Federico Díaz-Granados: "Soy consecuente con mi sensibilidad"
El poeta organiza la edición número 11 de "Las líneas de su mano" evento que reúne lo mejor de la poesía latinoamericana
"Nunca he conocido a los inquilinos de mi vida. No he sabido cuándo salen, cuándo entran, en qué estación desconocida descansan sus miserias".
Este fragmento del poema Hospedaje de paso es quizás uno de los poemas más íntimos de Federico Díaz-Granados, poeta y gestor cultural colombiano que a lo largo de su carrera se ha preocupado no solo en cultivar su obra, también en conocer y divulgar la de sus poetas contemporáneos. Ferviente admirador de Neruda, también de la poesía venezolana desde los versos de Ramos Sucre, pasando por Rafael Cadenas y las voces de las nuevas generaciones como Jesús Montoya.
Desde hace once años y por estas fechas, Díaz-Granados organiza Las líneas de su mano, evento que convierte a Bogotá en la capital poética de Latinoamérica. Este año el festival tendrá entre sus invitados a Charles Simic, Robert Hass, Madeleine Grive, Carmen Boullosa, Enrique Winter, Elkin Restrepo, Bejamín Prado, Almudena Grandes, entre otros.
Por Venezuela estarán los poetas Gina Saraceni, Jesús Montoya y Néstor Mendoza.
-Lleva 11 años haciendo Las líneas de su mano, considerando los prejuicios sobre el género ¿por qué seguir apostando por la poesía?
-Yo sigo creyendo, como dice Charles Simic que entre más mal están nuestros países mejor está su poesía. Eso nos permite de alguna manera medir la salud del idioma y también la salud de la poesía. Por un lado la poesía es el género por el que muchos llegan a los libros, recordando esos poemas que le recitaban de pequeño. Por otro lado y desde el punto de vista educativo, la poesía contribuye a desarrollar el pensamiento crítico en los niños y jóvenes, por eso el público principal del festival son profesores y estudiantes de los colegios públicos y privados; queremos darles herramientas a los profesores para que trabajen en las aulas, que puedan tener la alegría de releer un poeta en el salón de clases, luego de haberlo celebrado en el festival.
-Ahora que hace énfasis en esa relación tan importante que debe existir desde la infancia con la poesía, ¿cómo fue su experiencia?
-Nací en un hogar de poesía, mi padre es el poeta que más quiero y admiro. Siempre hubo poetas en mi casa: Luis Vidales, Héctor Rojas Herazo, Mario Rivero, por mencionar algunos de los poetas colombianos más importantes; también estaba la figura tutelar de Gabriel García Márquez, Germán Espinoza, además de los contemporáneos con mi papá.
Debo confesar que fue a través de la voz de mi padre, contándome la vida de los poetas que él más admiraba, como el caso de Pablo Neruda o Federico García Lorca, lo que generó en mí una fascinación inicial por la poesía. Y el primer contacto, ya con un libro, fue con la enciclopedia El mundo de los niños de la editorial Salvat, cuyo primer tomo era de poesía y canciones, me permitió que yo me enamorara -así no los entendiera muy bien en ese tiempo- de muchos de los grandes poemas de nuestra lengua.
-Y siendo su padre un poeta tan importante, ¿no le dio miedo su sombra?, ¿seguir también su camino?
-Yo tuve un viaje alrededor de eso. Hay un normal parricidio en la adolescencia, el asunto era cómo ser parricida con un padre tan amoroso como el que yo siempre he tenido. La única manera que encontré para ser parricida era dentro de la misma poesía; precisamente empecé a leer los poetas que no eran tan mencionados como César Vallejo o Vicente Huidobro, que eran los poetas antípodas de los poetas canónicos de la casa. Finalmente el hijo pródigo vuelve y reconocí que los poetas que yo amo son esos que me leía mi padre cuando niño y que yo llegaba a ellos con un carácter y una mirada distinta a releerlos. Tenía que ser consecuente con mi sensibilidad, era normal pelear con Neruda porque era también una manera de pelear con mi padre.
-Sin embargo, en los últimos años la figura de Neruda ha sido muy controversial. En su caso, ¿cómo es su relación hoy con Neruda?
-Hace un año hice una antología sobre Neruda, eso me permitió reencontrarme y reafirmar una vez más que uno a esas figuras tutelares los quiere y los admira, a pesar de tener sus diferencias y sus distancias. Creo que Neruda es una figura tan totalizante en la lengua y en el carácter de tantos que obviamente hay aspectos de su vida que no nos gustan; pero los lectores de Neruda terminamos sublimando -no significa que los aceptemos- esos defectos con la maravilla de su poesía. En el caso de la novela Malva, nos muestra un aspecto de Neruda que no nos interesa, pero que hace parte de lo que es un gigante humano, cargado de múltiples defectos. Todos los poetas que admiramos están cargados de múltiples defectos. El Neruda que yo seguiré amando es el Neruda que me enseñó mi padre, ese que él leía y hablaba en las peñas de los exiliados chilenos y yo lo escuchaba con tanta devoción.
Superada la sombra de su padre, ¿fue fácil encontrar su voz y enfrentar la desnudez poética?
-Fue complejo. Primero tuve que imponerme a mí mismo, después a mi padre, después frente al círculo de mi padre. Incluso, hasta publiqué un primer libro apresurado, pero como decía Antonio Cisneros aunque sea la desvergüenza es necesaria para seguir escribiendo y publicando poesía. Después vino el encuentro de mi voz, de mis temas, de mis verdaderas.
-¿Qué ha significado la lectura de sus contemporáneos?
-Ha sido un diálogo muy interesante. No he leído a mis contemporáneos con prevención, no los he leído con ojo vigilante, he tenido una mirada generosa con los poetas de mi generación y una mirada muy respetuosa con las generaciones anteriores, con los maestros.
-Después de hablar tanto y reflexionar sobre la poesía, ¿qué representa para usted el acto poético?
-Un punto de conexión con un mundo que yo quiero recuperar, con los momentos más luminosos de mi vida, de mis lecturas, de mi infancia, de mis afectos verdaderos; que simplemente los prolongo a través de lo que intento escribir.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Federico Díaz-Granados?
-Es una ventana empañada de muchas emociones, donde trato de hacer siluetas para ver esa realidad exterior, que si bien es una realidad cruda, al estar ese vidrio empañado y ver a través de esas siluetas, puedo inventarme mi propio mundo.
@DulceMRamosR
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