Edurne Portela: "Descubrí mis límites como escritora"
La autora española presenta su primera novela “Mejor la ausencia”, con la editorial Galaxia Gutenberg
Edurne Portela (Santurce, Vizcaya, 1974), escritora española que hasta hace poco estuvo dedicada al mundo académico, se aventuró el año pasado a experimentar una nueva faceta: escribir desde la ficción.
Mejor la ausencia es su primera novela publicada por la editorial Galaxia Gutenberg. Aquí, la historia es contada por Amaia. A través de la mirada de la protagonista, desde sus años de niña hasta que se convierte en una mujer, el lector verá cómo construye su universo femenino dentro de una familia vasca, en un país sumido en la violencia de ETA y atado al discurso patriarcal de los años ochenta.
El único refugio de Amaia, ante una cotidianidad tan agresiva, es la lectura; rasgo que el personaje comparte con Portela, quien empezó a leer para escapar de los quehaceres domésticos que le imponía su abuela: “Los únicos momentos que mi abuela me dejaba tranquila era cuando me veía leer. En parte leí tanto de pequeña porque huía de ella. Es un hábito sin el que hoy no puedo vivir”, asegura.
–Antes de la novela usted publicó el libro de ensayos El eco de los disparos (2016), donde reflexiona sobre lo que fue el terrorismo en España en la época de ETA. En Mejor la ausencia son evidentes los vínculos con ese libro.
–En ese ensayo me alejo de lo académico, es un ensayo personal, es un híbrido entre la reflexión, un análisis cultural y un ejercicio de memoria. Disfrute muchísimo con el ejercicio de memoria y con esos pequeños relatos que acompañaban a las reflexiones y que son muy autobiográficos. Cuando terminé el libro, me quedé con ganas de seguir escribiendo, ya fuera del ensayo. Me propuse intentar desde las preocupaciones que tenía sobre el tema, hacerlo desde la ficción. Fue un experimento, me metí en la voz de Amaia, en esa mirada de la protagonista.
–La madre de Amaia es uno de los personajes más contradictorios de la novela, además de los hechos violentos que sufre.
–El maltrato a la mujer es algo que se daba en esa época y se sigue dando en el presente. Es un personaje incómodo, es madre pero también es una mujer. Tiene una historia de pareja con este hombre que de alguna manera arrastra toda su vida. Es una mujer que puede ser víctima y victimaria, verdugo al mismo tiempo, que no es capaz ni de protegerse a ella ni a sus hijos. Claro, como la novela está contada desde el punto de vista de la niña que va creciendo, siempre vamos a tener la visión de ella. Entender al personaje fuera de la visión de esa niña y después como una adulta marcada, dañada, por la violencia, es sumamente difícil. El lector debe ir desentrañando el texto para poder entender a esta mujer que vive toda su vida pendiente de un hombre que es un maltratador y un abusivo.
–Esa situación crea en Amaia un conflicto con su feminidad.
–Tiene una rebeldía que puede ser muy dura por la familia donde crece. Los referentes femeninos que tiene de su madre no los quiere reproducir. Por la confrontación constante con esa idea que tiene de la madre, por esa mujer objeto, ella reniega de la feminidad. Después están sus experiencias como joven y adolescente en un contexto social donde el cuerpo de la mujer pareciera estar siempre a disposición del hombre.
–Tiene una rebeldía que puede ser muy dura por la familia donde crece. Los referentes femeninos que tiene de su madre no los quiere reproducir. Por la confrontación constante con esa idea que tiene de la madre, por esa mujer objeto, ella reniega de la feminidad. Después están sus experiencias como joven y adolescente en un contexto social donde el cuerpo de la mujer pareciera estar siempre a disposición del hombre.
–También enfrenta conflictos con el padre.
–Son relaciones contaminadas por el interés y la supervivencia. Amaia juega ese juego. No es una familia construida bajo este amor ideal, pero sí hay formas de afecto. A veces el padre intenta desarrollar una relación afectiva con Amaia, también hay ciertas versiones del amor en la relación entre los hermanos.
–Cree que esas construcciones familiares tan complejas fueron producto de la violencia que vivió España.
–Cuando vives en un contexto violento –también en la novela hay otras formas de violencia estructural como los problemas económicos, la falta de oportunidades, el mundo de las drogas–, y cuando vienes de una historia como la española donde la violencia estaba normalizada y además existía un discurso patriarcal, se generan comportamientos y se reproduce esta violencia donde la mujer es la que paga con estos problemas sociales. La novela refleja cómo la violencia exterior se traduce en una violencia intima, siendo la mujer la mayor de las víctimas.
–Usted mencionó que su libro de ensayos es autobiográfico. ¿Qué tan autobiográfico es Mejor la ausencia?
–Es mi mundo, son los años y la geografía en la que crecí y a la que de alguna manera he vuelto años después. Es un poco la memoria afectiva de cómo percibía la realidad en esos años y cómo nos marcó la violencia. Los datos biográficos de Amaia no son los míos, quizás hay algunas cosas que salpican la novela, pero esa tragedia que sufre la protagonista no la he sufrido yo.
–Es mi mundo, son los años y la geografía en la que crecí y a la que de alguna manera he vuelto años después. Es un poco la memoria afectiva de cómo percibía la realidad en esos años y cómo nos marcó la violencia. Los datos biográficos de Amaia no son los míos, quizás hay algunas cosas que salpican la novela, pero esa tragedia que sufre la protagonista no la he sufrido yo.
–En su libro de ensayos escribe: “La violencia genera silencio”. ¿Estas obras de alguna manera le permitieron romper ese silencio?
–Fue un proceso duro, como es un tema tan difícil y ha creado tanto dolor, me daba mucho miedo hacer algo que no estuviera la altura de lo vivido. El ensayo me llevó años escribirlo, pero al mismo tiempo he aprendido muchísimo sobre la historia colectiva y sobre mí misma, no podría llamarlo catártico, pero sí ha sido un proceso de indagación, de aprendizaje; también de descubrir mis propios límites como escritora.
–Usted es feminista, ¿le molesta que etiqueten así su novela?
–En España se ha etiquetada la novela bajo el conflicto vasco y ETA, cuando creo que no lo es, va más allá de eso. Una vez me preguntaron cómo denominaría mi novela, respondí que si quieren ponerle una etiqueta, pues que sea “novela feminista”, porque es con la única con la que estaría cómoda. Está escrita desde esa óptica pero no por mostrar una tesis feminista, hay una preocupación por la concepción, el desarrollo y formación de Amaia en un entorno patriarcal donde el maltrato y el abuso del cuerpo están normalizados. La novela expone eso, si de ahí se quiere leer, yo estoy cómoda.
–Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Edurne Portela?
–Miro desde la curiosidad y la perplejidad. Me da la sensación que entiendo muy poco del mundo que me rodea. Igual hay un pozo de escepticismo, casi de angustia, de nunca alcanzar esas herramientas para entender esa realidad. De ahí ese cambió en mi vida de pasar de un tipo de conocimiento académico, y que en algún momento se me agotó, para cambiar a otra ventana e intentar desde ahí ver a este mundo tan injusto, tan desesperanzador, pero que a veces muestra momentos de luminosidad preciosos.
@DulceMRamosR
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