La persona primero
Me quedé admirado y edificado. ¡Qué buen ejemplo para gobernantes, ONG´s, parroquias, etc.! El trabajo social debe ser humano y adaptado como el guante a la mano...
“En definitiva, su programa era la persona y su familia. Lo demás eran servicios, muy organizados.”
Es muy grato cuando llegas a un sitio y nos saludan por el nombre o cuando se interesan por nuestros asuntos. Igual cuando compartimos con alguien, un pequeño regalo o presente. Y, por el contrario, qué sensación tan desagradable cuando sencillamente nos sentimos ignorados, excluidos o descartados.
Uno aprende a ser persona en la familia: allí nos cuidaron, soñaron con nosotros. Después de nacer, identificamos quiénes nos quieren, quiénes nos cuidan, quiénes nos dan protección. En el hogar, los hermanos comparten, se identifican y aprenden las diferencias. Entre estas, la primera es obvia: hembras y varones, e inmediatamente entre mayores y menores. Allí se transmiten cúmulos de vivencias, tradiciones, enseñanzas. Van de padres a hijos; de abuelos a nietos; de tíos a sobrinos. La familia es fuente de armonía.
Esta introducción sirve para reflejar la experiencia de la visita a una Caritas Diocesana que visité en estos meses. Con mentalidad práctica les pregunté qué programas llevaban a cabo. No entendí y volví a preguntarles, y contestaron lo mismo que antes no había entendido. Allí llega una persona pidiendo ayuda; esas persona tiene una familia. Entonces ellos la canalizan, teniendo en cuenta que esa persona, esa familia, era única y tenía unas necesidades únicas que ellos evaluaban en cada caso. En definitiva, su programa era la persona y su familia. Lo demás eran servicios, muy organizados.
Me quedé admirado y edificado. ¡Qué buen ejemplo para gobernantes, ONG´s, parroquias, etc.! El trabajo social debe ser humano y adaptado como el guante a la mano. Los operativos de salud, especialmente, los dirigidos a la mujer, los programas de atención de niños, los programas de mejoramiento, deben siempre tener como centro a la persona y ayudarla a desplegar sus posibilidades. En muchas ocasiones habrá que “asistir”, ayudar, pero siempre con un punto focal: lo primero es la persona. Mirarla a los ojos, mirar sus circunstancias, mirar su realidad. Así nos ve Dios: uno a uno. Y así nos ama: uno a uno.
fcastroa@gmail.com
Es muy grato cuando llegas a un sitio y nos saludan por el nombre o cuando se interesan por nuestros asuntos. Igual cuando compartimos con alguien, un pequeño regalo o presente. Y, por el contrario, qué sensación tan desagradable cuando sencillamente nos sentimos ignorados, excluidos o descartados.
Uno aprende a ser persona en la familia: allí nos cuidaron, soñaron con nosotros. Después de nacer, identificamos quiénes nos quieren, quiénes nos cuidan, quiénes nos dan protección. En el hogar, los hermanos comparten, se identifican y aprenden las diferencias. Entre estas, la primera es obvia: hembras y varones, e inmediatamente entre mayores y menores. Allí se transmiten cúmulos de vivencias, tradiciones, enseñanzas. Van de padres a hijos; de abuelos a nietos; de tíos a sobrinos. La familia es fuente de armonía.
Esta introducción sirve para reflejar la experiencia de la visita a una Caritas Diocesana que visité en estos meses. Con mentalidad práctica les pregunté qué programas llevaban a cabo. No entendí y volví a preguntarles, y contestaron lo mismo que antes no había entendido. Allí llega una persona pidiendo ayuda; esas persona tiene una familia. Entonces ellos la canalizan, teniendo en cuenta que esa persona, esa familia, era única y tenía unas necesidades únicas que ellos evaluaban en cada caso. En definitiva, su programa era la persona y su familia. Lo demás eran servicios, muy organizados.
Me quedé admirado y edificado. ¡Qué buen ejemplo para gobernantes, ONG´s, parroquias, etc.! El trabajo social debe ser humano y adaptado como el guante a la mano. Los operativos de salud, especialmente, los dirigidos a la mujer, los programas de atención de niños, los programas de mejoramiento, deben siempre tener como centro a la persona y ayudarla a desplegar sus posibilidades. En muchas ocasiones habrá que “asistir”, ayudar, pero siempre con un punto focal: lo primero es la persona. Mirarla a los ojos, mirar sus circunstancias, mirar su realidad. Así nos ve Dios: uno a uno. Y así nos ama: uno a uno.
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