Lo que comenzó como un medicamento para regular los niveles de azúcar en la sangre y reducir el apetito, se muestra como eficaz ante las adicciones, las enfermedades cardiovasculares e incluso, abarca también las neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer. Los receptores de GLP-1, la hormona que imita este fármaco no solo regula el hambre, sino que actúan en áreas del cerebro responsables de la recompensa y el movimiento, haciendo que el alcance del semaglutide sea mucho más profundo de lo que se pensaba.

En una era donde la medicina digital y personalizada están en auge, el impacto de estos fármacos plantea preguntas importantes. ¿Estamos acaso, a las puertas de una cura universal? Investigadores como Lorenzo Leggio, del NIH, advierten que, aunque los resultados son prometedores, aún falta mucho por comprender. El mecanismo exacto de cómo estos fármacos actúan en el cerebro sigue siendo un misterio, al igual que su potencial para tratar adicciones al alcohol y el tabaco, áreas donde se están realizando ensayos clínicos.

Lo que resulta claro es un cambio de paradigma en la medicina. Los fármacos GLP-1 nos obligan a repensar el tratamiento ordinario de enfermedades. Ya no es solo la obesidad, sino un abanico de condiciones crónicas las que podrían beneficiarse. Es, también, un llamado a la cautela: estos avances, por impresionantes que sean, aún deben superar el escrutinio científico. Mientras tanto, los laboratorios seguirán pareciendo bares, y la medicina, una vez más, rompe fronteras.[1]

@rrangelaldao

1. Lenharo, M., Why do obesity drugs seem to treat so many other ailments. Nature, 2024. 633 | p. 758-760.