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Una “mirada transversal” recorre aportes artísticos de Luisa Palacios

Hasta el 1° de septiembre, Galería de Arte Nacional expone parte del legado de la artista a través de pinturas, serigrafías, dibujos y cerámicas que muestran su trayectoria creativa

  • MARITZA JIMÉNEZ

12/05/2024 01:00 am

Luisa Palacios (Caracas, 1923-1990) es uno de los nombres de obligada referencia cuando se habla de la renovación del arte venezolano del siglo XX.

Pintora, dibujante, ceramista y grabadora, si hoy se reconoce en el grabado y la gráfica un género con derecho propio en Venezuela, es gracias a la contribución de esta mujer que supo ver en ello un espacio propicio para el desarrollo y la investigación de otras posibilidades técnicas y expresivas.

La extensa trayectoria que conduce a esta creadora a tales logros es objeto de la exposición Luisa Palacios. Una mirada transversal, que en ocasión del mes del Artista Nacional, presenta hasta el 1° de septiembre la Galería de Arte Nacional, conjuntamente con la Fundación Odalys.

Luisa "la Nena" Palacios hacia 1940 (CORTESÍA FUNDACIÓN MUSEOS NACIONALES-GAN)  

Pinturas, dibujos, obra gráfica, cerámicas, objetos y fotografías familiares, permiten al espectador acercarse a la dimensión artística y humana de esta creadora, en cuyo recorrido se aprecia la evolución de nuestras artes visuales hacia la modernidad.

Ganadora del Premio Nacional de Artes Aplicadas en 1960 y el Premio Nacional de Dibujo y Grabado en 1963, año en que representa a Venezuela en la Bienal de Venecia y en Gráfica Moderna Suramericana, en Fráncfort, Alemania, Luisa, “La Nena” Palacios, nació el 10 de mayo, como Luisa Zuloaga de Las Casas, heredera de una tradición artística familiar de antigua data, que se remonta a los nombres de Martín Tovar y Tovar, Jesús María de la Casas, o sus tías Elisa Elvira Zuloaga, María Luisa Zuloaga de Tovar y Carmen Elena de las Casas, de notable influencia en su formación.

En 1940 asiste a los cursos de pintura de la Escuela de Artes Plásticas, entonces El Cuño, con los destacados pintores Antonio Edmundo Monsanto, Marcos Castillo, Rafael Monasterios, Francisco Narváez y Ramón Martín Durbán.

 
Los boxeadores, 1960. Colección FMN-GAN (CORTESÍA)

Pero fue en un viaje a España, en 1954, cuando la fuerza renovadora del grabado de Goya atrapa su sensibilidad e interés por este medio, a cuyo estudio se entregará bajo la tutela primero del artista español Abel Vallmitjana, quien la inicia en la impresión de monotipos en linóleo, y más tarde con el ceramista, docente, curador y museógrafo Miguel Arroyo.

De aquella experiencia ante los grabados de Goya, dijo Luisa Palacios: “(…) Sentí que aquello no era dibujo, ni pintura, era un misterio que tenía naturaleza propia. Yo sentí que me sumergía dentro de la obra, y eso mismo me sucede cada vez que veo una muestra de grabados” (entrevista dada a Yasmín Monsalve Reaño para El Diario de Caracas, 1990).

A los 21 años se casa con Gonzalo Palacios Herrera, padre de sus hijas María Fernanda e Isabel, con quien incursiona en las artes del fuego y funda el taller Otepal en 1957, comunidad de artistas reunidos en torno a la cerámica y la pintura y, a partir de 1960, el grabado, cuando su tía Carmen Elena de las Casas le envía una prensa Le Franc de París.

La flor, 1969. Colección FMN-GAN (CORTESÍA)

Otepal, que pronto comienza a ser conocido como El Taller, se transforma en el sitio de tertulia al que asisten artistas de vanguardia como Alejandro Otero, Mercedes Pardo, Humberto Jaimes Sánchez, Ángel Hurtado, Gego, Gerd Leuferd, Ángel Luque, Antonio Granados Valdés y Maruja Rolando, entre otros, junto a intelectuales de la talla de Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias, Santiago Cárdenas y Miguel Otero Silva, que se les unen en ese espacio.

“El taller de Luisa Palacios abrió posibilidades nuevas a la investigación. Allí se crearon procedimientos de estampación que eran consecuencia lógica de ese espíritu de búsqueda que en ella no ha estado desprovisto de un heroico quijotismo, en un medio como el nuestro, que no ha sido receptivo con la gráfica”, escribió el crítico Juan Calzadilla.

En ese clima, la voluntad de dar al grabado otra dimensión estética, inicia los primeros “bellos libros”, o libros de artista en Venezuela, en los que la palabra y el grabado comparten la página: poemas de Miguel Otero Silva, Elegía coral a Andrés Eloy Blanco, con diez aguafuertes (1961, solo se realizaron dos ejemplares); Elegía sin fin, de Luis Pastori (1962); Me llamo barro, de Miguel Hernández (1964); Humilis Herba, de Aníbal Nazoa (1967, junto a grabados de Alejandro Otero y Humberto Jaimes Sánchez); La rosa del herbolario, de Pablo Neruda (1969), o Los pájaros fornican en la catedral, de David Gutiérrez (1971).

Es la semilla de lo que en la década de los 70 fructificará en el Centro de Enseñanza Gráfica (Cegra, 1975) y el Taller de Artistas Gráficos Asociados (TAGA, 1978), que crea junto a su esposo Gonzalo Palacios y la artista Tecla Tofano, que dan cabida a la enseñanza, la investigación y la experimentación con las técnicas del grabado y la impresión.

Los que vienen, 1972. Colección FMN-GAN (CORTESÍA)

Además de su participación en numerosas exposiciones individuales, y colectivas en salones nacionales e internacionales, destaca el trabajo de proyección didáctica de Luisa Palacios, en el Instituto de Diseño, o la Universidad Nacional Abierta para la enseñanza del grabado mediante videotapes, un adelanto de lo que será la incorporación de la tecnología al aprendizaje.

Paralelamente, Palacios realiza una obra pictórica que la lleva de la figuración al informalismo y el expresionismo, con el mismo afán investigativo en el que el recordado crítico Roberto Guevara destacaba la “gasificación del óleo” que permite a la artista “crear atmósferas más sutiles y un espacio ‘levantado’, es decir, una sensación espacial abierta y amplia”.

Lienzo como Los boxeadores (1960), donde plantea el estudio del cuerpo en movimiento; Figuración roja (1962) o Sin título (1967), de marcado expresionismo en el gesto o los serenos y equilibrados paisajes de finales de los años setenta y comienzos de los ochenta, dan cuenta en la muestra de la GAN de su producción pictórica.

Una trayectoria cuyo recorrido, al decir de la presentación de la investigadora María Luz Cárdenas, “nos acerca a una comprensión transversal y totalizadora del desarrollo cultural venezolano del siglo XX”.
@weykapu




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