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La Iglesia, los papas y la democracia

Con el paso del tiempo y superados diversos enfrentamientos y obstáculos históricos en algunos países, la Iglesia asumió y respaldó el principio de la democracia por sus importantes contenidos...

  • JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ

27/04/2025 05:00 am

Nuestra Iglesia Católica, cultora de nuestra fe en el Señor, consecuente con su doctrina, los derechos y las libertades humanas, aprecia, sostiene y defiende la democracia como sistema, como necesidad, como valor del ser humano y de la sociedad moderna advirtiendo, sin embargo, los peligros y riesgos que le amenazan.

Entre los muchos testimonios a su favor la Encíclica Centesimus Annus (1991) del recordado papa San Juan Pablo II -quien se enfrentó al totalitarismo comunista-, indicó expresamente que: “la Iglesia aprecia el sistema democrático” (n.46).

En el devenir de los últimos siglos, la Iglesia Católica ha evolucionado con los tiempos y ha establecido su relación con la política. La misma en siglos anteriores estuvo vinculada a los: “Estados Cristianos” y a las antiguas monarquías; vivió el efecto indetenible de las transformaciones políticas en Europa en especial, ante las cuales examinó su rol histórico y espiritual defendiendo la relevancia del ser humano, sus derechos, sus deberes y las libertades que le corresponden, así como también la estabilidad de la misma.

No obstante los actos de la Revolución en contra de la Iglesia Católica y los posteriores de Napoleón en contra del papado, la mismo sobrevivió, y tal y como lo señaló Alexis de Tocqueville en materia de principios: “al cristianismo que ha hecho a todos los hombres iguales ante Dios, no le disgustará ver a todos los ciudadanos iguales ante la ley”.

Con el paso del tiempo y superados diversos enfrentamientos y obstáculos históricos en algunos países, la Iglesia asumió y respaldó el principio de la democracia por sus importantes contenidos y su estrecha vinculación con la promoción de la dignidad del hombre y la organización de la sociedad.

La Iglesia observó entre el siglo XIX y XX la existencia de nuevas realidades en el mundo rural y urbano y los negativos efectos de la Revolución Industrial tanto en Europa como en América y, en consecuencia, entendió los desafíos y males que se evidenciaban y elaboró aquella extraordinaria Encíclica: “Rerum Novarum” (1891), que aportó la consideración y prioridad de los temas sociales y laborales, y gracias a ella los nuevos derechos cobraron pleno sentido y tuvo en el mundo consecuencias decisivas.

La Encíclica advirtió como: “ese afán de cambiarlo todo” iba precipitadamente del mundo de la política a la Economía y como resultado hacia la sociedad. Supo asumir con criterio de modernidad y justicia los nuevos desafíos de la: “libertad humana” y establecer los mejores principios que los hechos demandaban en conformidad con: “la conciencia de nuestro oficio católico”.

De la misma manera, empezó a definir su postura a despecho del comunismo y del capitalismo, contra todas las formas de totalitarismo y autoritarismo que aún existen, la razón por la que el hombre es y será siempre superior al Estado, a la República inclusive, ya que: “el hombre es anterior a ella” antes de que se constituyera comunidad política alguna: “el derecho de velar por su vida y por su cuerpo”, tal y como lo expresó en ese notable documento papal León XIII.

Este ilustre papa también resaltó en el histórico y trascendental texto la importancia del bien común. Admitió formas de gobierno, por ejemplo, monárquicas o republicanas siempre que sean aptas para: “la utilidad de los ciudadanos… sin ofender a nadie en su derecho”.

Por su parte, el papa San Pio X, desarrolló a su juicio el concepto y los presupuestos de la democracia pero sin negar otras formas de gobierno, procurando que aquella sea justa y defensora de la libertad.

Igualmente, en la época más difícil del mundo, durante la II Guerra Mundial, el papa Pio XII, reexaminada históricamente la actuación de su papado y la real amenaza que representó el Nazismo contra la Iglesia Católica, hábilmente se opuso y actuó frente al mismo logrando salvar numerosas vidas; salvaguardó al Vaticano de ser invadido por los enemigos y se manifestó en contra de cualquier otra forma de totalitarismo y dominación.

