Bukele: el carcelero del imperio que se atreve a dar lecciones de libertad
Bukele no es un estadista. Es un carcelero con redes sociales, una marioneta mediática al servicio de los intereses más oscuros del trumpismo continental
En uno de los actos más hipócritas y grotescos de la política latinoamericana reciente, Nayib Bukele, presidente de El Salvador y autoproclamado paladín de la “seguridad”, se atrevió a lanzar una diatriba contra el presidente venezolano Nicolás Maduro, acusando a Venezuela de tener presos políticos mientras él mantiene a decenas de miles de seres humanos en condiciones de reclusión que avergonzarían hasta a las dictaduras más brutales del siglo XX.
Bukele no es un estadista. Es un carcelero con redes sociales, una marioneta mediática al servicio de los intereses más oscuros del trumpismo continental. Su alianza con sectores extremistas de la política estadounidense —los mismos que niegan el cambio climático, justifican el racismo policial y promueven muros para contener a los pueblos del sur— lo ha convertido en el ejecutor de una agenda represiva disfrazada de modernización.
Hoy, desde su tribuna digital, intenta criminalizar a los migrantes venezolanos, repitiendo palabra por palabra el mismo discurso de Donald Trump: “ellos no vienen por una vida mejor, vienen a delinquir”. Bukele señala al Tren de Aragua como excusa para justificar redadas masivas, detenciones arbitrarias y deportaciones exprés.
¿Y qué hay de sus prisiones? La llamada “megacárcel” salvadoreña es el símbolo más brutal de una era de oscuridad judicial. Más de 75.000 personas detenidas sin juicio, sin defensa, muchas por simple apariencia o código postal. Hay menores de edad, trabajadores, vendedores informales, migrantes, personas que simplemente pasaban por la calle cuando llegó una patrulla. Nadie sabe cuántos han muerto dentro. Nadie rinde cuentas.
Mientras tanto, Bukele se retrata con luces tenues, música épica y cámaras en 4K, vendiendo al mundo un espejismo de “orden” basado en el terror. Se ufana de que no tiene presos políticos, pero lo que tiene es un pueblo entero sometido a la ley del silencio y la represión tecnológica. Ha neutralizado a la prensa crítica, ha tomado la justicia, ha convertido la Asamblea Legislativa en un teatro vacío. Y ahora se siente con la autoridad moral de señalar a otros.
Pero hay algo que Bukele no podrá encerrar ni censurar: la memoria histórica de nuestros pueblos. Los migrantes venezolanos no son criminales, son víctimas de una extrema derecha apátrida que pidió y sigue pidiendo bloqueo contra su propio país. Y ningún gobernante que los encadene tendrá derecho a hablar de democracia.
Bukele debe responder. No solo ante los organismos internacionales de derechos humanos, sino ante el tribunal moral de América Latina. Los crímenes de su régimen no se ocultan con tuits señor Bukele .
Por Vincenzo Caruso
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