Cambalache del... siglo XXI
Esa pretensión de adoctrinar a los niños con ideologías revolucionarias, comportamiento típico de las dictaduras del siglo XX, enseñándoles el manejo de las armas es indignante
Parafraseando los versos de Cambalache, un famoso tango siempre actual de Enrique Santos Discépolo, sin temor a equivocarme me atrevo a decir que “el mundo es y será una porquería”. Lo era en el quinientos seis…y lo sigue siendo en el dos mil veinte tambien! Esa mezcla profana e irreverente que Discépolo cita en su tango barajando Slovisky con Don Bosco y la Mignon, don Chicho con Napoleón, Carnera con San Martín se repite, por supuesto con distintos personajes, en nuestra vida cotidiana.
Y así todos hemos visto recientemente en Venezuela a un grupo de niños cargando armas de verdad y en el fondo una imagen de la virgen de Coromoto con el Che Guevara y una icona del Cristo con una foto de Chávez.
Son todos personajes e imágenes que, de una manera completamente irrespetuosa, se han vulgarmente mezclado en la vidriera de los cambalaches. Pregunto: ¿es o no una falta de respeto y un atropello a la razón? ¿Vivimos o no todos revolcados en un merengue?
Esa pretensión de adoctrinar a los niños con ideologías revolucionarias, comportamiento típico de las dictaduras del siglo XX, enseñándoles el manejo de las armas - todos recordaran, por ejemplo, como Mussolini había creado los famosos hijos de la loba (figli della lupa), obligándolos a vestir uniformes militares - es sencillamente indignante, maxime en un país donde, según tengo entendido, la Asamblea Nacional aprobó una ley que prohibía los juguetes de guerra. Cuantas mentiras y cuantas falsedades!
La inocencia de los niños es sagrada y pobre de el que quiebre ese principio. El mismo Jesús dijo - Lucas 17,1 -que si uno escandaliza a uno de esos pequeños, mejor sería que se pusiera al cuello una piedra de molino y se lanzara al mar. No se puede ní se debe jugar con el candor de esas criaturas ingenuas y puras! Cuanto mejor sería para el país y para la integridad moral de su gente si, en vez de estar adiestrando esos niños al uso de las armas, se le inculcaran esos principios de comportamientos cívicos básicos para convertirlos en ciudadanos honestos, educados y respetuosos de las normas de convivencia. “El mundo es y será una porquería, ya lo sé”, dice Enrique Santos Discépolo, pero mientras no tomemos conciencia de que la reponsabilidad para que el futuro sea mejor es nuestra y solamente nuestra, ese futuro será siempre y solamente un triste “Cambalache” problemático y febril. ¿Es eso lo que queremos?
Desde Italia -
Y así todos hemos visto recientemente en Venezuela a un grupo de niños cargando armas de verdad y en el fondo una imagen de la virgen de Coromoto con el Che Guevara y una icona del Cristo con una foto de Chávez.
Son todos personajes e imágenes que, de una manera completamente irrespetuosa, se han vulgarmente mezclado en la vidriera de los cambalaches. Pregunto: ¿es o no una falta de respeto y un atropello a la razón? ¿Vivimos o no todos revolcados en un merengue?
Esa pretensión de adoctrinar a los niños con ideologías revolucionarias, comportamiento típico de las dictaduras del siglo XX, enseñándoles el manejo de las armas - todos recordaran, por ejemplo, como Mussolini había creado los famosos hijos de la loba (figli della lupa), obligándolos a vestir uniformes militares - es sencillamente indignante, maxime en un país donde, según tengo entendido, la Asamblea Nacional aprobó una ley que prohibía los juguetes de guerra. Cuantas mentiras y cuantas falsedades!
La inocencia de los niños es sagrada y pobre de el que quiebre ese principio. El mismo Jesús dijo - Lucas 17,1 -que si uno escandaliza a uno de esos pequeños, mejor sería que se pusiera al cuello una piedra de molino y se lanzara al mar. No se puede ní se debe jugar con el candor de esas criaturas ingenuas y puras! Cuanto mejor sería para el país y para la integridad moral de su gente si, en vez de estar adiestrando esos niños al uso de las armas, se le inculcaran esos principios de comportamientos cívicos básicos para convertirlos en ciudadanos honestos, educados y respetuosos de las normas de convivencia. “El mundo es y será una porquería, ya lo sé”, dice Enrique Santos Discépolo, pero mientras no tomemos conciencia de que la reponsabilidad para que el futuro sea mejor es nuestra y solamente nuestra, ese futuro será siempre y solamente un triste “Cambalache” problemático y febril. ¿Es eso lo que queremos?
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