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La purga texana

Los motivos de esta última masacre se desconocen, y es que normalmente no los hay. Basta con una pequeña desviación psicológica del individuo -quien tiene fácil acceso a un arsenal a su disposición- para que se geste...

  • NELSON TOTESAUT RANGEL

05/06/2022 05:04 am

Todos hemos visto la película “La purga”, aquella distopía en donde no existe la ley por un día, lo que permite a los ciudadanos hacer catarsis y comportarse acorde el resto de los 364 días del año. Hobbes estaría orgulloso, puesto en su ideación del estado establece que el mismo es producto de un pacto social que los mismos ciudadanos hacen para velar por su seguridad y funcionamiento dentro de una sociedad. Sin él, el caos reinaría, como lo hace en la purga. Pero muchas veces el pacto se hace bajo parámetros perjudiciales que generan un estado de cosas que no salvaguarda bien los derechos colectivos.

Este es el caso de Texas, un estado de Estados Unidos con un alto índice de porte de armas per cápita (en el país se estiman 120.5 armas por cada 100 habitantes). Greg Abbott, el gobernador reelecto, ha ido radicalizando estas normas. En 2021 aprobó una ley en donde los ciudadanos pueden estar en la calle con pistola en cintura, sin ningún permiso ni capacitación. Texas se convirtió así en un “Far West” de la vida real. Una película de antaño en donde los vaqueros llegaban a los bares y los duelos se libraran a las afueras de los mismos.

El resultado es lamentable, puesto el fuego no se puede apagar con fuego, y mucho menos con tiros. El pasado 24 de mayo ocurrió otro de los usuales tiroteos, esta vez en Uvalde, en una escuela, en donde murieron 19 niños y 2 profesores. El saldo es escalofriante, pero no impresiona. En 2022 ha habido 212 tiroteos y dos masacres. La de Uvalde siendo una (21 muertos ) y la de Buffalo otra (18 personas).

Los motivos de esta última masacre se desconocen, y es que normalmente no los hay. Basta con una pequeña desviación psicológica del individuo -quien tiene fácil acceso a un arsenal a su disposición- para que se geste. Es por ello que el control resulta necesario. La polémica en torno a las armas se ha vuelto tan ambigua que los que apoyan este libertinaje lo hacen desde el punto de vista de la libertad individual. Pero ya desde hace siglos los grandes teóricos del estado nos han dicho que la libertad no puede ser absoluta dentro de una sociedad. Hobbes, al igual que Rousseau, Montesquieu y Locke, establecen que el pacto social se da cediendo parte de ella. Y es que si todos hiciéramos lo que quisiéramos, sin ningún limitante, no tendría sentido la creación del estado.

Biden llegó de Japón e inmediatamente demostró su indignación. En EEUU hay grandes problemas, pero hay que reconocer que la separación de poderes y la desconcentración del mismo no es uno de ellos. El Presidente -y muchos otros antes de él- quisiera poder cambiar la realidad con las armas, pero están limitados a hacerlo. Vaya laberinto.

Nota al pie: metida de mano
Imagínense ustedes a un cantante en medio de un concierto en una gran Plaza Pública. Esta celebridad. Dentro de la euforia del momento el público grita, canta y brinca de emoción al son de la música. Quien canta, es cercano a su público, se sumerge en la multitud y deja que lo recubran. Los fanáticos lo abrazan, tocan, incluso le apoyan una mano sobre su intimidad, agarrándolo firmemente. El problema es que se trata de un hombre quien canta y la mano pertenece a una mujer. Esto le pasó al italiano Riccardo Fabbriconi, conocido artísticamente como ”Blanco”.

Estando los géneros así dispuestos, es evidente que no se genera una indignación colectiva. Muchas veces el discurso igualitario funciona de esta manera: sirve sólo de un lado. Blanco tampoco se quejó, es probable que no haya notado la mano. Pero el punto no recae sobre el artista, sino sobre la reacción del colectivo que está acostumbrado a condenar este tipo de actos cuando provienen de un hombre hacia una mujer. Y no al revés.

Si algo nos ha enseñado el juicio de Amber Heard contra Johnny Depp, es que los abusos en pareja pueden provenir de ambos lados. Está comprobado que, por preconcepciones, los hombres denuncian menos y tienden a ser mucho más reservados con los temas dentro de la intimidad. Un cambio de mentalidad es necesario si queremos lograr la igualdad plena dentro de nuestra diversidad. Y condenar (o no) una metida de mano, venga de donde venga.






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