En estos días revisando apuntes y material del que dispongo para los artículos, me encontré un relato breve de una historia que vivió la Madre Teresa, la cual resumo así:
Una tarde vino un señor a un hogar de las Misioneras de la Caridad: «Hay una familia que desde hace varios días no tiene qué comer, y tiene ocho niños». Cogí suficiente arroz para una comida—cuenta la Madre Teresa—y me fui a esa casa. Me sorprendió ver que la mamá repartía el arroz en dos partes y salió de la casa llevando la mitad del arroz con ella. Yo podía notar en la cara de los niños, que allí dominaba el hambre de verdad. Cuando la madre volvió, le pregunté: «¿Adónde fue usted? ¿Qué hizo?» Ella contestó: «Ellos también tenían hambre». Sabía que la familia de al lado pasaba también hambre, y estuvo dispuesta a compartir lo poco que tenía.
Seguro cada quien que lea este relato sacará sus propias conclusiones: unos pensarán que esa mamá si es irresponsable, como va a estar repartiendo la comida que recibió cuando sus hijos y ella misma están pasando hambre. Otros puede que piensen que cómo vamos a estar repartiendo lo que no tenemos, o de lo que tenemos tan poquito. Otros pensarán que nunca serían capaces de tal acto de heroísmo. Y cualquiera de las conclusiones será digna de mi respeto, aunque no la comparta. Sin embargo, mi invitación es a pensar un poco más allá sobre qué puede motivar a que esta señora haga semejante acto de desprendimiento. En especial luego de un año tan diferente y complicado como este que hemos vivido. Para ello compartiré algunas reflexiones al respecto:
1. Será necesario en especial un cambio de mentalidad que nos lleve a aceptar la nueva realidad que nos rodea, para reconocer que el mundo en que vivimos es otro, y que no va a volver a ser el mismo que conocimos antes. Para ello, tendremos que aprender a ser más sensibles a los distintos tipos de necesidades que nos rodean: afectivas, materiales, de ánimo y aliento, etc. Y las reflexiones a continuación también requerirán de ese cambio de mentalidad para poder llevarlas a la práctica.
2. Una de las cosas que deberíamos proponernos para el año que viene es a dejar de ser personas que solo tocan y viven en la superficie de las circunstancias, propongámonos a ser más profundos en lo que hagamos, y atrevámonos a ir más adentro para ver lo que ocurre realmente a nuestro paso. Así descubriremos muchas cosas, algunas de ellas maravillosas, que de no realizar reflexiones profundas nunca podríamos ni siquiera vislumbrarlas.
3. Al conocer y experimentar circunstancias difíciles, tenemos más posibilidades de entender lo que otras personas padecen, lo cual nos puede infundir gran compasión por ellas. En realidad no hay manera más eficaz de compadecernos y mostrar amor sincero a los demás, que cuando nosotros mismos hemos pasado por lo que ellos han pasado. Esta debería ser una de las mayores lecciones que nos ha dejado el virus este año, en el cual hasta el mundo tuvo que detenerse para que pudiéramos ver esta y otras lecciones con más claridad al tener nosotros que experimentar situaciones difíciles en carne propia; y donde de paso y como una rareza, el dinero no hizo la diferencia.
4. Lo que todo el mundo necesita es amor sincero, verdadero. Hay muchas personas dolidas que están a nuestro alrededor, algunas son difíciles de encontrar porque llevan puesta "la máscara del éxito". Otras se encuentran visiblemente arruinadas. Si queremos que este mundo sea otro, al menos el pedacito de mundo que nos rodea, tendremos que interesarnos lo suficiente en él como para sacrificar parte de nuestro tiempo y así poder realizar actos de bondad con frecuencia. Esa sería la forma en que podríamos empezar a convertirnos en promotores reales de amor sincero, poco a poco, sin prisa aunque sin pausa, y en cada escenario en que estemos. ¿No creen que será muy emocionante ir descubriendo nuevas maneras de hacerlo?
5. Es normal que al terminar un año como el que concluye nos sintamos algo desanimados y desesperanzados. Sin embargo, y gracias en buena parte al evento único y realmente asombroso que ocurrió hace dos mil años en la primera Navidad podremos dar ánimo, a nosotros mismos y a los que nos rodean, para no darnos por vencidos ni desesperar, sino más bien seguir adelante con la certeza de que no estamos solos en las batallas de esta vida.
6. Frente a las nuevas realidades del mundo, algunas de ellas pueden ser muy desafiantes y hasta alarmantes. Por esto y aunque no queramos, vamos a tener que estar decidiendo de continuo si viviremos una vida llena de temores, o una vida que aprende cada vez más a confiar de verdad en un poder superior. Aprendamos a marcar la diferencia en un mundo muy indiferente, recordando que la valentía no es ausencia de temor, sino dominio sobre él. Y la manera más eficaz de hacerlo será aprendiendo a amar desinteresadamente, como la señora de la historia al inicio.
