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Jacqueline Goldberg: “Escribí sobre ese dolor que es Venezuela”

Su libro “Ochenta días en Iowa. Cuaderno de la inapetencia”, es una sentida crónica sobre su experiencia en el Programa Internacional de Escritura de Iowa, atravesada por la realidad del país

  • MARITZA JIMÉNEZ

20/02/2022 01:00 am

Ochenta días en Iowa. Cuaderno de inapetencias es el título de una nueva entrega de la Editorial Eclepsidra en la que la prolífica escritora Jacqueline Goldberg (Maracaibo, 1966) da cuenta de su experiencia en el Programa Internacional de Escritura (IWP, por sus siglas en inglés), que desde 1967 ha albergado a más de 1.400 poetas, novelistas, dramaturgos, ensayistas, y periodistas, principiantes y consagrados, de más de 130 países.

Goldberg, quien en 2018 representó a Venezuela junto al artista gráfico y escritor Roberto Echetto, escogió el género de la crónica para narrar en 290 páginas vivencias en las que se cruzan, como ríos diversos, sus reflexiones sobre el impacto de la realidad venezolana en su apetito, a lo que propone el término “paisorexia”, con poemas, fotografías y memorias de su experiencia como cronista gastronómica, compartida con su exitosa carrera literaria.

Amén de una trayectoria como editora, Goldberg es Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela y Licenciada en Letras por la Universidad del Zulia. Tiene diplomados en Cultura y Alimentación en Venezuela y Gerencia Cultural, y una treintena de títulos que abarcan la narrativa, la poesía, la literatura infantil, el reportaje, el ensayo y el género testimonial, reconocidos con casi 20 premiaciones nacionales y regionales.

 
La residencia en la Universidad de Iowa permitió a la escritora "caminar sin premura ni miedo, ver Venezuela en la distancia" (Foto UMAR TIMOL)  

-¿Qué significó para usted esta experiencia?
-Entre otras y muy personales cosas, me permitió convivir con escritores de otros 26 países, experimentar por ochenta días los espacios y programas de una universidad estadounidense, caminar sin premura ni miedo, ver Venezuela en la distancia y hacerme de un momentáneo paraíso para escribir.

Allá, relata, pudo poner punto final a su novela Destrucción, ten piedad, publicada en Madrid en 2021, y escribir después este libro que, dice, “es, más que la crónica de un viaje, el testimonio de una venezolana que sintió cómo el país que nos daña va con nosotros a todas partes, incluso a un viaje tan enriquecedor intelectual y creativamente como fue el mío a Iowa”.

-Fronteras genéricas y temáticas se cruzan en este libro.
-Nunca estoy clara de qué caminos va a tomar un libro y mucho menos su lenguaje. Me aproximé a los varios temas que me interesaban desde lo que me pedía el lenguaje mismo: a veces frases cortas, casi poemas, a veces reflexión, citas, entrevistas. Ya vengo escribiendo así desde hace un tiempo y me gusta la sensación de que escribo sin cadenas genéricas. Si el libro gusta o no a editores y lo publican o no, es asunto de un futuro del que prefiero no preocuparme. Y he tenido la inmensa fortuna de que mis editores de esos libros “transgenéricos” hayan valorado precisamente ese cruce.

Jacqueline Goldberg: "A la poesía sí le prohíbo por lo pronto hablar desde el país" (Foto UMAR TIMOL)

-La presencia de Venezuela late en sus reflexiones.
-El libro tiene como fundamental razón Venezuela, el comportamiento alimentario que como venezolana experimenté en Iowa, justamente por el país que cargamos a cuestas, a cuyos hachazos no escapamos ni siquiera estando lejos. No me he propuesto escribir sobre Venezuela por nostalgia, estoy aquí, sumergida, alcanzada. Pero es que escribir sobre ese dolor que es el país es lo que me piden cuerpo y alma. De ahí este libro y también mi reciente novela. A la poesía sí le prohíbo por lo pronto hablar desde el país. Si a algo tengo pavor es al panfleto que a veces genera la escritura de la emergencia y la inmediatez.

-¿Por qué la perspectiva gastronómica?
-Habría podido escribir sobre la experiencia en Iowa desde muchas perspectivas. Pero la alimentación y la gastronomía son temas que me interesan desde hace mucho tiempo y desde muy variopintas perspectivas. La comida fue un tema central en la casa de mi infancia y juventud, porque mi papá fue superviviente del Holocausto y mi mamá hija también de polacos que escaparon de la Segunda Guerra Mundial y llegaron a Venezuela a trabajar muy duro. Eso, al igual que en tantas casas de migrantes, propicia un particular acercamiento a la comida, al uso de ingredientes, a la culpa de desperdiciarlos. Eso me llevó más tarde a aprender a cocinar, al gusto por la buena mesa y a escribir sobre ello.

-¿Qué valor le otorga a la crónica gastronómica, sobre la que parece percibirse aquí una crítica?
-No hay ningún tipo de crítica en mi libro a la crónica gastronómica, género delicioso, si acaso a los modos de hacer periodismo gastronómico. Fui inmensamente feliz haciendo periodismo gastronómico. Gracias a él viajé, comí, bebí, conocí gente y me hice de un lenguaje para la escritura. Me formé con Ben Amí Fihman en la revista Cocina y Vino en los años noventa y seguí luego con otras publicaciones, incluso creé un blog propio, Textos en su tinta. También escribí y edité libros sobre el tema y llevé redes sociales de empresas gastronómicas. Aquella felicidad me duró hasta 2014, cuando dejé de hacerlo porque no le encontraba sentido para mí, para mi reflexión, para mi ánimo, y lo que estaba viendo en el país. Me asustaba la frivolidad y las prisas a veces asociadas a los eventos gastronómicos de aquel entonces —que eran muchísimos— y necesité frenar y pasar a otra cosa.

 
"Fui inmensamente feliz haciendo periodismo gastronómico", dice la autora (Foto UMAR TIMOL)  

“Algunos buenos periodistas –continúa- por fortuna persistieron, aun en los peores momentos, y eso es muy admirable. Eso hace que hoy pueda seguir contándose lo que pasa en nuestras mesas, que sin duda son espejos de nuestra vida y del país. Alguien tiene que contar lo malo, pero también lo bueno: la insistencia de los productores, los cocineros, los historiadores, nuestras tradiciones, la identidad que somos desde los alimentos y la gastronomía. Alguien tiene que contar lo bueno, pero también lo malo: las políticas del hambre, los niños y ancianos desnutridos, la gente comiendo de la basura, la humillación de que la comida se haya vuelto una gran angustia tan lejos del placer”.

Ochenta días en Iowa. Cuaderno de inapetencias, con fotografías de Enza García Arreaza, Bayasaa Batsuuri y la propia Goldberg, está ya a la venta en librerías en Caracas y en Amazon en su versión en papel y para Kindle.
@weykapu



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