Pensamiento, palabra y acción
Todo se debe comenzar por un cambio del individuo. Decir lo que se piensa, porque es verdad, incluso si la conclusión es equivocada, pero si hay humildad con sentido de autocrítica, puede ser una oportunidad de aprendizaje y rectificación...
Actuar en consecuencia con el pensamiento y la palabra, dicho de otra forma, ser coherente entre lo que se piensa, se dice y se hace, es una cualidad fundamental e indispensable para generar la credibilidad y la confianza, que soporten la plataforma de relaciones sociales donde la verdad sea la regla y no la excepción.
Cualquier comunidad humana, bien sea en un nivel macro como una nación, hasta llegar al núcleo familiar, pasando por todas las formas intermedias de asociación humana, que tengan la incoherencia entre el pensamiento, la palabra y la acción como patrón de comportamiento, más temprano que tarde, evolucionará al acostumbramiento progresivo de la mentira como regla y la verdad como excepción, lo cual generará la cultura basada en la aceptación de su propia mentira, que no la acepta ni quien habla ni quien oye. José Ortega y Gasset, filósofo español, en una conferencia cuyo contenido aún tiene vigencia, dictada en octubre de 1930 en el paraninfo de la Universidad de Madrid señalaba “El pecado original radica en eso: no ser auténticamente lo que se es. Podemos pretender ser cuanto queramos; pero no es lícito fingir que somos lo que no somos, consentir en estafarnos a nosotros mismos, habituarnos a la mentira sustancial. Cuando el régimen normal de un hombre o de una institución es ficticio brota de él una omnímoda desmoralización. A la postre se produce el envilecimiento, porque no es posible acomodarse a la falsificación de sí mismo sin haber perdido el respeto propio”.
La prédica sin la práctica es un mal frecuente que conduce al fracaso, sobre todo cuando ambas van en sentido contrario. Thomas Mann, escritor alemán, señalaba en este sentido, que se debía “Pensar como hombres de acción y actuar como hombres pensantes”.
La coherencia entendida como la ausencia de contradicciones entre partes de un conjunto de elementos relacionados entre sí, es una condición necesaria para el desarrollo de relaciones estables y duraderas. Uno de los grandes males que padece la sociedad actual es la incoherencia, lo cual hace de la desconfianza una característica común. Algunas conductas que favorecen esta incoherencia son por ejemplo cuando se dice lo que los otros quieren oír y no se dice lo que se debe decir basado en la observación objetiva. Cuando no se tienen principios fundamentales como base de la actuación y se aceptan matices de verdades a medias, que analizadas fuera de contexto terminan siendo mentira, pero tienen algo de verdad. Al utilizar medios de amedrentamiento para generar distracción del foco central de la situación. Al ofrecer cosas que de antemano es sabido que no se van a cumplir, pero en el momento era conveniente ofrecerlas y aceptarlas sobre la base de la desconfianza. Todas estas conductas son algunos de los múltiples ejemplos que han construido una sociedad de incrédulos, lo cual es una barrera importante para lograr entendimiento y compromisos creíbles y cumplibles.
Dos binomios opuestos e incompatibles que conducen a destinos diferentes son la coherencia y la verdad por una parte y por la otra la incoherencia y la falsedad. Son dos caminos que se presentan ante el individuo, las diferentes formas de comunidades humanas, los gobiernos e incluso las sociedades internacionales. El rescate de la credibilidad y la confianza es un paso fundamental para lograr compromisos creíbles y cumplibles.
Todo se debe comenzar por un cambio del individuo. Decir lo que se piensa, porque es verdad, incluso si la conclusión es equivocada, pero si hay humildad con sentido de autocrítica, puede ser una oportunidad de aprendizaje y rectificación.
Cualquier comunidad humana, bien sea en un nivel macro como una nación, hasta llegar al núcleo familiar, pasando por todas las formas intermedias de asociación humana, que tengan la incoherencia entre el pensamiento, la palabra y la acción como patrón de comportamiento, más temprano que tarde, evolucionará al acostumbramiento progresivo de la mentira como regla y la verdad como excepción, lo cual generará la cultura basada en la aceptación de su propia mentira, que no la acepta ni quien habla ni quien oye. José Ortega y Gasset, filósofo español, en una conferencia cuyo contenido aún tiene vigencia, dictada en octubre de 1930 en el paraninfo de la Universidad de Madrid señalaba “El pecado original radica en eso: no ser auténticamente lo que se es. Podemos pretender ser cuanto queramos; pero no es lícito fingir que somos lo que no somos, consentir en estafarnos a nosotros mismos, habituarnos a la mentira sustancial. Cuando el régimen normal de un hombre o de una institución es ficticio brota de él una omnímoda desmoralización. A la postre se produce el envilecimiento, porque no es posible acomodarse a la falsificación de sí mismo sin haber perdido el respeto propio”.
La prédica sin la práctica es un mal frecuente que conduce al fracaso, sobre todo cuando ambas van en sentido contrario. Thomas Mann, escritor alemán, señalaba en este sentido, que se debía “Pensar como hombres de acción y actuar como hombres pensantes”.
La coherencia entendida como la ausencia de contradicciones entre partes de un conjunto de elementos relacionados entre sí, es una condición necesaria para el desarrollo de relaciones estables y duraderas. Uno de los grandes males que padece la sociedad actual es la incoherencia, lo cual hace de la desconfianza una característica común. Algunas conductas que favorecen esta incoherencia son por ejemplo cuando se dice lo que los otros quieren oír y no se dice lo que se debe decir basado en la observación objetiva. Cuando no se tienen principios fundamentales como base de la actuación y se aceptan matices de verdades a medias, que analizadas fuera de contexto terminan siendo mentira, pero tienen algo de verdad. Al utilizar medios de amedrentamiento para generar distracción del foco central de la situación. Al ofrecer cosas que de antemano es sabido que no se van a cumplir, pero en el momento era conveniente ofrecerlas y aceptarlas sobre la base de la desconfianza. Todas estas conductas son algunos de los múltiples ejemplos que han construido una sociedad de incrédulos, lo cual es una barrera importante para lograr entendimiento y compromisos creíbles y cumplibles.
Dos binomios opuestos e incompatibles que conducen a destinos diferentes son la coherencia y la verdad por una parte y por la otra la incoherencia y la falsedad. Son dos caminos que se presentan ante el individuo, las diferentes formas de comunidades humanas, los gobiernos e incluso las sociedades internacionales. El rescate de la credibilidad y la confianza es un paso fundamental para lograr compromisos creíbles y cumplibles.
Todo se debe comenzar por un cambio del individuo. Decir lo que se piensa, porque es verdad, incluso si la conclusión es equivocada, pero si hay humildad con sentido de autocrítica, puede ser una oportunidad de aprendizaje y rectificación.
ascardio.coordinacion@gmail.com
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