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En la Laguna de Sinamaica está el escenario donde nació Venezuela

Escuelas, templos, restaurantes y posadas son palafitos sobre la pequeña Venecia

  • Diario El Universal

03/09/2023 01:36 pm


Sergio Vázquez
Una verdadera conexión con nuestra venezolanidad es perder la mirada en el mismísimo escenario donde nació Venezuela. Que tus ojos se iluminen tal como pasó muchos años atrás cuando éramos la pequeña Venecia, en una luz de similitud con los palafitos propios de la Laguna de Sinamaica, evocando aquella ciudad de canales italiana.

Todo comienza cuando el destino es el norte. La expectativa desmesurada nos conduce al paso por el puente Río Limón hacia latitudes septentrionales del estado Zulia, donde a lo lejos un pasillo de banderas tricolor y un gran cartel de bienvenida es el preámbulo a ese abrazo que te espera en la Guajira. Pero, no sin antes mostrar una vez más la majestuosidad de la naturaleza en las salinas que en algún momento fueron más que solo un mineral, y que permitieron intercambios comerciales o financiamientos de guerra; pero que ahora son el escenario de una panorámica perfecta.

De inmediato sientes esa conexión con tus ancestros, con el origen de nuestra identidad. No es casual, ya que la Guajira viene de la lengua nativa wayuú "wo'main" que hace la remembranza a "nuestra tierra". Vas construyendo tu propia película histórica al vislumbrar los rostros singulares de las comunidades indígenas que se aferran a su autenticidad inquebrantable. El colorido característico que mantiene cualquier reseña de la Guajira se hace presente en sus callecitas. Mientras tanto, el anhelo de nuestro próximo punto de partida avanza a la velocidad del deseo de explorar lo que en algún momento fue el destino predilecto.

Llegamos a Sinamaica, la capital del municipio Guajira, que en lengua añú significa "mar", y que en algún momento se llamó Villa de Sinamaica o Villa de San Bartolomé en honor a su patrono. Después de un breve refrescamiento en Puerto Cuervito, partimos del lugar que sería nuestra última estancia en tierra firme. Nos desconectamos de cualquier transporte terrestre, y damos paso a la verdadera experiencia de un pueblo de agua al embarcarnos en lanchas de fibra de vidrio. Estas sustituyeron a aquellas curiaras originarias de troncos de madera y ahora son el medio de transporte entre los canales que conducen a las comunidades de la laguna.

De inmediato comienzan las caras desconcertantes al iniciar la navegación y conseguir en primer plano una estación de servicio sobre un palafito. Ya después de esto, la imaginación se convierte en el intenso deseo de ver qué otra obra puede estar construida sobre el agua. Desde el más cálido hogar, escuelas, templos, expendedores de productos hasta restaurantes y posadas. Estos cuentan las historias de muchos extranjeros que años atrás alucinaban con la "Venezziola" que bautizaron Alonso de Ojeda y Américo Vespucio, y que muestra unas características únicas para incluir como visita obligatoria de cualquier viajero.

La inocencia predomina en los tímidos encuentros con los niños que navegan con pipotes cortados a la mitad, y que son sus pequeñas embarcaciones propulsadas por la fuerza de sus bracitos. Buscan saciar la curiosidad de la identidad y propósito de un grupo de personas que jamás se había visto por los canales de su comunidad. Así, una y otra vez, hasta que, al ritmo de la corriente de la proximidad del Golfo de Venezuela, nos abrimos camino entre mangles para contemplar la cotidianidad de una población que yace entre la rutina que le permiten sus aguas.

Un día soleado hace que se forme un espejo de agua, reflejando la más extraordinaria construcción de un palafito de majagua, enea y mangle. Es el resultado de la inspiración de nuestros aborígenes que vieron portentosos árboles que forman franjas litorales, y que asemejan una selva metida en el mar. Sus complejos tejidos, que regalan privacidad en ventanas y divisiones de espacio, son una muestra de la herencia de saberes. La combinación de todo esto da forma a uno de los más significativos palafitos, que en su momento fue un emblemático restaurante, y ahora funciona eventualmente como feria de artesanía.

El recorrido puede durar lo que esté dispuesta a aguantar tu sed de contemplación. Canales que conducen hacia La Boca, La Boquita, Nuevo Mundo o El Barro repiten la historia de esta "gente de agua".
 
Todos los palafitos cuentan una historia, inclusive la de algunos foráneos que vieron la particularidad de este lugar como una alternativa para su retiro. Los mangles van formando la vía como largos brazos que te arropan, sirviendo como cimiento para que las garzas, gavilanes y monos araguatos protagonicen el entretenimiento del trayecto. Los túneles vegetales forman el "canal del amor", y es que no puede faltar el más intenso de los sentimientos en una experiencia de este nivel.

Desde un impulso de lo que parecía inalcanzable, hasta la certeza de que en lo diferente es donde se encuentra lo extraordinario, nos terminamos de convencer de que la Laguna de Sinamaica es de esos lugares únicos, referenciales en el mundo, que nos llenó de un espectáculo de la naturaleza. Ahora se transformó en un "hasta pronto" que compartiremos con quién esté dispuesto a visitarla.

@relindavenezuela
@mariel.vzla         
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