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Lagunas Brava y El Añil, puro tono azul Caribe en las alturas de Mérida

En el corazón del Parque Nacional Sierra Nevada se encuentran doscientas lagunas

  • Diario El Universal

03/07/2023 09:17 pm


Sergio Vázquez
Mariel Hunte
Una veintena de caras atónitas no dejaban de contemplar la magia natural ante sus ojos mientras los celulares captaban instantes únicos para la eternidad y para la presunción.
 
Luego de casi dos horas de caminata abrazábamos la gloria ¡y un trofeo increíble! Eran azules como si un pequeño trocito de lo más bello del Mar Caribe hubiese perforado túneles subterráneos y atravesado cientos de kilómetros de territorio venezolano para emerger, a 3.900 metros de altura, en el corazón del Parque Nacional Sierra Nevada y dar vida a esta laguna llamada El Añil, donde seguramente a la mitología griega, de solo haberla conocido, le hubiera sido obligatorio asignarle el origen de varias deidades.

Cuando el día comenzó, nunca lo imaginamos… Antes de las seis de la mañana ya la ciudad de Mérida se encontraba sumergida en la neblina, y el sonido que los cauchos del transporte producían a su paso por los charcos de agua, era nuestra información del tiempo pronosticando un día de precipitaciones en nuestro destino.
 
Lo bueno es que en la montaña hay microclimas y eso los guías lo sabemos; puede estar lloviendo a cántaros en el centro de la ciudad y un sol radiante esconderse entre las montañas justo en tu lugar de destino, o viceversa. Por esa razón seguimos recogiendo a los turistas aventureros entregados a la incertidumbre de los páramos andinos.

Gavidia
Con parada para desayunar incluida, recorrimos más de dos horas de una carretera trasandina serpenteante y sorpresiva de baches, rodeada de pequeñas parcelas sembradas de diversos cereales y hortalizas, pero sobre todo de papa y ajo. Llegamos a los 3.000 metros de altura al pasar el pueblo de Mucuchíes y allí nos desviamos en descenso para cruzar el río Chama y tomar la carretera al pueblito de Gavidia.
 
De tantos sembradíos, nos tocó pasar frente a un jardín de papas. ¡No es que las papas estuvieran posando sobre la tierra, no! Es que sus florecitas blancas y moradas, todas prolijamente ordenadas, parecían decorados de palacios, en este caso, humildes casitas de barro y piedra.
 
Dos montañas que aún siguen intentando hacer el amor a través de los siglos se acercaron tanto que forman un cañón que hoy en día hace de puerta de entrada a un precioso valle donde yace silencioso y tranquilo el pueblito de Gavidia. El río que pasa por el medio es quien auspicia este deseo, y a su costado, por un estrecho caminito que solo los choferes más diestros pueden pasar sin raspar el bus o caer al precipicio, por allí pasamos nuevamente.

Al abrirse el valle el clima cambió completamente y un sol radiante dejó caer sus rayos sobre nuestras sonrisas, así tan intensas como el azul del cielo, así como se ensanchaban los pechos de quienes conocemos esta ruta y esperábamos un día sensacional, de esos que la montaña te atrapa desde el control de tus sentidos.

Como la prioridad eran las lagunas, Gavidia con sus 700 habitantes y su encanto quedó para otra visita, para otra historia.

Las lagunas
Por un estrecho caminito intermitente entre asfalto y rústico llegamos al final del sendero del Sector Las Piñuelas para comenzar nuestra caminata en ascenso. Unos minutos con una bella familia de padres, hijos, hermanos, sobrinos, abuelos, nietos, primos, cuñados, perros, vacas, cochinos, gallinas, ovejas, fue la pausa ideal para relajarnos, esfumar la ansiedad e iniciar la aventura a pie.

Suavemente, con descansos esporádicos para retomar oxígeno y energía y adaptarnos a los cambios de altura, fuimos ascendiendo las montañas del Parque Nacional Sierra Nevada. Rodeados, de cerca y de lejos, por inmensos paredones de piedra, cursos de agua y cascadas y todo un mundo de frailejones (milenarias plantas icónicas del páramo andino, de textura acolchonada y súper suave que crecen un cm al año.)

Hora y media después una cadena de suspiros anunciaba que estábamos frente a la primera de las lagunas de esta ruta, la Laguna Brava. Primero las fotos y videos o primero la contemplación, según cada uno.
 
Y pensar que esta maravilla natural es solo una de las más de 200 lagunas de los Andes merideños, que hace miles de años, cuando los glaciares se derritieron por el calentamiento global forjaron estos tesoros andinos, desconocidos para la gran mayoría de los venezolanos. Al estar allí sentimos que el esfuerzo -levantarse temprano y caminar en ascenso con poco oxígeno y bajo el sol- lo valió, y además sentimos que no podía haber nada más hermoso.

Pero fue muy fácil romper esa ilusión, solo 20 minutos más de caminata y estábamos frente a una laguna más grande y aún más encantadora, El Añil, llamada así por el color de sus aguas.
 
Frente a ella el tiempo se detuvo y como en otra dimensión, las nubes comenzaron a pasar a toda velocidad, un hechizo que cambiaba el tono de sus aguas ante nuestros ojos, una envidia para aquellos dioses que no pudieron conocerla. En nosotros las sonrisas congeladas, no por el frío que sí hacía demasiado, sino porque nuestras almas expresaban ese instante a través de ellas.

@argentinoenvzla
@relindavenezuela

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