Este viernes fue presentado en Madrid, con la intervención del escritor Juan Carlos Chirinos, “Gregor Mac Gregor, Rey de los Mosquitos y otras obras”, una antología publicada en Caracas por Editorial Eclepsidra que, bajo la atenta mirada de Camen Verde Arocha, compendia ocho piezas teatrales de Lupe Gehrenbeck.
Gehrenbeck es una de nuestras más relevantes dramaturgas: sus obras han sido representadas en París, Montpellier, Londres, Barcelona, Buenos Aires, y Nueva York, y forma parte, además, del Taller de Dramaturgos y Directores del célebre Actors Studio.
Pero quiero referirme a la obra que da nombre a la antología. Fue estrenada en 2006 en la Maison de l’Amérique Latine, en París, y llevada a escena en Caracas, Nueva York y Buenos Aires, cosechando entusiasmo en todas sus presentaciones. Recientemente, y como antesala a la presentación del libro en Madrid, se realizó también una lectura dramatizada con las brillantes intervenciones de Arlette Torres, Malena González, Scott Cleverdon, Jesús Nunes e Igor García Morales.
No es el único caso en que Gehrenbeck rescata un personaje histórico: lo había hecho también con Bolívar Coronado, por ejemplo. Pero en esta oportunidad la escritora imbrica los hitos biográficos del personaje con otras dos líneas temáticas: la virtualidad y los entresijos de un amor compartido.
Tal y como explica la autora “Gregor Mc Gregor nació en Escocia pero murió en Venezuela, convertido en héroe patrio”, mientras que “en París fue preso en 1826…”
En efecto: el escocés, casado con una prima del mismísimo Libertador, se dedicó a relatar las supuestas bondades de una tierra idílica llamada Poyais, vendiendo parcelas del inexistente paraíso a los incautos europeos que prestaron oídos a sus patrañas. Esa es la causa de que, como señala Lupe, en Inglaterra se le mencione en los estudios de economía “por sus rimbombantes estafas”, que lo llevaron a dar con sus huesos en la cárcel.
Para narrar esta historia, Geherenbeck se vale del diálogo entre dos mujeres heridas por un amor distorsionado y enfermizo hacia el mismo hombre: la esposa, consciente de todas las limitaciones del escocés, pero aferrada adictivamente a él, más por orgullo que por un amor que es imposible que sienta, dado el poco respeto que le profesa, y la (quizás) amante, Marie Rosette, una periodista que se ocupa en reconstruir la biografía de Mac Gregor, deslumbrada por su rol en la gesta independentista.
La esposa se niega a declarar en favor de Gregor, temiendo que, una vez liberado, pueda darse a la fuga con la amante. Prefiere verlo preso a verlo en brazos de otra (“mis sábanas están heladas, pero sé dónde está Gregor”). La amante, por su parte, es incapaz de percibir la humana debilidad del ídolo que venera. Ninguna de las dos logra amar a Mac Gregor como realmente es, sin someterlo a una fragmentación maniquea.
La verdadera dimensión del hombre vendrá dada precisamente por Gregor quien, en las escenas finales, asume su propia apología: todo lo que existe, existe porque antes ha sido concebido alguna vez en la esfera mental. Es virtualmente posible. Que Poyais no existiera, no impedía que pudiera llegar a existir, por lo que no habría tenido lugar timo alguno.
En esta obra, que por sí sola ya justifica la adquisición del libro de Eclepsidra, Gehrenbeck se adentra con maestría en las contradicciones de la naturaleza humana, aventurándose por los caminos de nuestra idiosincrasia al parafrasear oportunamente al Pío Miranda de Cabrujas: somos una equivocación de la historia…
Una pieza con un contenido mucho más profundo de lo que a primera vista se percibe.
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