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Lector de artículos

Así como he sido escritor de artículos, pues soy lector de libros compilatorios de los artículos de otros autores, en los que he hallado la esencia de su escritura, el magma en donde se cuecen sus obras literarias

  • RICARDO GIL OTAIZA

06/07/2023 05:03 am

Debo tener unos treinta y cinco años escribiendo artículos para la prensa, primero en la regional y luego en la gran prensa nacional. En la actualidad tengo dos columnas en El Universal, una quincenal que sale los jueves y la dominical de cada semana. En realidad, ya perdí la cuenta, en un parpadeo pasaron más de tres décadas y hay un legado. Si mi aritmética no falla, son más de mil quinientos los artículos publicados de diversa extensión, que deben sumar ya unos cuantos libros, y esto lo digo porque he publicado varios tomos compilatorios que dan fe del trabajo realizado, del esfuerzo denodado semana a semana sin que haya fallado jamás a mi encuentro con los lectores. Los dos primeros libros: En el tintero, volúmenes I y II, conjuntan los primeros años de mi carrera en la prensa, y debo confesar que en ellos no discriminé temáticas: política, literatura, educación, filosofía y variedades. Mis posteriores entregas se circunscribieron a crítica literaria, autores y arte fundamentalmente, y son: Los libros todavía estaban allí, El extraño vicio de escribir, El papel contra el olvido, Lector de libros, Notas de pie de página, El gesto de ensayar y Para no perder la cordura. Es más, en varios de estos tomos incluí ponencias, conferencias, curiosidades, algunos relatos, crónicas y hasta textos relacionados con el uso de plantas medicinales. Tengo material acumulado de los últimos cuatro años. Es decir, el equivalente a dos nuevos libros que pondré por obra publicar.

Así como he sido escritor de artículos, pues soy lector de libros compilatorios de los artículos de otros autores, en los que he hallado la esencia de su escritura, el magma en donde se cuecen sus obras literarias, y si me apuran puedo afirmar sin temor a un dislate, que a veces he sentido mayor disfrute con estas obras sobrevenidas, nacidas en el fragor de la instantaneidad de la prensa o para revistas u otras publicaciones periódicas, que en sus propias obras narrativas o ensayísticas exprofeso, y he hallado verdaderas joyas del género a las que vuelvo una y otra vez con enorme placer.

En este momento me llegan a la cabeza unos cuantos libros que vale la pena recordar acá: Manual del distraído de Alejandro Rossi (hijo de padre italiano y de madre venezolana, nacido en Florencia), considerado por la crítica y los lectores una obra maestra, que he leído tres o cuatro veces, del que he aprendido mil cosas; un libro reverenciado por luminarias como el Premio Nobel mexicano Octavio Paz. Tengo en mis manos un tomo genial: El viento ligero en Parma del autor español Enrique Vila-Matas, en el que se nos muestra en su intimidad: nos habla de viajes, de anécdota vividas, de autores admirados, y de su ARS poética.

Cómo obviar Relatos reales de Javier Cercas, que es para mí un libro de cabecera, es de lo mejor que ha escrito y publicado este gran autor español. Son crónicas al mejor estilo hispano, en las que nos relata cuestiones de la intimidad: alegrías, tristezas, temores y anécdotas hilarantes. Por ser crónicas, sentimos que el autor nos habla de manera directa, que entabla con nosotros una conversación en voz baja, que escudriña en su memoria y nos hace partícipes de muchos sucesos que nos marcan, que nos tocan profundamente y se hacen entrañables.

Hablaré otra vez de Entre paréntesis, del chileno Roberto Bolaño, que reúne un centenar de piezas escritas por el recordado autor en disímiles épocas y que a decir del editor es una verdadera “cartografía personal”. En estos deliciosos textos hay de todo: añoranzas, vivencias, viajes, autores, libros, familia y un sinfín de posibilidades estéticas, que nos ayudan enormemente a conocer al autor, a escudriñar en su pensamiento, en sus anhelos y deseos, a hacernos una idea clara de su proceso creativo, a enlazar con su portentosa obra narrativa, que dicho sea de paso no es de fácil abordaje, pero que se erigió tardíamente y con enorme éxito de crítica y lectores, en arquetipo de las nuevas generaciones de escritores que tuvimos en él un ejemplo a seguir.

De mi admirado Augusto Monterroso traigo acá La vaca, un tomo realmente delicioso, que agrupa textos diversos: artículos breves aparecidos en publicaciones periódicas, así como ensayos de variada extensión en los que la gran protagonista es la palabra. Hay en estos escritos precisión, ironía, erudición, humor, lecturas y anécdotas. Hallamos además crítica literaria, reflexión filosófica, y grandes autores. Se erige a su vez este libro en páginas de la intimidad, en las que nos cuenta de sus inicios como autor, de sus exilios, de sus etapas de formación como autodidacto y de sus obras más emblemáticas.

De Monterroso cito también Literatura y vida, aparecido como obra póstuma en el 2004, que conjunta, como en La vaca, textos literarios y autobiográficos. Es más, ambos libros se comunican, ya que el autor trae a colación citas que nos recuerdan lo dicho décadas atrás, pero que se amalgaman con el presente para consolidar su pensamiento. Hay anécdotas jocosas, incisiva ironía y un reírse de sí mismo en estas páginas, lo que nos lleva a la empatía y a sentir que él sigue presente en sus páginas, a querer volver una y otra vez a ellas, a trajinar su obra narrativa, que escudriña desde su nacimiento sin ánimos de autoalabanza, sino para decirnos que no es fácil escribir cuando se tiene gran respeto por la palabra.

rigilo99@gmail.com
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