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Legitimación en democracia

El reto es que logremos legitimarnos cada vez como sociedad capaz de hacer factible la democracia; impulsar mejores formas de convivencia ciudadana y responsabilidad política...

  • JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ

26/01/2025 05:02 am

La democracia en el mundo moderno es el régimen político más acorde con los derechos de los pueblos a su libertad, a su soberanía, a su progreso. Donde se encuentra establecida, donde aún se conculca, para las mayorías es el sistema que mejor se compadece con los valores sustanciales de las sociedades libres, la vigencia de los derechos ciudadanos, la justicia social, la composición equitativa de los intereses sociales.

El sistema democrático se compatibiliza con la forma republicana, entendida ésta como el gobierno de la ley, que al mismo tiempo reconoce en su filosofía y estructura, los derechos del pueblo, define los compromisos y obligaciones del Estado Democrático y sus instituciones al servicio de la Nación, y consagra un orden social que se sustenta en nuestro país en el Estado de Derecho y Justicia, como lo señala expresamente la Constitución.

La relación entre la Democracia y la República exige un equilibrio consciente entre la voluntad popular y la ley, entre la voluntad popular y las instituciones, y se soporta una con la otra permitiendo indicar el aserto que no existe democracia cabal sin la organización y las virtudes republicanas, y que no hay verdadera República sin la actividad y la vitalidad de la democracia, para sostener, renovar y transformar la sociedad.

Los fundadores de las Repúblicas en el norte y en el sur del continente, adoptaron decididamente ésta forma de gobierno en las últimas décadas del siglo XVIII y principios del XIX, no sin señalar los inconvenientes de la democracia absoluta en naciones sin experiencia política.

James Madison advertía que no se constituyese la democracia en: “turbulencia y desacuerdo”; Gouverneur Morris cuando ella fuese: “salvaje e indómita”; John Quincy cuando resultase: “inestable, fluctuante”; Zephaniah Swift cuando representase: “el desorden y la confusión”. Francisco de Miranda aspiraba para la República un: “gobierno libre y sabio” y en la sociedad el ejercicio de una: “sabia y juiciosa libertad civil”. Bolívar alertó sobre los riesgos de los pueblos inexpertos en la vida del Estado, pero se pronunció a favor de la República, fundamentada en las realidades del país, acudiendo siempre en las supremas determinaciones políticas al mandato de la soberanía popular. Benjamín Franklin, señalaba a los suyos que: “le hemos dado la República, si la podéis mantener”, responsabilidad e interrogante siempre vigente.

Décadas de luchas políticas, entre guerras y revoluciones, barbarie y civilismo, ha representado el esfuerzo democrático en América Latina, ya indeclinable para la mayoría de sus pueblos, que impulsan para que sus gobiernos transformen sus postulados y principios en la efectividad de sus derechos, el bienestar y la paz.

Existe pues en la naturaleza del sistema democrático una dinámica constante entre los principios políticos y la realidad social que condiciona la acción gubernativa, que debe ser a un tiempo expresión legítima de la voluntad popular y cumplimiento de los fines institucionales republicanos. La sabiduría de la sociedad y del gobierno democrático impone la armonización de la pluralidad de voluntades y la estructuración adecuada del consenso social en relación a lo factible y realizable en el presente, a lo aspirado para lo futuro, lo irrenunciable para unos y para otros de acuerdo a las tradiciones y conquistas históricas de la Nación, evidenciadas en el pacto general que es la Constitución.

Los gobiernos como expresión del ser social, además de estar dotados de legalidad, deben conservar su legitimidad, que es el equilibrio entre lo normativo y el consentimiento general. Al respecto afirma Enrique Dussel que: “sin legitimidad el poder no tiene forma; sin voluntad de vida el poder no tiene contenido”. De igual manera, la sociedad debe también legitimar sus intereses, admitir, desarrollar y respetar mecanismos de consenso válido, acatados por todos, procesar diferencias y estructurar acuerdos, donde coexistan los derechos de unos y de otros y predomine el bien común.

Debemos afirmar sociedades para la convivencia democrática, orientadas a la preservación de sus instituciones, con alto sentido del compromiso histórico y social que procure la solución de grandes desigualdades e injusticias en los pueblos.

El reto es que logremos legitimarnos cada vez como sociedad capaz de hacer factible la democracia; impulsar mejores formas de convivencia ciudadana y responsabilidad política; alcanzar, con sentido de equidad, mayores niveles de progreso igualitario para la Nación; respetar los valores afirmativos que nos caracterizan como pueblo y que aseguran nuestra independencia, nuestra libertad y nuestra identidad en la historia latinoamericana. Como lo expresaba Francisco de Miranda al nacer la República: “todo depende de nosotros mismos”.

Es legítimo el poder que dimana de la voluntad popular y se renueva acatando y respetando los derechos del pueblo, su independencia y su libertad.

jfd599@gmail.com
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