Este papa realizó en extraordinario aporte doctrinal al considerar que en todo lo que forme parte del hombre debe estar comprendido el orden moral, y al respecto señaló: “De la forma dada a la sociedad, conforme o no a las leyes divinas, depende y se insinúa también el bien o el mal en las almas, es decir, el que los hombres…. Ante tales consideraciones y previsiones, ¿cómo podría ser lícito a la Iglesia, Madre tan amorosa y solícita del bien de sus hijos, permanecer indiferente espectadora de sus peligros, callar o fingir que no ve condiciones sociales que, a sabiendas o no, hacen difícil o prácticamente imposible una conducta de vida cristiana, guiada por los preceptos del Sumo Legislador?”. El también sostuvo de la misma manera la necesidad de la existencia de una: “verdadera y sana democracia” (1941) anticipándose a los problemas contemporáneos de la misma.

Una manera de sintetizar la posición de los citados papas a lo largo de la historia puede ser la siguiente: los de tendencia liberal fueron León XIII, Pío XI y Pío XII, y los considerados integralmente católicos fueron Pío IX y Pío X.

El recordado papa Juan XXIII, continuó la doctrina de Pio XII, quien consideraba al hombre como: “raíz y término de su vida social”. Fue autor de la célebre Encíclica: Pacem in Terris (1963) en la cual estableció con acierto los principios que deben orientar a un gobierno: “Por este motivo, el derecho de mandar que se funda exclusiva o principalmente en la amenaza o el temor de las penas o en la promesa de premios, no tiene eficacia alguna para mover al hombre a laborar por el bien común, y, aun cuando tal vez tuviera esa eficacia, no se ajustaría en absoluto a la dignidad del hombre, que es un ser racional y libre”, siendo en consecuencia necesario que la autoridad apele a la conciencia ciudadana y esté en conformidad con el fin moral de Dios.

Posteriormente su sucesor, el papa Pablo VI, fue notable en materia de defensa de la democracia. Su posición frente al autoritarismo de Franco en España, por ejemplo, lo llevó a condenar ante el mundo su impiedad. El dictador español desoyó sus llamamientos a favor de los condenados en diversos casos, y en virtud de ello fue reprobado por su Santidad públicamente.

Bajo su pontificado se dictó la constitución pastoral: Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual en la cual se reconocieron los derechos democráticos, el pluralismo y el rechazo a la represión política. Su defensa de la libertad religiosa, de la dignidad humana y de las libertades democráticas forman parte principal de su valioso legado.

De la misma manera, el papa Benedicto XVI, en varios de sus pronunciamientos públicos condenó el terrorismo, y señaló en cuanto al tema político que: “En los sistemas democráticos el uso de la fuerza no justifica nunca la renuncia a los principios del estado de derecho. En efecto, ¿se puede proteger la democracia amenazando sus fundamentos? Así pues, es necesario garantizar con firmeza la seguridad de la sociedad y de sus miembros, pero salvaguardando los derechos inalienables de toda persona”. El afirmó la misión de la Iglesia de: “servir a la formación de la conciencia en la política” y que: “aumente la percepción de las verdaderas exigencias de justicia”, “la coherencia de los cristianos es indispensable, también en la vida política”.

Por último, el reciente fallecido papa Francisco, actuó también a favor de la democracia en distintas partes del mundo, entre ellas en Venezuela; medió en el intento de lograr acuerdos y compromisos de respeto a los derechos y solución de los conflictos; influyó de manera determinante para que Colombia aceptase nuestra numerosísima migración, y acordó con el presidente Iván Duque Márquez establecer el Estatuto de Protección Temporal que ha favorecido, no obstante las dificultades de nuestro hermano país, a más de 2 millones de compatriotas en ese momento con garantías indispensables de alta significación.

A nivel internacional, el papa Francisco se preocupó igualmente por la salud y el prestigio de la democracia; se pronunció en contra del: “escepticismo democrático”: condenó la indiferencia de la gente ante el tema político y el grave error de: “ceder paso a la fascinación del populismo”. Para él, la democracia significaba: “estar juntos”; qué el gobierno se ejerza: “en el contexto de una comunidad que se confronta libre y secularmente al arte del bien común…”.

Interpretar de manera restringida el rol de la Iglesia Católica y objetar que sea defensora del hombre y de su dignidad, es contrario a su tarea de redención a favor de la fe y promotora del hombre.

Las realidades sociales y políticas del mundo; las dificultades económicas de millones de seres; la terrible migración actual; el efecto de los malos gobiernos y a la indiferencia de los hombres; la pobreza extendida e injusta; la riqueza que se exhibe grosera ante la miseria, entre otras situaciones, son parte viva de sus angustias y desvelos por el hombre y los pueblos ante los hechos que ofenden dolorosamente la conciencia de la humanidad y la verdad y sentido del Cristianismo.

El hombre, de acuerdo a San Juan Crisóstomo es: “…más precioso a los ojos de Dios que la creación entera”.

jfd599@gmail.com
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