Espacio publicitario

El poder como dimensión simbólica del ritual

Es cierto que la práctica del ritual no es novedosa, pero la reaparición en el siglo XXI, con modalidades y usos tecnológicos propios de los tiempos, obliga a mirar el este patético ejercicio de poder, constructor con ritual, como un espectáculo simbólico

  • TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ

22/01/2025 05:01 am

La imposición del discurso es elemental procedimiento para todo el que pretenda construir verdades en la subjetividad de los sujetos que espera obedezcan. La ritualización ha llegado a su máximo esplendor, mientras otros no consiguieron maneras distintas que encarnen acontecimientos contra la persistencia de un poder que ha asumido la especialización de construir realidad desde el discurso.

El poder recurre a la distracción mediante el desvío de la atención de los inconvenientes fundamentales. Para ello suele utilizar un proceso de inundación de informaciones intrascendentes, distraccionistas, que colocan a la gente alelada en temas sin importancia. Pueden crearse artificialmente problemas para ofrecer de inmediato soluciones. Puede aplicar procesos de degradación y, sobre todo, la constante recurrencia a lo emocional para cortar el ejercicio racional.

Quizás sea interesante recurrir al psicoanálisis por aquello de buscarse una respuesta ante el dolor de existir, uno donde aparece la política que pretende elevar al sujeto en el territorio de una satisfacción de influjo simbólico que termina en un real inmutable, puesto que para el psicoanálisis la política siempre se ejerce por y para la subjetividades, lo que lo lleva a una desconfianza definitiva del campo político por su condición de semblante, uno que se basa en la contención de la verdad y en hacer pasar sus invenciones como la verdad misma.

De aquí podemos concluir que todo discurso del amo del poder está en el territorio de lo inconsciente, al constituir un saber que no se sabe, lo que significa lo que hemos repetido: la verdad del discurso impuesto, lo que conlleva a algo peor, si se quiere: cuando la implicación autoritaria encuentra su límite culpa y penaliza a aquellos que no se identifican con ella. El esloveno Žižek habla de cómo esta praxis política sólo puede construirse mediante el fantasma de la fantasía, una que no es otra cosa que un argumento que llena una imposibilidad, es decir, como una representación.

Esta escenificación establece una modificación ante la cual la inopia no tiene nada que decir. Esto es, el espectáculo como poder unitario y centralizador, pues permite y desautoriza y él mismo se hace realidad. Es cierto que la práctica del ritual no es novedosa, pero la reaparición en el siglo XXI, con modalidades y usos tecnológicos propios de los tiempos, obliga a mirar el este patético ejercicio de poder, constructor con ritual, como un espectáculo simbólico.

Hay un ritual en el ejercicio del poder, uno que se ejerce por conmemoraciones diarias de actos o palabras, en anuncios, en ceremonias, en comienzos o programas repetidos o en proclamas de cómo será el portentoso futuro, porque ahora sí. El poder es, aquí y ahora, una dimensión simbólica del ritual.

@tlopezmelendez
Siguenos en Telegram, Instagram, Facebook y Twitter para recibir en directo todas nuestras actualizaciones
-

Espacio publicitario

Espacio publicitario

Espacio publicitario

DESDE TWITTER

EDICIÓN DEL DÍA

Espacio publicitario

Espacio publicitario