, preguntándose de qué color será su impermeable o si extrañará el mar. Relata sus días delicados de salud que contrastan con la emoción que la embargó en la celebración de su natalicio y también la alegría de darle a sus lectores una nueva obra Sin orden ni concierto, publicada por la Fundación para la Cultura Urbana. Viviendo el presente y agradeciendo la lucidez.

La señora Lerner... (VASCO SZINETAR)
Lerner experimenta un nuevo género literario con historias fragmentadas que a veces pueden ser crónicas, ensayos, cuentos breves o aforismos. Por sus páginas múltiples voces convergen evocando a Svetlana Aleksiévich.
La soledad, el país, el oficio de la escritura, la nostalgia y la memoria son algunos de los temas que explora Sin orden ni concierto, un libro que invita una y otra vez a volver a él porque la frase de algún personaje se queda sembrada en la mente del lector, ese que aún vive en Venezuela o que está en el exilio.
-El libro es un homenaje a Virginia Woolf. ¿Qué representan para usted la autora inglesa y la fuerza que han tomado en los últimos años las nuevas generaciones de escritoras?
-Virginia Woolf comenzó siendo para mí una asombrosa dádiva muy al comienzo de la adolescencia. Tenía catorce añitos y cursaba el segundo año de bachillerato. En esos tiempos en el histórico liceo Fermín Toro, cuando faltaba un profesor le reemplazaba otro. Tuve la suerte que la ausencia del profesor habitual fue reemplazada por la presencia de don Felipe Massiani. Don Felipe, padre del encantador escritor Francisco Massiani, tuvo la ocurrencia de gastar la hora de clase procurando hacer una explicación a unos niñatos sobre la importancia del soliloquio interior en la novela contemporánea. No sé si entendí mucho. Se me quedó grabado el nombre de la escritora Virginia Woolf y de su novela La señora Dalloway. ¿Cómo sería esa señora? La pregunta quedó instalada en mi corazón. Solo comencé a tener un asomo de respuesta cuando, por azar, en una modesta feria del libro cercana a mi casa, conseguí un ejemplar en rústica de Las olas de la misma Virginia Woolf. No sé qué es lo que más he admirado en la enorme escritora inglesa. Quizá, como el tiempo, sea un solo día, una secuencia de siglos o varias décadas, está como dentro de los personajes en un argumento borroso ante la maestría del lenguaje.

Junto al escritor argentino Manuel Puig, en 1983 (VASCO SZINETAR)
“Siempre ha habido grandes escritoras -prosigue-. Más allá del fervor habilidoso de algunas editoriales. Siendo una niña de once o doce años disfrutaba muchísimo con las historias en torno a un chiquillo muy travieso llamado Guillermo Brown. Yo daba por seguro que Richmal Crompton, el supuesto autor de esas historias, era hombre. Suposición errónea. Se trataba de una afamada escritora, también inglesa, muy admirada por Javier Marías y Fernando Savater. De todos modos no creo en literatura de hombres y de mujeres por separado. Creo que hay, simplemente, buena y mala literatura”.
Diálogos imaginarios
Las voces de algunos de los personajes que aparecen en Sin orden ni concierto querían conversar con la autora. Lerner con su aguda y sutil pluma, sin esperar este diálogo, les responde:
“La soledad es un gran taller literario”. Escritora harta de dar entrevistas.
-Los reinos sagrados del arte y del artista son los de la soledad y la memoria.
“El país se ha quedado a solas con su petróleo”. Escritor que conoce a Lerner desde sus días juveniles.
-A casi todos se nos ha oscurecido algo entrañable. Pero prefiero no entrar en la anécdota personal.
“Neruda le cantaba a Stalin”. Rosa Castillo o Rosa Koljoz.
-De seguro los poetas que le cantarán a la nueva Venezuela ya existen, pero no hemos tenido oportunidad de leerlos.
“Siempre ha habido grandes escritoras -prosigue-. Más allá del fervor habilidoso de algunas editoriales. Siendo una niña de once o doce años disfrutaba muchísimo con las historias en torno a un chiquillo muy travieso llamado Guillermo Brown. Yo daba por seguro que Richmal Crompton, el supuesto autor de esas historias, era hombre. Suposición errónea. Se trataba de una afamada escritora, también inglesa, muy admirada por Javier Marías y Fernando Savater. De todos modos no creo en literatura de hombres y de mujeres por separado. Creo que hay, simplemente, buena y mala literatura”.
Diálogos imaginarios
Las voces de algunos de los personajes que aparecen en Sin orden ni concierto querían conversar con la autora. Lerner con su aguda y sutil pluma, sin esperar este diálogo, les responde:
“La soledad es un gran taller literario”. Escritora harta de dar entrevistas.
-Los reinos sagrados del arte y del artista son los de la soledad y la memoria.
“El país se ha quedado a solas con su petróleo”. Escritor que conoce a Lerner desde sus días juveniles.
-A casi todos se nos ha oscurecido algo entrañable. Pero prefiero no entrar en la anécdota personal.
“Neruda le cantaba a Stalin”. Rosa Castillo o Rosa Koljoz.
-De seguro los poetas que le cantarán a la nueva Venezuela ya existen, pero no hemos tenido oportunidad de leerlos.

