A propósito de la Navidad
La Navidad se nos presenta como una oportunidad de reconciliarnos con nuestro destino y volver a apostar con optimismo a un mejor mañana
Hoy los cristianos de todo el mundo celebramos uno de los momentos más importantes del año, el nacimiento de Jesús, la encarnación de la segunda persona de la Santísima Trinidad. Sin embargo, la Navidad no sólo tiene un sentido y una vertiente religiosa; este hecho ha sido determinante en la historia de la humanidad, en realidad un punto de inflexión, un Antes y un Después de Cristo. San Gregorio de Nisa escribe sobre la navidad: «Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado?» (San Gregorio de Nisa, Oratio catechetica, 15: PG 45, 48B).
En estas fechas, sin importar nuestras diferencias, y unidos precisamente en la diversidad, la humanidad se vuelca a una reflexión amplia, no sólo en lo personal, en lo familiar, en lo ético o lo religioso, sino en los balances y perspectivas del año que termina y el año que comienza. Como diría Dostoyevski, corren tiempos de incertidumbre y zozobra. 2021 ha sido un año difícil, abrumador, complejo, retador, angustioso, y desafiante, donde la resiliencia del hombre ha sido puesta a prueba.
La pesadilla que comenzó en 2020 con la declaración en Ginebra el 11 de marzo de 2020 por parte del director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, que la nueva enfermedad por el coronavirus 2019 (COVID-19) podía caracterizarse como una pandemia aún no ha acabado. “La OMS ha estado evaluando este brote durante todo el día y estamos profundamente preocupados tanto por los niveles alarmantes de propagación y gravedad, como por los niveles alarmantes de inacción. Por lo tanto, hemos evaluado que COVID-19 puede caracterizarse como una pandemia.”
Los estragos derivados de esta pandemia en todos los ámbitos son inmensurables, particularmente los millones de vidas perdidas. En este momento, la esperanza es nuestro último bastión; las autoridades del mundo entero enfatizan en la necesidad de aumentar los esfuerzos globales de vacunación, testeo y medidas de bioseguridad; aún falta mucho por vencer las barreras de la indiferencia y la desigualdad y comprender que mientras todos no superemos esta crisis global nadie lo hará. Apostar por soluciones aisladas, proteccionistas, egoístas y nacionalistas no sólo es absurdo, condenable sino muy peligroso. La cooperación internacional y el multilateralismo son la única solución factible para enfrentar los desafíos mundiales, que van más allá de la pandemia como el cambio climático, la amenaza nuclear, la crisis económica mundial que amenaza con irrumpir, la inseguridad alimentaria, la pobreza, y las desigualdades cada vez más acentuadas.
El sentido de angustia sobre el que reflexionó Kierkegaard se reformula y acentúa; estos tiempos, en lo personal, probablemente nos hayan permitido comprender con mayor fuerza los argumentos y planteamientos de la experiencia del psiquiatra y filósofo Viktor Frankl (1905-1997) en Auschwitz; en su obra El hombre en busca de sentido se reforzó en él la idea de aceptar el sufrimiento, de no renegar de él. Sobre las noches en Auschwitz, escribía Frankl: “La realidad se desvanecía ante nosotros, el mundo emocional se amortiguaba, y todos los esfuerzos se concentraban en una única tarea: conservar nuestra vida y la vida de los camaradas amigos. Cuando la noche caía y los prisioneros –como rebaños– regresaban al campo desde sus lugares de trabajo, con frecuenta se escuchaba un respiro de alivio y un susurro: «Menos mal, vivimos otro día más».” Este pensamiento acuciante se ha vuelto rutinario en estos días.
En estas fiestas decembrinas la vida nos llama a retornar a lo esencial, a valorar el momento presente, a quienes están, a honrar a quienes nos antecedieron y amaron incondicionalmente, y especialmente encontrar en estos días el sentido y valor del perdón, perdonar a los otros e incluso a nosotros mismos. La Navidad se nos presenta como una oportunidad de reconciliarnos con nuestro destino y volver a apostar con optimismo a un mejor mañana.
