Papá Noel en peligro
Tommaso escribe bien y probablemente ya sepa leer con fluidez. Espero solo que no abra la prensa y termine de perder la inocencia que le queda, al ver que la verdadera amenaza que enfrenta Papa Noel no es el virus, sino la estupidez humana...
La pandemia de las desigualdades no deja de sorprender. Por un lado tenemos a Tommaso, un niño de cinco años que le escribe preocupado al Primer Ministro de Italia, Giuseppe Conte, por la navidad. En la carta del niño -que escribe mejor que la mayoría de los adultos que conozco- dice: “Sé que Papá Noel es anciano y es peligroso ir a las casas, pero él es responsable y se pondrá seguramente la mascarilla para protegerse”. Imagínense el desvelo de un infante -para el cual cada navidad es magia- preocupado por no recibir sus regalos. Y, más allá de eso, interesado por la salud de Santa: “Le prometo -le dice a Conte- que más allá de la leche caliente y las galletas, le dejaré bajo el árbol el gel antibacterial”.
Mientras niños que no tienen la culpa de un virus importado están condenados al desasosiego, adultos desesperados por volver a la normalidad saltan las reglas impuestas por el Estado y por la razón. Este virus requiere de sentido común y de solidaridad colectiva para combatirlo. Mucha paciencia y mucho juicio nos exige un evento único en nuestra historia. Se nos pide estar en casa, no ir a una trinchera; usar la mascarilla, y no un fusil. Sin embargo el desespero individual traiciona a pequeños como Tommaso, quien sí demuestra una preocupación por el prójimo.
De ejemplo tenemos las fiestas ilegales o “coronaparty”, como les conocemos en Venezuela. El otro día vi una en Seseña, España, en donde la policía interfirió y desalojó a unas 100 personas. Los videos son realmente impresionantes, los asistentes se escondieron por doquier para evitar la sanción, en un país con millón y medio de casos. Luego, la Asamblea del Consejo General de Colegios de Médicos de España solicita el cese inmediato de Fernando Simón (Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad) por su “incapacidad manifiesta” en la lucha contra el virus. Vaya ironía.
Dos noticias juntas se leen mejor. Por un lado tenemos a Tommaso, por otro las fiestas ilegales. Causa y consecuencia juntas, ya que la navidad del pequeño será afectada, no por un virus que ronda su localidad, sino por la poca consideración de los adultos que no paran de festejar. Conte le responde a Tommaso: “los adultos, todos juntos, lograremos expulsar el virus. Así tu y tus compañeros podrán regresar pronto a jugar libres y felices, a abrazarse todos”. Tommaso escribe bien y probablemente ya sepa leer con fluidez. Espero solo que no abra la prensa y termine de perder la inocencia que le queda, al ver que la verdadera amenaza que enfrenta Papa Noel no es el virus, sino la estupidez humana.
Comprarse una buena cuarentena
En otros temas similares, ya ciertos países de Europa tuvieron que decirle a sus ciudadanos que no planificaran la navidad. Como si no fuese evidente, aparentemente a algunos todavía le quedan dudas si podrán viajar o no con normalidad. Para ciertos individuos el virus dejó de existir, o nunca existió.
Claro, aquellos que pueden permitirse la comodidad sin necesidad de viajar (o exponer a otros) lo están haciendo. En Reino Unido ha incrementado dramáticamente la compra de villas de lujo en el campo. Para tener una idea, Savills (según The Guardian) está a punto de vender 21 propiedades por un precio estimado de 15 millones de libras cada una. En contraste con el año 2019, en donde se vendió solo 1.
El trauma del encierre citadino en grandes apartamentos en medio de una jungla de cemento que no se puede aprovechar, hizo que el interés por el hogar creciera aún más. Claro, pocos se pueden permitir una cuarentena así, pese a que el mercado inmobiliario de lujo inglés se esté moviendo como nunca, y ya casi no quedan propiedades que comprar.
@NelsonTRangel
www.netrangel.com
nelsontrangel@gmail.com
Mientras niños que no tienen la culpa de un virus importado están condenados al desasosiego, adultos desesperados por volver a la normalidad saltan las reglas impuestas por el Estado y por la razón. Este virus requiere de sentido común y de solidaridad colectiva para combatirlo. Mucha paciencia y mucho juicio nos exige un evento único en nuestra historia. Se nos pide estar en casa, no ir a una trinchera; usar la mascarilla, y no un fusil. Sin embargo el desespero individual traiciona a pequeños como Tommaso, quien sí demuestra una preocupación por el prójimo.
De ejemplo tenemos las fiestas ilegales o “coronaparty”, como les conocemos en Venezuela. El otro día vi una en Seseña, España, en donde la policía interfirió y desalojó a unas 100 personas. Los videos son realmente impresionantes, los asistentes se escondieron por doquier para evitar la sanción, en un país con millón y medio de casos. Luego, la Asamblea del Consejo General de Colegios de Médicos de España solicita el cese inmediato de Fernando Simón (Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad) por su “incapacidad manifiesta” en la lucha contra el virus. Vaya ironía.
Dos noticias juntas se leen mejor. Por un lado tenemos a Tommaso, por otro las fiestas ilegales. Causa y consecuencia juntas, ya que la navidad del pequeño será afectada, no por un virus que ronda su localidad, sino por la poca consideración de los adultos que no paran de festejar. Conte le responde a Tommaso: “los adultos, todos juntos, lograremos expulsar el virus. Así tu y tus compañeros podrán regresar pronto a jugar libres y felices, a abrazarse todos”. Tommaso escribe bien y probablemente ya sepa leer con fluidez. Espero solo que no abra la prensa y termine de perder la inocencia que le queda, al ver que la verdadera amenaza que enfrenta Papa Noel no es el virus, sino la estupidez humana.
Comprarse una buena cuarentena
En otros temas similares, ya ciertos países de Europa tuvieron que decirle a sus ciudadanos que no planificaran la navidad. Como si no fuese evidente, aparentemente a algunos todavía le quedan dudas si podrán viajar o no con normalidad. Para ciertos individuos el virus dejó de existir, o nunca existió.
Claro, aquellos que pueden permitirse la comodidad sin necesidad de viajar (o exponer a otros) lo están haciendo. En Reino Unido ha incrementado dramáticamente la compra de villas de lujo en el campo. Para tener una idea, Savills (según The Guardian) está a punto de vender 21 propiedades por un precio estimado de 15 millones de libras cada una. En contraste con el año 2019, en donde se vendió solo 1.
El trauma del encierre citadino en grandes apartamentos en medio de una jungla de cemento que no se puede aprovechar, hizo que el interés por el hogar creciera aún más. Claro, pocos se pueden permitir una cuarentena así, pese a que el mercado inmobiliario de lujo inglés se esté moviendo como nunca, y ya casi no quedan propiedades que comprar.
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