Dos damas de las letras: Elizabeth Schön y Elisa Lerner en 1981 (VASCO SZINETAR)
“Es un país forzado a lo oscuro, la poesía es rezo de claridad”. Poeta.
-Hoy “rezar poesía” cuando, por ejemplo, puedo leer algo de Marina Tsvetáieva, algún poema de Joseph Brodsky. Siempre, Eugenio Montejo. Todo lo último que logro leer de Rafael Cadenas. Estrofas muy bellas de Igor Barreto en Prodavinci. Me gustaría conocer más de Adalber Salas. Fina García Marruz siempre ha sido un rezo calmado. A lo mejor ese rezo comenzó antes. En la temprana adolescencia Delmira Agustini fue importante para una. Luego Mi padre el inmigrante de Vicente Gerbasi; por supuesto, Residencia en la tierra de Pablo Neruda; Poemas (sobre todo los más breves) de Ida Gramcko; Helena y los elementos de Juan Sánchez Peláez, y La espiga amarga de Luz Machado. Seremos un país más feliz cuando en la ascensión de un presidente de la República, uno de nuestros grandes poetas, que los tenemos, (hombre o mujer), lea uno de sus poemas. Eso significará rezar por un país.
“El país era una fiesta”. Nostálgico lector de Hemingway.
-Ojalá que no. Una fiesta continua es como un narcótico. Baste que estemos más contentos.
“La escritura es mi entretenimiento contra la muerte”. Escritora madura.
-Modestamente, hasta el momento ha sido así.
“La vejez es un traje bello, pero con sus rotos y sus descocidos”. Costurera longeva.
Con Isaac Chocrón en 1982 (VASCO SZINETAR)
Coda
-Siempre le piden consejos para los jóvenes escritores, pero una mujer como usted, de avanzada para su época, ¿qué consejos le daría a las mujeres de hoy?
-Carezco de una valiente autoridad para a dar consejos. Pero en la cabaña más destartalada hay una luz que lleva al sendero.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Elisa Lerner?
-Pausadamente, la amigable pantalla de mi ordenador y, por momentos, la montaña color malva próxima al pequeño balcón en la que veo iluminarse la belleza del país.
@DulceMRamosR
“Es un país forzado a lo oscuro, la poesía es rezo de claridad”. Poeta.
-Hoy “rezar poesía” cuando, por ejemplo, puedo leer algo de Marina Tsvetáieva, algún poema de Joseph Brodsky. Siempre, Eugenio Montejo. Todo lo último que logro leer de Rafael Cadenas. Estrofas muy bellas de Igor Barreto en Prodavinci. Me gustaría conocer más de Adalber Salas. Fina García Marruz siempre ha sido un rezo calmado. A lo mejor ese rezo comenzó antes. En la temprana adolescencia Delmira Agustini fue importante para una. Luego Mi padre el inmigrante de Vicente Gerbasi; por supuesto, Residencia en la tierra de Pablo Neruda; Poemas (sobre todo los más breves) de Ida Gramcko; Helena y los elementos de Juan Sánchez Peláez, y La espiga amarga de Luz Machado. Seremos un país más feliz cuando en la ascensión de un presidente de la República, uno de nuestros grandes poetas, que los tenemos, (hombre o mujer), lea uno de sus poemas. Eso significará rezar por un país.
“El país era una fiesta”. Nostálgico lector de Hemingway.
-Ojalá que no. Una fiesta continua es como un narcótico. Baste que estemos más contentos.
“La escritura es mi entretenimiento contra la muerte”. Escritora madura.
-Modestamente, hasta el momento ha sido así.
“La vejez es un traje bello, pero con sus rotos y sus descocidos”. Costurera longeva.
-En medio de percances que me tuvieron, últimamente, al borde del fin, la bendición de seguir estando lúcida y de ser más paciente frente al egoísmo, la mezquindad, la falta de generosidad. El de dar gracias a Dios por el privilegio de seguir con juicio. Porque la Historia, ya lo sabemos, no siempre es muy cuerda. Con ello expone a sacrificios y humillaciones innecesarios.

Con Isaac Chocrón en 1982 (VASCO SZINETAR)
Coda
-Siempre le piden consejos para los jóvenes escritores, pero una mujer como usted, de avanzada para su época, ¿qué consejos le daría a las mujeres de hoy?
-Carezco de una valiente autoridad para a dar consejos. Pero en la cabaña más destartalada hay una luz que lleva al sendero.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Elisa Lerner?
-Pausadamente, la amigable pantalla de mi ordenador y, por momentos, la montaña color malva próxima al pequeño balcón en la que veo iluminarse la belleza del país.
@DulceMRamosR
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