Viktor Frankl recordaba y reflexionaba que “los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.” Forjemos juntos bajo el imperativo de la fraternidad universal como lo señala Su Santidad Papa Francisco un camino común de esperanza, amor, libertad y reconciliación. A todos una ¡Feliz Navidad!
Dylanjpereira01@gmail.com
En estas fechas, sin importar nuestras diferencias, y unidos precisamente en la diversidad, la humanidad se vuelca a una reflexión amplia, no sólo en lo personal, en lo familiar, en lo ético o lo religioso, sino en los balances y perspectivas del año que termina y el año que comienza. Como diría Dostoyevski, corren tiempos de incertidumbre y zozobra. 2021 ha sido un año difícil, abrumador, complejo, retador, angustioso, y desafiante, donde la resiliencia del hombre ha sido puesta a prueba.
La pesadilla que comenzó en 2020 con la declaración en Ginebra el 11 de marzo de 2020 por parte del director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, que la nueva enfermedad por el coronavirus 2019 (COVID-19) podía caracterizarse como una pandemia aún no ha acabado. “La OMS ha estado evaluando este brote durante todo el día y estamos profundamente preocupados tanto por los niveles alarmantes de propagación y gravedad, como por los niveles alarmantes de inacción. Por lo tanto, hemos evaluado que COVID-19 puede caracterizarse como una pandemia.”
Los estragos derivados de esta pandemia en todos los ámbitos son inmensurables, particularmente los millones de vidas perdidas. En este momento, la esperanza es nuestro último bastión; las autoridades del mundo entero enfatizan en la necesidad de aumentar los esfuerzos globales de vacunación, testeo y medidas de bioseguridad; aún falta mucho por vencer las barreras de la indiferencia y la desigualdad y comprender que mientras todos no superemos esta crisis global nadie lo hará. Apostar por soluciones aisladas, proteccionistas, egoístas y nacionalistas no sólo es absurdo, condenable sino muy peligroso. La cooperación internacional y el multilateralismo son la única solución factible para enfrentar los desafíos mundiales, que van más allá de la pandemia como el cambio climático, la amenaza nuclear, la crisis económica mundial que amenaza con irrumpir, la inseguridad alimentaria, la pobreza, y las desigualdades cada vez más acentuadas.
El sentido de angustia sobre el que reflexionó Kierkegaard se reformula y acentúa; estos tiempos, en lo personal, probablemente nos hayan permitido comprender con mayor fuerza los argumentos y planteamientos de la experiencia del psiquiatra y filósofo Viktor Frankl (1905-1997) en Auschwitz; en su obra El hombre en busca de sentido se reforzó en él la idea de aceptar el sufrimiento, de no renegar de él. Sobre las noches en Auschwitz, escribía Frankl: “La realidad se desvanecía ante nosotros, el mundo emocional se amortiguaba, y todos los esfuerzos se concentraban en una única tarea: conservar nuestra vida y la vida de los camaradas amigos. Cuando la noche caía y los prisioneros –como rebaños– regresaban al campo desde sus lugares de trabajo, con frecuenta se escuchaba un respiro de alivio y un susurro: «Menos mal, vivimos otro día más».” Este pensamiento acuciante se ha vuelto rutinario en estos días.
En estas fiestas decembrinas la vida nos llama a retornar a lo esencial, a valorar el momento presente, a quienes están, a honrar a quienes nos antecedieron y amaron incondicionalmente, y especialmente encontrar en estos días el sentido y valor del perdón, perdonar a los otros e incluso a nosotros mismos. La Navidad se nos presenta como una oportunidad de reconciliarnos con nuestro destino y volver a apostar con optimismo a un mejor mañana.
Viktor Frankl recordaba y reflexionaba que “los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.” Forjemos juntos bajo el imperativo de la fraternidad universal como lo señala Su Santidad Papa Francisco un camino común de esperanza, amor, libertad y reconciliación. A todos una ¡Feliz Navidad!
Dylanjpereira01@gmail.com
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