Nery Santos: “Extraño la alegría de mi pueblo”
La escritora venezolana está nominada al Internacional Latino Book Awards ILBA, cuyo acto de premiación será el próximo 21 de septiembre en Los Ángeles, California
Nery Santos estudió relaciones industriales en la Universidad Católica Andrés Bello, pero desde pequeña sintió interés por la lectura y la escritura. Por azares de la vida ha pasado gran parte de su vida fuera de Venezuela, viviendo por muchos años en Estados Unidos, Puerto Rico y recientemente en Colombia. En la Isla del Encanto realizó un máster en escritura creativa y a partir de ahí decidió convertir la escritura en su verdadera vocación.
Hasta la fecha ha publicado dos libros de cuentos: Hilandera de tramas (2012) y Lazareto de afecciones (2018), este último nominado en tres categorías –Mejor Colección de Cuentos Cortos, Mejor Libro Latino de Ficción y Libro Popular de Ficción– al Internacional Latino Book Awards, ILBA.
Lazareto de afecciones reúne 23 historias cortas que se enlazan al final a través de Fermina Daza, personaje inspirado en la novela El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez.
-En su primer libro confesaba su temor de publicar. ¿A qué se debían sus inseguridades?
-Escribir es un acto visceral e íntimo, y que este acto se convierta en algo público, en un principio, nos cuesta. Sin embargo, la escritura es un espejo de la realidad y de la conciencia colectiva. El escritor observa y transcribe en la soledad de su teclado y pantalla. En mi segundo libro, Lazareto de afecciones, coloqué un extracto de una carta que me envió mi hermana Nelvis Santos: “El cuento se hace interpretación en el otro, en el lector. Un cuento es siempre una mitad que busca completarse en quien lo lee. Tus cuentos buscan su otra mitad; ¿te decidirás a permitir que el círculo se complete?”. Por esta razón me decidí a publicarlos, para que el lector los haga suyos y cierre el círculo.
-La mayoría de sus relatos son protagonizados por mujeres.
-Conscientemente, pienso que debe existir una igualdad entre hombre y mujer, y por eso los protagonistas que escojo son al azar hombres o mujeres, en igual medida. Pero tal vez inconscientemente se alce mi feminidad y le dé mayor protagonismo a las mujeres. Desde los mitos primordiales y las tradiciones antiguas, se nos ha culpado a las mujeres de los grandes males de la humanidad. No es que prefiera a las mujeres sobre los hombres, pero merecemos algo de redención.
Me inspiro en las mujeres que conozco, las que limpian las oficinas, las que sirven el café, las embarazadas que se montan en un autobús para ir al trabajo, las que luchan por sus sueños, las que se equivocan y lloran sus penas. Todas me inspiran y cada una carga con una inagotable fuente de material digno de ser contado.
"Vivimos en una incesante lucha contra la angustia", dice la autora (CORTESÍA)
-Se podría considerar Lazareto de afecciones – su más reciente libro -como una metáfora del mundo, se lo pregunto porque en sus relatos toca temas que preocupan a la sociedad de hoy.
-Captaste la esencia del libro. Vivimos en una incesante lucha contra la angustia. En el libro hay guiños para que el lector los encuentre. Temas álgidos como el abuso infantil, el suicidio, el asesinato, entre otros; están insertados en historias que no son tan serias como el tema que proponen. Son metáforas diluidas en cuentos.
-Sus dos primeros libros y el próximo es de relatos, ¿Ha pensado escribir una novela?
-Luego de leer los cuentos del puertorriqueño José Luis González o los profundos y realistas de Alice Munro, te queda esa hambre por el cuento. Comprendes que en un cuento corto bien construido puedes decir más que en una novela de mil páginas. Es por ello que me siento feliz de escribir en ese género. Mientras la inspiración me acompañe, lo seguiré haciendo sin remordimientos. Sin embargo, como el arte de escribir es testarudo, quizás cuando menos lo piense estaré escribiendo poesía o novela.
-Lleva varios años fuera de Venezuela, ¿qué le ha brindado a su escritura la vida en otras culturas y, por ende, también en otro idioma?
-Antes de irme a vivir a Estados Unidos había terminado un largo curso de inglés. Creía que ya lo dominaba, pero cuando llegue allá, no entendía nada. Es entonces cuando valoras las palabras y vas construyendo de nuevo un vocabulario en otra lengua. Pasas de no entender nada a poco a poco ampliarse tu horizonte. Esto unido a las nuevas vivencias que enriquecen tu escritura. Por su parte, Puerto Rico es una tierra de gente pasional, llueve casi a diario y todo florece; también los talentos, la gente lleva el arte en la sangre. Yo quisiera pensar que algo de esa explosión de vida se contagió en mi escritura.
-¿Qué extraña de Venezuela?
-Los amores. El primer beso en el Ávila. La visita a los abuelos y a los tíos en Valencia. Los sabores que se quedaron estampados en la lengua, sabores de ciruelas de hueso y mamones recién recogidos de los árboles de la finca de mi padre, o de las arepas marcadas por el budare con la mantequilla derritiéndose. Los paseos por Sabana Grande, los restaurantes de los chinos. La chicha y la cocada. La arena caliente en mis pies refrescados por el vaivén de las olas en las playas turquesas de mi niñez. Las patinatas en diciembre y el olor de las hallacas anunciando la navidad. También extraño los carnavales, llenando coloridas bombas de agua con la manguera del jardín. El ruido de las chicharras y recoger los esqueletos huecos que dejaban prendidos en los árboles. Extraño la abundancia y la alegría de mi pueblo noble.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira una inmigrante?
-A través de la nostalgia. Es una ventana mágica y aparece en los lugares menos insospechados para que podamos mirar por ella lo que más amamos de nuestro pueblo que se quedó tan lejos. Se abre esa ventana cuando probamos algo de nuestra tierra o cuando escuchamos una canción. Es una ventana de recuerdo y añoranza que sabe a papelón y coco. Esa ventana también está en los ojos del joven que con la dignidad -del que no quiere ser mendigo- carga una bolsa de caramelos para cambiarlos por una moneda en el semáforo en rojo con una pancarta que dice que es venezolano y no encuentra trabajo. Es una ventana que refleja un alma triste y a la vez esperanzadora. Una ventana que no pierde esa chispa de alegría que tiene el venezolano y que solo espera muy pronto encenderse de nuevo.
@DulceMRamosR
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