¡Les deseo un Feliz año a todos!
@viviendovalores
@agusal77
Una tarde vino un señor a un hogar de las Misioneras de la Caridad: «Hay una familia que desde hace varios días no tiene qué comer, y tiene ocho niños». Cogí suficiente arroz para una comida—cuenta la Madre Teresa—y me fui a esa casa. Me sorprendió ver que la mamá repartía el arroz en dos partes y salió de la casa llevando la mitad del arroz con ella. Yo podía notar en la cara de los niños, que allí dominaba el hambre de verdad. Cuando la madre volvió, le pregunté: «¿Adónde fue usted? ¿Qué hizo?» Ella contestó: «Ellos también tenían hambre». Sabía que la familia de al lado pasaba también hambre, y estuvo dispuesta a compartir lo poco que tenía.
Seguro cada quien que lea este relato sacará sus propias conclusiones: unos pensarán que esa mamá si es irresponsable, como va a estar repartiendo la comida que recibió cuando sus hijos y ella misma están pasando hambre. Otros puede que piensen que cómo vamos a estar repartiendo lo que no tenemos, o de lo que tenemos tan poquito. Otros pensarán que nunca serían capaces de tal acto de heroísmo. Y cualquiera de las conclusiones será digna de mi respeto, aunque no la comparta. Sin embargo, mi invitación es a pensar un poco más allá sobre qué puede motivar a que esta señora haga semejante acto de desprendimiento. En especial luego de un año tan diferente y complicado como este que hemos vivido. Para ello compartiré algunas reflexiones al respecto:
1. Será necesario en especial un cambio de mentalidad que nos lleve a aceptar la nueva realidad que nos rodea, para reconocer que el mundo en que vivimos es otro, y que no va a volver a ser el mismo que conocimos antes. Para ello, tendremos que aprender a ser más sensibles a los distintos tipos de necesidades que nos rodean: afectivas, materiales, de ánimo y aliento, etc. Y las reflexiones a continuación también requerirán de ese cambio de mentalidad para poder llevarlas a la práctica.
2. Una de las cosas que deberíamos proponernos para el año que viene es a dejar de ser personas que solo tocan y viven en la superficie de las circunstancias, propongámonos a ser más profundos en lo que hagamos, y atrevámonos a ir más adentro para ver lo que ocurre realmente a nuestro paso. Así descubriremos muchas cosas, algunas de ellas maravillosas, que de no realizar reflexiones profundas nunca podríamos ni siquiera vislumbrarlas.
3. Al conocer y experimentar circunstancias difíciles, tenemos más posibilidades de entender lo que otras personas padecen, lo cual nos puede infundir gran compasión por ellas. En realidad no hay manera más eficaz de compadecernos y mostrar amor sincero a los demás, que cuando nosotros mismos hemos pasado por lo que ellos han pasado. Esta debería ser una de las mayores lecciones que nos ha dejado el virus este año, en el cual hasta el mundo tuvo que detenerse para que pudiéramos ver esta y otras lecciones con más claridad al tener nosotros que experimentar situaciones difíciles en carne propia; y donde de paso y como una rareza, el dinero no hizo la diferencia.
4. Lo que todo el mundo necesita es amor sincero, verdadero. Hay muchas personas dolidas que están a nuestro alrededor, algunas son difíciles de encontrar porque llevan puesta "la máscara del éxito". Otras se encuentran visiblemente arruinadas. Si queremos que este mundo sea otro, al menos el pedacito de mundo que nos rodea, tendremos que interesarnos lo suficiente en él como para sacrificar parte de nuestro tiempo y así poder realizar actos de bondad con frecuencia. Esa sería la forma en que podríamos empezar a convertirnos en promotores reales de amor sincero, poco a poco, sin prisa aunque sin pausa, y en cada escenario en que estemos. ¿No creen que será muy emocionante ir descubriendo nuevas maneras de hacerlo?
5. Es normal que al terminar un año como el que concluye nos sintamos algo desanimados y desesperanzados. Sin embargo, y gracias en buena parte al evento único y realmente asombroso que ocurrió hace dos mil años en la primera Navidad podremos dar ánimo, a nosotros mismos y a los que nos rodean, para no darnos por vencidos ni desesperar, sino más bien seguir adelante con la certeza de que no estamos solos en las batallas de esta vida.
6. Frente a las nuevas realidades del mundo, algunas de ellas pueden ser muy desafiantes y hasta alarmantes. Por esto y aunque no queramos, vamos a tener que estar decidiendo de continuo si viviremos una vida llena de temores, o una vida que aprende cada vez más a confiar de verdad en un poder superior. Aprendamos a marcar la diferencia en un mundo muy indiferente, recordando que la valentía no es ausencia de temor, sino dominio sobre él. Y la manera más eficaz de hacerlo será aprendiendo a amar desinteresadamente, como la señora de la historia al inicio.
¡Les deseo un Feliz año a todos!
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